OPINIóN
Diario del Juicio

Perfil, el Diario del Juicio y el autoritarismo latente

La ceremonia fue realmente conmovedora y a la vez inspiradora y hubo tres cuestiones que flotaron en el aire durante todo el encuentro.

El Diario del Juicio - Reedición
Relanzamiento de El Diario del Juicio | SERGIO PIEMONTE

Ayer Editorial Perfil me distinguió invitándome al lanzamiento de la reedición del legendario Diario del Juicio, la publicación que Jorge Fontevecchia llevó a cabo con enorme valentía, durante el juicio a las juntas militares. La ceremonia fue realmente conmovedora y a la vez inspiradora y hubo tres cuestiones que flotaron en el aire durante todo el encuentro.

Una de ellas fue la epopeya, el coraje de esa generación, que se jugó en cada paso la vida, para recuperar la democracia y básicamente la libertad. “¡Viva la libertad, carajo!” no fue una proclama enunciada en la época, pero estaba implícita en esa lucha. Relató el propio Fontevecchia que, todavía en dictadura, publicó una tapa de la revista La Semana con el rostro del genocida y torturador Alfredo Astiz, lo que le valió el secuestro primero y el exilio después. Esa era la temperatura de la libertad de prensa y expresión en esos tiempos.

La segunda idea que flotaba en el aire, o al menos la que el suscripto percibió, consistía en que el secuestro de la temática de la lucha por los derechos humanos que el kirchnerismo hizo durante los últimos 20 años, la manipulación y tergiversación, y la utilización para obtener réditos políticos y económicos personales, destrozó aquella gesta a los ojos de las nuevas generaciones. Para ellos, que solo escucharon esa versión K de la historia, porque los reales protagonistas les regalamos el recurso retórico a los K, los derechos humanos y la gesta de la recuperación democrática, son solo excusas para que haya “Sueños Compartidos”, gente defecando en la puerta de la Catedral Metropolitana y otros eventos funestos.

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Por fin, y tal vez a consecuencia de lo anterior, podía percibirse el peligro inminente de que la democracia se desmorone, curiosamente sepultada por el voto popular. No sería el primer caso en la historia del mundo y la tergiversación de los acontecimientos pasados es un conductor importante para ello.

Todos hicieron referencia al candidato mas votado en la PASO, alguien que se ha negado a afirmar que cree en la democracia, que ataca brutalmente a los medios que resaltan sus errores o defectos, que elige los invitados y las preguntas en los programas en que se lo invita a participar y que, incluso, presiona a los medios para que aparten de sus horarios a los periodistas que no se la hacen fácil. Una persona que insulta a los gritos cuando se encuentra con una opinión diferente a la suya.

Además, el mismo candidato lleva una candidata a vicepresidenta, que se ha relacionado íntimamente con aquellos represores, que no admite la existencia de desapariciones forzadas, torturas, robo de bebés, violaciones, campos de concentración, en definitiva, reivindica a aquellos genocidas. Y además de su deleznable posición frente a la historia, lo mas inquietante resulta ser cual es su postura de cara al futuro, porque en definitiva bien podría tratarse del fundamento ideológico de la vocación autoritaria de su candidato a presidente.

Los que asistimos a evento de Perfil de ayer, sentimos flotar todas esas inquietudes en el espeso aire de la sala de audiencias donde la Cámara Federal condenó a los represores. Y la pregunta que queda, es que vamos a hacer frente a ello. Porque hay un par de generaciones que, al recibir la historia tergiversada por el kirchnerismo, no saben lo que es el autoritarismo, gritan “¡Viva la libertad, carajo!”, sin entender que pueden blandir ese slogan porque hubo quienes dieron su vida, su fuerza, su energía, quienes corrieron los riesgos, para que ellos pudiesen nacer y criarse en democracia y gritar lo que quieran gritar. Y si se equivocan, buscando una libertad que ya tienen y no valoran porque no debieron correr riesgos para conseguirla, es muy posible que la pierdan, que extraña y mansamente, se entreguen a los brazos de un opresor.

Y la pregunta que me surgió es: ¿qué vamos a hacer frente a esa posibilidad? Los que de algún modo participamos de aquella búsqueda de libertad, corriendo los riesgos ya mencionados, somos, a esta altura “viejos meados”. Tenemos de 50 largos para arriba y estamos francamente descolocados. Posiblemente, nunca supusimos que a estas alturas, la lucha consistiría en evitar un suicidio colectivo a manos de quien perfectamente, podría ser el líder de una secta, que se hace asesorar por animales muertos y piensa en niños encadenados y envaselinados cuando quiere graficar como el Estado nos presiona con impuestos.

Pero es lo que se nos ha puesto por delante, uno casi nunca puede elegir a quien deberá enfrentar, solo esta en condiciones de seleccionar, los principios que esta dispuesto a sostener con alma y vida y hasta el final de su existencia. Mi generación de “viejos meados” decidió que la causa de su vida fuese la democracia y con ella la libertad. Y es cierto que ya dimos suficientes peleas, porque en todo este proceso, también combatimos al populismo y la venezualización de la Argentina. Y como en toda esta etapa que he relatado, los que inventaron el slogan “¡Viva la libertad, carajo!”, no estaban ahí para ayudar, ni una vez.

De modo que nos toca esta pelea, una mas, viejos, meados y todo. Y esta vez consiste en agarrar a una generación del cuello de sus remeras mientras intentan saltar al vacío con pasión y también con la furia que les transmite su líder místico. Y en esta inteligencia tengo una pregunta complementaria. Muchos de nosotros somos profesionales, medianamente nos ha ido bien, en cualquier contexto podemos sobrevivir, en muchos casos sin mayores sobresaltos. El mundo es hoy muy pequeño y podría irnos muy bien en cualquier parte. Y entonces la pregunta es: ¿Cuántas ganas nos quedan de evitarles el padecimiento a los masoquistas mientras nos acomodamos el pañal para adultos? Fuerza nos sobra. Ganamos peleas mucho mas complejas y peligrosas. Nos avala la historia. 

 

(*) Horacio Minotti es periodista, escritor, abogado