Uno de los capítulos más apasionantes del Universo Perón, es el de la “Resistencia Peronista”. Diría yo, que son tantas las historias vividas a lo largo de los casi dieciocho años del exilio, que hay tela para seguir cortando y relatando hechos de esa época.
Se cumplen 65 años de los fusilamientos iniciados del 9 de junio de 1956. Se producen cuando Perón se encontraba en la ciudad de Colón, Panamá. El exilio fue para Perón un tiempo de gran complejidad, pues el destierro es cruel, duro, aciago, ingrato, más aún cuando el odio hacia su persona y su doctrina dominaba la escena por parte de los golpistas.
En la noche del 9 de junio de 1956, un grupo liderado por el general Juan José Valle, se había levantado en armas para derrocar a la dictadura militar instalada en septiembre de 1955.
El levantamiento fue rápidamente derrotado, donde en la contienda murieron seis personas, tres militares de la dictadura: Blas Closs, Rafael Fernández y Bernardino Rodríguez; y tres civiles peronistas: Ramón R. Videla, Carlos Irigoyen y Rolando Zaneta.
Pedro Eugenio Aramburu e Isaac Rojas (Presidente y Vice del gobierno de la dictadura), estaban enterados del levantamiento, pero a propósito dejaron que se produjera, con el objetivo de sacar provecho y poner en práctica la criminal represión que los identificaba.
El día 8 de junio, fueron detenidos varios dirigentes gremiales, con el fin de debilitar el levantamiento social. Aramburu, premeditadamente, había dejado firmado el Decreto Nº 10.362/56 imponiendo la ley marcial, y también dejó redactados los Decretos Nº 10.363/56, de pena de muerte, y el Nº10.364/56, preparado exclusivamente para incluir los nombres de las personas que serían ejecutadas.
Precisamente estos sucesos, ponen de sobresalto el odio criminal que tenían Aramburu y Rojas, quienes sabiendo concretamente lo que iba a suceder, no abortaron el levantamiento, sino que permitieron que los hombres leales a Perón, cayeran en la trampa, para que luego sufrieran el sangriento escarmiento.
Tanto es así, que esa misma noche la mayoría de los sublevados cayeron detenidos. En Lanús, hubo seis integrantes apresados en la Escuela Industrial de Avellaneda, que eran los encargados de montar la radio desde donde se transmitiría la proclama revolucionaria; ellos fueron el: Tte. coronel José A. Yrigoyen, capitán Jorge M. Costales, Dante H. Lugo, Norberto Ross, Clemente B. Ross y Osvaldo A. Albedro. Todos fueron asesinados simulando fusilamiento, entre las 2 y las 4 de la mañana.
Entre los días 10 y 12 de junio, además de los caídos en Lanús, se producen más fusilamientos en José León Suarez, Campo de Mayo, Escuela de Mecánica del Ejército, Penitenciaría Nacional y La Plata.
Entre los detenidos de esa noche también se encontraban las doce personas que luego serían llevadas por las fuerzas de seguridad a unos basurales en José León Suárez, para masacrarlos a sangre fría.
En ese hecho sangriento, los doce detenidos fueron obligados a bajar a punta de pistola y caminar hacia el basural, iluminado por los faros de los vehículos policiales. Esa criminal noche, se cobró la vida de: Nicolás Carranza, Francisco Garibotti, Carlos A. Lisazo, Vicente Rodríguez y Mario Brion. De los doce detenidos, hubo siete que sobrevivieron a la masacre: Miguel A. Giunta, Juan C. Livraga, Reinaldo Benavidez, Horacio Di Chiano, Rogelio Díaz, Norberto Gavino, y Julio Troxler.
El nivel de odio había escalado tanto, que comandos al mando de Domingo Quaranta, jefe del Servicio de Informaciones del Estado, ingresaron violentamente a la embajada de Haití violando la inmunidad diplomática, donde se encontraban algunos militares argentinos con asilo político, entre ellos el general Raúl Tanco.
El día 14 de junio, los comandos secuestraron a los asilados en esa embajada e incluso golpearon a la esposa del embajador, a la que un oficial la calificó de «negra de mierda». No obstante, la firme actitud del embajador obligó al dictador Aramburu a devolver a los asilados a la embajada al día siguiente.
Los muertos por la represión en La Plata el 10 de junio de 1956 fueron: Carlos Irigoyen, Ramón R. Videla y Rolando Zanetta.
También fueron fusilados en La Plata el 11 y 12 de junio de 1956 respectivamente: el teniente coronel Oscar L. Cogorno, y el subteniente de Reserva Alberto Abadie.
El 11 de junio fueron fusilados en Campo de Mayo: el coronel Eduardo A. Cortines, el capitán Néstor D. Cano, el coronel Ricardo S. Ibazeta, el capitán Eloy L. Caro, el teniente primero Jorge L. Noriega, y el teniente primero maestro de Banda de la Escuela de Suboficiales, Néstor M. Videla.
Los asesinados en la Escuela de Mecánica del Ejercito, el 11 de junio de 1956 fueron: el sub oficial principal Ernesto Gareca; el sub oficial principal Miguel A. Paolini, el cabo Músico José M. Rodríguez; y el sargento Hugo E. Quiroga.
Los fusilados en la Penitenciaria Nacional de la Av. Las Heras, el 11 de junio de 1956, fueron: el sargento ayudante Isauro Costa, el sargento carpintero Luis Pugnetti y el sargento músico Luciano I. Rojas.
El general Valle fue fusilado el 12 de junio de 1956 en la Penitenciaría Nacional de la Ciudad de Buenos Aires, actual parque Las Heras. Antes de morir, escribió algunas cartas a sus seres queridos. A su esposa le dice, entre otras cosas: "Querida mía. Con más sangre se ahogan los gritos de libertad. He sacrificado toda mi vida para el país y el ejército, y hoy la cierran, con una alevosa injusticia. Sé serena y fuerte. No te avergüences nunca de la muerte de tu esposo, pues la causa por la que he luchado es la más humana y justa: la del Pueblo de la Patria".
El 14 de junio se produciría una nueva contienda, donde fue ametrallado en el Automóvil Club Argentino el 11 de junio de 1956 (falleció el 13 de junio de 1956 en el Hospital Fernández) Miguel A. Mouriño
El último asesinado, simulando suicidio por ahorcamiento, en la Divisional de Lanús, el día 28 de junio de 1956, donde estuvo detenido desde el 9 de junio de 1956, fue Aldo E. Jofré.
El saldo del levantamiento de la Resistencia Peronista, además de la ejecución del General Valle, arrojó el fusilamiento de más de treinta sublevados, entre militares y civiles, que sufrieron fusilamientos clandestinos.
El Golpe del 76 tuvo como objetivo principal hacer desaparecer de la faz de la tierra al peronismo
Una fuente obligada para conocer a ciencia cierta lo sucedido, es el libro publicado por Salvador Ferla “Mártires y Verdugos”, (Ediciones Revelación, Buenos Aires 1972), quien con gran rigor histórico documentó los hechos, que nos permitieron saber la verdad histórica de este capítulo trágico y canallesco de nuestra historia.
Este aberrante acontecimiento me trae a la memoria un suceso que me tocó vivir en carne propia. Corría el año 1981. Yo trabajaba en la Justicia Federal de la Capital. Una mañana el juez Eduardo F. Marquardt, me pidió que lo acompañe. La verdad no sabía a donde nos dirigíamos, y tampoco tenía la posibilidad de preguntarle nada.
Me acuerdo muy bien de lo sucedido ese día. Entramos al despacho del Dr. Valerio Pico, un Camarista del Fuero Contencioso Administrativo Federal, en la P.B. del Palacio de Justicia. Los dos jueces se pusieron a conversar, yo estaba sentado escuchando sin prestar mucha atención de lo que hablaban. En un momento, Pico me mira y me dice relamiéndose con vanagloria: “Joven, sabe que yo fui el que redactó el decreto de pena de muerte de los fusilamientos de junio de 1956”.
Perón y Ava Gardner: la historia que nadie contó
Ni bien escuché ese despropósito monstruoso, no pude aguantar y le dije a Marquardt: “Eduardo, quien es este hijo de puta”. Ante mi reacción, me hizo callar e inmediatamente nos paramos y fuimos de ese lugar. Me quedó grabada la imagen de ese personaje deleznable, cómplice del asesinato de más de treinta personas. Comprendí perfectamente el mensaje que recibí esa mañana, el que no me amedrentó en lo más mínimo.
Con relación a estos tristes hechos, el general Tanco, segundo responsable de la rebelión, manifestó: “En el curso de la organización conspirativa, tuve conciencia de que en un momento determinado nos dimos cuenta que había una gran infiltración en nuestras filas… No buscamos el contacto directo con el general Perón por razones de seguridad. Sabíamos que producido el movimiento, el General lo aprobaría de inmediato, porque él conocía perfectamente bien al general Valle y también me conocía a mí. En ningún momento dudábamos de su apoyo moral. Quiénes trataron de modificar la impresión que podía tener el general Perón sobre el movimiento que se había manifestado el 9 de junio, le dieron la idea de que era un movimiento que estaba desvinculado del interés político del peronismo. No era así. Sucedía lo siguiente: cuando, ya en el exilio, me preguntaban sobre los hechos de junio, yo decía simplemente que era un soldado que había fracasado en un movimiento, pero nunca manifestaba que había fracasado la conducción política de un movimiento dirigido por el general Perón. Si hubiera triunfado sería diferente. En ese momento nunca quise que apareciera como algo conducido por Perón por esa causa y, por otra parte, porque no era verdad”.
Masacre de José León Suárez: un brutal escarmiento
¿Cuál fue la opinión inicial de Perón sobre los sucesos de junio? La misma está expresada en una comunicación enviada el 12 de junio, que en parte transcribo: “Desgraciadamente, el golpe fallado del 10 de junio me ha dado la razón, pero el precio ha sido demasiado grande. Hubiera preferido equivocarme. Sin embargo, esto ha de servirnos para no insistir en un camino inconveniente. Nuestra finalidad ha de ser la Revolución Social, con todas sus características y todas sus consecuencias. Para ello es menester que nos preparemos concienzudamente y que estemos resueltos a realizarla en un año, dos, cinco o diez, pero decididos a realizarla. Nada hay que pueda apurarnos en forma de poner en duda el éxito que, por lo que estamos viendo, tenemos asegurado. Aunque nosotros no trabajemos, tenemos allí a dos que trabajan por nosotros: Aramburu y Rojas”.
Unos años mas tarde Perón decía con relación a Valle y Tanco: “Estos patriotas se sublevaron por instinto, pensando en que serían acompañados por la inmensa mayoría del país. Vana ilusión. Porque su insurgencia, aparte de prematura, tuvo bastante de insólita, de inmadura. Era la respuesta de espíritus apasionados por el bien público, que no medían las consecuencias fatales de una represión que fue cruel e inhumana en la medida en que era ejercida por cobardes. La crueldad ha sido siempre el signo del miedo. La lenidad, en cambio, es el patrimonio de los fuertes”.
No hay dudas que Perón durante todo su exilio, jamás alentó la lucha armada. Es en la voluntad del pueblo, en sus operaciones de resistencia, y no en golpes de estado, ni en insurrecciones, ni en rebeliones, “donde reside el método correcto para revertir la desfavorable situación en que se envuelve la inmensa mayoría del pueblo argentino”.
Este fue el pensamiento puro de Perón. A él no lo movía ni el odio, ni la venganza, ni la injusticia. Todo lo contrario, siempre incentivó al pueblo –desde el exilio– a poner en práctica la “Revolución Social”, que era la herramienta indubitable para volver al poder.
Sin perjuicio de todo ello, hay una carta que Perón le escribe a Tanco, fechada en Madrid, el 31 de mayo de 1966, que vale la pena transcribir: “Mi querido amigo. Sé que usted preside la Comisión de Homenaje a los compañeros caídos en los fusilamientos del 9 de junio, y deseo hacerle llegar mi más sincera adhesión y mi recuerdo más entrañable para todos ellos, rogándole que me tengan por presente en todos los actos que realicen. El tiempo, con sus elocuentes lecciones, ha venido a demostrar la razón que asistía a ese grupo de valientes patriotas que ofrecieron la vida en holocausto de la verdadera defensa de la Patria. Este nuevo aniversario de su sacrificio ha de traernos al recuerdo la deuda que tenemos con ellos para que nos impulse a honrarlos y (sincerarlos). Un gran abrazo”.
Aramburu, el verdugo: antiperonismo y revanchismo
De esta forma, en el décimo aniversario de los fusilamientos, Perón, con una gran sensibilidad y convicción, públicamente reconoció su adhesión y recuerdo entrañable a los compañeros cruelmente asesinados por el odio de la dictadura.
La verdadera historia nos invita a ser fieles a ella. Parece mentira que hace solo sesenta y cinco años hayan sucedido estos criminales eventos cargados de odio y rencor. La cobardía de Aramburu, Rojas y sus secuaces, que se cargaron la vida de mas de treinta compatriotas, debe ser puesta sobre el tapete de la historia, y si analizamos fríamente lo sucedido, como siempre, lo que se propusieron fue vapulear a Perón con el perverso objetivo de hacer desaparecer de la faz de la tierra al Peronismo, tal cual lo intentó hacer unos años más tarde el llamado “Proceso de Reorganización Nacional”.
* Ignacio Cloppet. Miembro de la Academia Argentina de la Historia.