OPINIóN
Psicología

La ansiedad que nos mata

Si bien es un sentimiento esperable, en estos tiempos la ansiedad se ve potenciada, y ese plus implica un trastorno que altera al ser en su conexión consigo mismo, en su vida cotidiana y con sus vínculos.

En pandemia crecieron los trastornos de ansiedad y cuadros de depresión
En pandemia crecieron los trastornos de ansiedad y cuadros de depresión | REPERFILAR

Solo hay presente. El pasado es una interpretación, es como arcilla que moldeamos acorde a los recuerdos y los olvidos. Y el futuro no existe, es un invento, una ilusión, un proyecto que, como bien nos enseñó la pandemia, está a merced de eventualidades que pueden desarmar lo que tanto proyectamos.

Insisto: solo hay presente. Pero el problema es que no nos enseñaron a valorarlo, a conectar con él, a vivirlo a pleno. Vivimos a destiempo, apurados. Y el síntoma que mejor define el estado anímico asociado a esta forma de vida es la ansiedad.

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La ansiedad es un estado mental en el que predomina la sensación de impaciencia y turbación. La mente se encuentra agitada, asomada siempre a ventanas que dan por sobre todo al futuro y a lo que hay que adquirir o lograr. Si bien es un sentimiento esperable, en estos tiempos la ansiedad se ve potenciada, y ese plus implica un trastorno que altera al ser en su conexión consigo mismo, en su vida cotidiana y con sus vínculos.

¿Por qué aumenta la ansiedad? Una respuesta posible estaría asociada a los efectos de las ideologías reinantes, al capitalismo que instala “identidades”, consumos y modas, que inventa deseos que el ser humano sale a comprar ansiosa y compulsivamente, para pertenecer, para no quedar afuera, para no ser “menos”; cuando en realidad es en esta manera de obrar donde se resta como sujeto, desatendiendo su verdad singular, los propios deseos.

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La ansiedad no es una enfermedad, aunque sí puede conducirnos a una si crece en intensidad. Como otros síntomas, es una señal de alarma que nos invita a preguntarnos qué estamos haciendo con nuestra vida. Al igual que un cuadro febril, es un aviso de que algo nos está sucediendo. Es una advertencia que ofrece nuestro psiquismo para detenernos a reflexionar; y detenerse a pensar es justamente lo contrario a los intereses de esta época signada por el hacer continuo, por los actos, por el impulso sin la mediatización del pensamiento y de la pausa necesaria para hacernos preguntas como: ¿quiero vivir así? ¿Quiero esto para mi vida?

¿Estamos vivos de verdad? ¿Vivimos nuestra vida o somos lo que los demás quieren que seamos? No hay nada más importante que conectar con nuestra singularidad y con nuestros propios deseos, y eso va en justa oposición a lo masificado y a la conexión permanente con el afuera que pretende esta época de redes sociales pero de escasa comunicación. Aunque no nos guste, un síntoma, como puede ser la ansiedad, llega para que nos percatemos de esto, de que estamos fuera de nuestra verdad de ser y así empecemos a recorrer la vía que nos conduzca al encuentro con nuestro propio deseo.

Qué es la ansiedad

La OMS (Organización Mundial de la Salud) define a la salud como un estado de completo  bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad. Si bien pensar en la salud perfecta, en un estado completo y siempre armonioso resulte utópico, para alcanzar ese  BIENESTAR señalado, primero hay que BIENSER. Y para BIENSER es urgente desprenderse de las etiquetas y de los imperativos sociales de éxito y de satisfacción inmediata, de maneras de gozar reguladas como mercancías que nos impiden descubrir lo que cada uno y cada una desea para su propia existencia. Las ideologías imperantes programan nuestra vida, nos instalan modas y modos de ser y de estar, y eso, tarde o temprano, debería generarnos malestar, un estado de tensión que resulte la puerta de ingreso al mundo interior para hacernos la pregunta fundamental: ¿Qué deseo para mi vida?

La ansiedad es el precio que se paga por estar fuera de nuestro eje, en el dilema entre lo que se “debe” hacer y lo que verdaderamente se desea, entre lo impuesto y lo verdadero. De un sentimiento normal y esperable, la ansiedad puede ir creciendo en intensidad hasta alterar toda nuestra existencia. Sentir ansiedad no es lo mismo que Ser Ansioso. Que el síntoma no sea una identidad. Que la ansiedad no nos mate, vaciándonos de identidad, sino que sea el camino para desprendernos de lo impuesto y así hallar nuestro deseo más auténtico y nuestra libertad de ser y estar en el presente.