OPINIóN
Historia política

Los 49 días de la presidencia de Héctor Cámpora

El 13 de julio de 1973 renunció a la primera magistratura. Con su salida, la izquierda peronista comenzó a perder rápida e indefectiblemente los espacios de poder que había conquistado y, más importante aún, se fue diluyendo el proyecto de conducir al país hacia el “socialismo nacional”.

Cámpora Perón, Lanusse, Santucho. 20210712
Héctor Cámpora | cedoc-redes

El 13 de julio de 1973, Héctor José Cámpora renunció a la primera magistratura tras 49 intensos días en el gobierno. Con su salida, la izquierda peronista comenzó a perder rápida e indefectiblemente los espacios de poder que había conquistado (ministerios, gobernaciones, escaños parlamentarios, etc.) y, más importante aún, se fue diluyendo el proyecto de conducir al país hacia el “socialismo nacional”. 

El sueño de la izquierda peronista de llegar al poder comenzó a materializarse el 11 de marzo de 1973 cuando se realizaron elecciones sin proscripciones (salvo, claro, la de Juan Domingo Perón, exiliado en Madrid), después de dieciocho años y el peronismo obtuvo el triunfo. Ese día, según informaba el diario Clarín, la jornada comicial transcurrió con total normalidad: votaron catorce millones de argentinos y argentinas -desde la última elección presidencial en 1963 se habían incorporado dos millones y medio de jóvenes electores- en las más de 55.000 mesas habilitadas, custodiadas por doscientos mil sodados.

El Frente Justicialista de Liberación con la fórmula Héctor J. Cámpora-Vicente Solano Lima, se impuso en todos los distritos, excepto en la provincia de Neuquén. Si bien hubo que esperar más de dos semanas para el recuento final de los votos y para que la Unión Cívica Radical desistiera de participar en el ballotage, rápidamente, el presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse anticipó la victoria de la fórmula peronista y reiteró su decisión indeclinable de entregar el poder.

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Cuarenta años de la muerte de Héctor Cámpora 

Tanto el flamante presidente electo como el líder exiliado en Madrid estaban convencidos que el triunfo electoral y la normalización institucional pondrían fin al accionar de las organizaciones armadas. Así, Perón, desde su casa en Puerta de Hierro, declaró a la prensa que prontamente “desaparecerán las causas de la guerrilla”.

Pero este análisis se demostró, a poco andar, totalmente equivocado. Por un lado, se incrementó el accionar guerrillero, en especial del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), liderado por Mario Roberto Santucho, que anunció que “no dejarían de combatir”. En una conferencia de prensa, la guerrilla guevarista anunció que no atacarían a ningún miembro del gobierno de Cámpora ni a la policía mientras éstos no los atacaran a ellos, pero sí continuarían combatiendo militarmente a las Fuerzas Armadas contrarrevolucionarias y a las empresas. Así, para Santucho, el pedido de tregua solicitado por Cámpora era un gran error, siendo necesario “redoblar la lucha en todos los terrenos, intensificar la movilización de las masas, intensificar las operaciones guerrilleras, incorporar a la lucha a sectores cada vez más amplios de las masas”.

Por otro lado, en esos meses que van desde el triunfo electoral del 11 de marzo hasta la asunción de Cámpora el 25 de mayo (y también después) observamos una activa movilización -pacífica- de distintos sectores del trabajo y de la sociedad. Por ejemplo, hubo ocupaciones de oficinas públicas en todo el país, tomas de colegios, hospitales, radios, empresas, etc. También paro de los docentes, los ferroviarios e incluso se produjo una huelga de la policía bonaerense.

El 11 de marzo de 1973 Héctor Cámpora triunfó en las elecciones presidenciales

En este complejo período, Cámpora viajó en varias ocasiones a Madrid para reunirse con Perón y recibir órdenes en torno al armado del futuro gabinete. Mientras tanto, una serie de acciones del ERP(el secuestro del almirante Francisco Aleman, la ejecución, por parte de una fracción “camporista” del ERP, del almirante Hermes Quijada, responsable de la masacre de Trelew de agosto de 1972), el llamado a crear “milicias populares”, en boca del montonero Rodolfo Galimberti yel asesinato de dirigentes sindicales “burócratas” como David Klostermann, inquietaron profundamente a las Fuerzas Armadas y al poder económico.

Por su parte, los sectores de la derecha no se quedaban de brazos cruzados: se produjo el incendio de un teatro donde se iba a estrenar la obra “Jesucristo Superstar”; colocaron bombas en tumbas de guerrilleros y comienzan a organizar la futura depuración de los “zurdos” del movimiento peronista.

El 25 de mayo de 1973 buena parte del país estaba de fiesta: luego de siete años de dictadura y dieciocho años de proscripción del peronismo, asumía Cámpora la primera magistratura; una multitud en la Plaza de Mayo le gritaba a las Fuerzas Armadas que “se van, se van y nunca volverán”. A la asunción vinieron los presidentes socialistas Osvaldo Dorticós de Cuba y Salvador Allende de Chile. El dictador Lanusse le colocó la banda presidencial a Cámpora y declaró que “las Fuerzas Armadas dejan el poder en manos del pueblo”.

 

Cámpora Perón, Lanusse, Santucho. 20210712
Héctor Cámpora y Juan Domingo Perón.

 

A la noche de ese mismo 25, aparecieron los primeros nubarrones en el horizonte. Miles de personas se agolparonen la cárcel de Villa Devoto, ubicada en la Capital Federal, para pedir la liberación de las presas y presos por razones políticas. Recordemos que en la campaña electoral, Cámpora había prometido una “amplia y generosa amnistía”. Así, al grito de “Cámporita presidente, libertad a los combatientes”, la multitud empezó a golpear las puertas de la cárcel con el objetivo de derribarlas. La tensión fue in crescendo. Los guardias del Servicio Penitenciario Federal estaban armados. También había armas entre los manifestantes. Pocas, pero había. Intervino Esteban “El Bebe” Righi, flamante Ministro del Interior. Habló con Cámpora: la gente no iba a esperar que se debatiera, votara y aprobara la ley. Debían salir esa misma noche. Y así fue. Salieron las presas y presos de las organizaciones armadas. Pero también salieron los detenidos y condenados por delitos comunes. Fue la opción por el mal menor. Un gobierno popular no podía debutar reprimiendo una manifestación. En las cárceles provinciales y en el sur del país (Córdoba, Santa Fe, Rawson, Tucumán, etc.), la situación fue compleja pero se respetó la institucionalidad. Cuando llegaron las notificaciones, salieron los que tenían que salir y nadie más (puede consultarse el trabajo “¿Asunción de Cámpora ¿se vaciaron las cárceles?”, que realicé en coautoría con Hernán Olaeta, publicado en la Revista Todo es Historia).

El “Devotazo” como se conoció a este hecho, no cayó nada bien en Puerta de Hierro. Perón empezó a distanciarse de Cámpora al que acusaba de haber llenado el gobierno de “zurdos y putos”. También empezó a tomar distancia de sus propias declaraciones de años anteriores en las que había elogiado a las guerrillas (las formaciones especiales del movimiento peronista), afirmado que si tuviese 20 años estaría “poniendo bombas” y elogiando a Ernesto Che Guevara tras su asesinato (murió, tal vez, el mejor de los nuestros, apuntó). La salida masiva de presos de Devoto también asustó a los sectores del poder económico que leyeron ese hecho en clave de la“toma de la Bastilla” y el inicio de una situación pre-revolucionaria. 

Cámpora gobernó de manera febril: se entrevistó con todos los gobernadores (algunos de ellos afines a la izquierda peronista como fueron los casos de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santa Cruz y Salta); restableció relaciones con Cuba ypuso en marcha un acuerdo entre el sector empresario y el sindicalismo denominado “Pacto Social”, que fijaba un aumento de salarios inicial, para recomponer el golpeado bolsillo popular y luego un congelamiento de precios y salarios por dos años. Recordemos que los artífices del “Compromiso de la Reconstrucción Nacional”, fueron José Ignacio Rucci, líder de la CGT (Confederación General del Trabajo) y José Ber Gelbard, Ministro de Economía y que representaba a la CGE (Confederación General de Empresarios). También se renovó por completo la Corte Suprema de Justicia y se eliminó la Cámara Federal Penal (denominada el Camarón o Cámara del Terror) que había juzgado y condenado a cientos de guerrilleros.

Cámpora al gobierno, ¿Montoneros al poder?

Algunos funcionarios camporistas también imprimieron su sello a la gestión. Por ejemplo, Esteban Righi, dio un discurso en el patio del Departamento Central de Policía afirmando que “el pueblo ya no es el enemigo, sino el gran protagonista”. Jorge Taiana, Ministro de Cultura y Educación, designó a Rodolfo Puiggrós como rector de la Universidad de Buenos Aires, que éste rebautizó como “Universidad Nacional y Popular” y colocó decanos-interventores en todas las facultades. En la conservadora Facultad de Derecho, nombró al decano Mario Kestelboim. El acto de asunción, informaba Clarín, se realizó en el Aula Magna que se encontraba “repleta”. En esa ocasión, Puiggrós homenajeó a Raúl Scalabrini Ortiz y Kestelboim resaltó la misión de la Facultad “en la formación de los hombres de leyes al servicio del pueblo”. Por su parte, el diario La Prensa, señaló que en el acto se entonó el himno y la marcha peronista, que había más de mil personas y que “grupos de la Juventud Peronista con bombos, entonaron estribillos como “Atención, atención: se viene un montonero que se llama Kestelboim” y “Se va a acabar la oligarquía en esta facultad”. También transcribieron parte del discurso de Puiggrós cuando indicó que “….hoy entran a la facultad los estudiantes y los profesores que están con el pueblo argentino…ha llegado la hora de que surja una facultad nueva que responda a la línea popular impuesta por el gobierno justicialista” (junto a Hernán Olaeta escribimos un trabajo al respecto y entrevistamos a Mario Kestelboim, quien nos señaló que “aun cuando yo era el decano montonero, yo no era montonero” y que, a su juicio, la legitimidad de la lucha armada había terminado el 25 de mayo de 1973, con el regreso del peronismo al poder).

El 16 de junio de 1973, en una Argentina convulsionada, Cámpora viajó a Madrid para traer definitivamente a Perón a la patria. Su regreso, cuatro días después, estuvo signado por la tragedia conocida como la “Masacre de Ezeiza”, preludio de la disputa al interior del peronismo entre los partidarios de la “Patria Socialista”, liderados por la Juventud Peronista/Montoneros y la “Patria Peronista”, hegemonizada por el sindicalismo y el ala política, que procuraban recrear el peronismo distribucionista -y capitalista- de las décadas de 1940-1950. En definitiva, se debatía si el país debía ir rumbo al socialismo o continuar siendo una nación capitalista.

Al día siguiente, el 21 de junio, un Perón visiblemente molesto, por cadena nacional, comenzó a fustigar a los sectores de izquierda y afirmó que “no hay nuevos rótulos que califiquen a nuestra doctrina ni a nuestra ideología: somos lo que las veinte verdades peronistas dicen. No es gritando la vida por Perón que se hace Patria, sino manteniendo el credo por el cual luchamos. Los viejos peronistas lo sabemos”.

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El 25 de junio, al cumplirse un mes de su asunción, Cámpora hizo su primer -y único- balance de gestión. Señaló que se abría “una etapa de orden y construcción”, que no se permitirían desordenes nianarquía y ratificó el reemplazo de la represión por el dialogo. También planteó la importancia de la presencia de Perón en el país para el cumplimiento del programa de reconstrucción. Pero la tensión social no cedía: reclamo de los familiares de los presos comunes exigiendo su liberación (y huelga de hambre de éstos); fuga de la cárcel de Robledo Puch, el asesino más “famoso” de la historia argentina (que fue recapturado por Roberto Pettinato, director del Servicio Penitenciario Bonaerense); secuestro de empresarios, militares e incluso de aviones; huelgas; ocupaciones, etc. Para complejizar más el panorama, el escenario regional no era nada alentador: en Uruguay se producía la llamada “bordaberrización” y los militares tomaban el poder y en Chile el gobierno socialista de Salvador Allende tenía los días contados.

En la primera semana de julio había olor a golpe palaciego: se sucedieron reuniones de Cámpora con Perón en la residencia de éste en Vicente López, en la calle Gaspar Campos(epicentro de movilizaciones permanentes en aquel tiempo). En esas reuniones se destacó un personaje siniestro, José López Rega, ex mayordomo de Perón en Madrid, devenido -por obra y gracia del General- en todopoderoso Ministro de Bienestar Social (y fundador, a posteriori, de la Triple A, Alianza Anticomunista Argentina).

El 12 de julio se produjo una enorme movilización del sindicalismo peronista a Gaspar Campos. El reclamo era que Perón asumiera inmediatamente la jefatura del país, Cámpora se quedaba sin aire. Destratado por Perón (al que le había ofrecido su absoluta lealtad) que ya se negaba a recibirlo; apretado por la derecha sindical y también por la izquierda peronista que reclamaba profundizar las reformas en clave socialista.

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El 13 de julio de 1973, hace exactamente 48 años, Cámpora daba un paso al costado y presentaba la renuncia a la primera magistratura. A partir de ese momento, todo lo que vino fue muy penoso, tanto para el país como para la propia vida del ex presidente. A nivel del país, se agudizaron al infinito las tensiones al interior del peronismo y las Fuerzas Armadas volvieron a presentarse como salvadoras de la nación y pronto darían un nuevo golpe. En la vida de Cámpora, tras su salida de la presidencia fue enviado como embajador a México. En 1975, lo expulsaron del Partido Justicialista. Al producirse el golpe militar genocida del 24 de marzo de 1976, Cámpora debió asilarse en la embajada de México en Buenos Aires. Permaneció allí casi cuatro años. Insisto, cuatro años, más de mil doscientos días. A fines de 1979, aquejado por una enfermedad incurable, la dictadura argentina le permitió viajar a México, donde falleció el 19 de diciembre de 1980.

Para concluir, una palabra caracteriza la vida de Héctor J. Cámpora: lealtad. Fue incondicional a Perón, el líder del movimiento al que aquél adhirió muy tempranamente. Conoció la cárcel por defender a Perón; fue delegado del general exiliado; candidato a presidente y primer mandatario. Cuando Perón quiso asumir, Cámpora dio un paso al costado y renunció inmediatamente. Sin trucos, sin roscas, sin ínfulas. Sabemos el modo en que Perón devolvió esa incondicionalidad. Podría afirmarse que un sector de la militancia peronista ha procurado homenajearlo creando una organización política que lleva su nombre. Toca ahora que la Historia reivindique a Cámpora, el presidente de los 49 días.