OPINIóN
Análisis

Martín Balza opina sobre el Servicio Militar Voluntario

Ningún organismo internacional puede garantizar la integridad territorial, la capacidad de autodeterminación y la libertad de nuestra Nación, y esta función es una responsabilidad indelegable del Estado.

Bandera
En 1993, el Ejército solicitó públicamente al Presidente de la Nación el SMV como paso imprescindible en el proceso de modernización del Ejército. | IMAGEN DE ELIAS BUTYNSKI EN PIXABAY.

El conflicto es propio de la naturaleza humana. Es curioso que, en pleno siglo XXI, algunos sectores se pregunten ¿por qué? y ¿para qué existen las Fuerzas Armadas? La respuesta no ofrece dificultades: existen porque existe el Estado, porque hay soberanía, territorio, pueblo, vida, proyectos y objetivos estratégicos vitales a preservar, mediante el empleo del Instrumento Militar en el legítimo monopolio de la fuerza. Ningún organismo internacional puede garantizar la integridad territorial, la capacidad de autodeterminación y la libertad de nuestra Nación, y esta función es una responsabilidad indelegable del Estado. Para ejercerla, debe disponer de fuerzas equipadas, instruidas, adiestradas y motivadas. En el contexto internacional hay consenso en cuanto a disponer de un cuadro permanente de oficiales y suboficiales, constituyendo estos últimos la columna vertebral de las fuerzas. En cuanto al reclutamiento de soldados, existen dos opciones principales: el Servicio Militar Obligatorio (SMO) y el Servicio Militar Voluntario (SMV).

En nuestro país, en diciembre de 1901, el Congreso Nacional sancionó la Ley 4031 (SMO), también llamada en su momento “ley de igualdad” o Ley Riccheri, en homenaje a su hacedor, el general Pablo Riccheri. El proyecto había sido compartido por el ex presidente Bartolomé Mitre, los generales Nicolás Levalle y Luis M. Campos, y el propio Presidente de la Nación de ese momento, general Julio A. Roca. Atrás quedaba el Ejército de Línea y el reclutamiento de las milicias provinciales sin capacidad militar.

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A principios del siglo XX la situación política, socio- cultural, económica, militar y el contexto internacional eran muy diferentes a la que vivimos a fines del mismo. El sistema adoptado cumplió un ciclo por demás importante en la vida de nuestro país. Además de una aceptable capacitación militar, contribuyó —junto con la Ley 1420, de educación común, gratuita y obligatoria— a la alfabetización, muchas escuelas primarias funcionaban en los cuarteles; unió bajo una misma y a veces desconocida bandera e hizo conocer y cantar un himno común al hijo del inmigrante con el nativo de nuestras pampas; inició a miles de jóvenes en hábitos de disciplina, orden e higiene; contribuyó a relevamientos de salud pública y rompió barreras sociales permitiendo el fraternal encuentro entre todas la clases sociales.

En la segunda mitad del siglo pasado, el SMO fue perdiendo paulatinamente la vigencia que había tenido en sus primeros cincuenta años, entre otros, por los siguientes motivos: los intentos y los golpes de Estado cívico- militares y los enfrentamientos internos entre facciones de las Fuerzas Armadas, en las que murieron inocentes jóvenes soldados; la desaparición forzada de más de cien soldados durante la última dictadura, “blanqueados” como desertores; el trato incorrecto —en algunos casos— por parte de oficiales y suboficiales y la poca preocupación por el bienestar de la tropa; un código de Justicia Militar desactualizado y el empleo en actividades ajenas al servicio. La Guerra de Malvinas fue un golpe de gracia e impulsó la demanda social para la anulación del SMO.

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En 1993, el Ejército solicitó públicamente al Presidente de la Nación el SMV como paso imprescindible en el proceso de modernización del Ejército. Un año después, un hecho criminal ocurrido en un cuartel del sur del país— rápidamente esclarecido—actuó como un elemento catalizador y el Poder Ejecutivo suspendió el reclutamiento vigente e impuso el SMV. Fue un gran paso hacia la reestructuración en marcha de la Fuerza, llevada a cabo por un excelente grupo de generales, con la comprensión y apoyo del cuadro de oficiales y suboficiales. Entre otros aspectos medulares, contemplaba: una sustancial reforma del Sistema Educativo; el reequipamiento más grande e importante desde el advenimiento de la democracia hasta el día de hoy: una reforma del Área de Inteligencia; las relaciones con ejércitos de otros países y ejercitaciones conjuntas y combinadas; un ajuste orgánico y un nuevo despliegue; el incremento de la participación de la mujer, y—reitero—: el Servicio Militar Voluntario que, entre otros aspectos positivos, contemplaba:

  • Posibilitar la acumulación sistemática de experiencia en los soldados, evitando cada año iniciar nuevamente de cero la instrucción.
  • Intensificar la profesionalidad de los jóvenes oficiales y suboficiales para liderar tropa con experiencia, a veces de hasta con diez años de adiestramiento.
  • Lograr que los soldados operen con mayor eficiencia los constantes cambios y avances tecnológicos de los sistemas de armas que antes eran solo operados por oficiales y suboficiales.
  • Facilitar la asistencia a estudios secundarios y universitarios.
  • Disponer de reservas altamente capacitadas. En tal sentido, se buscó capitalizar la experiencia de la movilización de 1978.

 Los resultados superaron nuestros cálculos más optimistas. La predisposición anímica y no compulsiva para la instrucción y el adiestramiento del soldado contribuyó a ello, acorde con las nuevas necesidades de la Defensa Nacional, la experiencia de Malvinas, el nuevo contexto internacional y regional, la evolución tecnológica y la definitiva inserción de las Fuerzas Armadas a las Instituciones de la República.

El conocido historiador y escritor estadounidense Robert Potash, especializado en estudios sobre el rol de los militares en la historia argentina, sintetizó así todo lo expresado: “Existen motivos para creer que el proceso de adaptar al Ejército al papel de servidor de un Estado democrático, en vez de tratar de mantener una existencia autónoma como en el pasado, está en camino en un grado mayor que nunca antes; el Ejército se ha convertido en una fuerza profesional”.

El Servicio Militar Voluntario canalizó una transición de una época a otra, de un siglo que se extinguía a otro—post Guerra Fría—, que se vislumbraba como no bipolar, ni estructurado, ni predecible, donde prima la incertidumbre y el cambio permanente y rápido.