Desde el viernes 20 de marzo, en Argentina, venimos transitando cada dos semanas, cuarentenas sucesivas. Así, a través de decretos presidenciales constantes, se viene disponiendo que seguiremos cumpliendo por ley, aislamientos sociales o encierros en nuestras casas (para aquellos que tenemos casa), y prohibiciones de múltiples actividades laborales o recreativas.
Un par de semanas atrás, nuestra cuarentena fase 4 fue otorgada a todas las provincias argentinas, excepto al Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA); de tal manera, las provincias del interior ingresaron en una etapa calificada como de “reapertura progresiva “, mientras que la zona del AMBA tuvo que mantenerse en la tercera etapa calificada de “segmentación geográfica”. Estos anuncios traducidos en determinaciones políticas y concretas acciones, resultaron en la reapertura de actividades industriales-comerciales en las distintas provincias y localidades del interior del país, y de salidas o paseos, respetando los protocolos sanitarios correspondientes. En el AMBA, si bien se flexibilizó parte de la cuarentena, a partir del permiso gradual y estrictamente controlado de ciertas actividades industriales- comerciales, y a través de una autorización para que los niños y niñas puedan transitar tramos cortos los días sábados y domingos, la cuarentena se mantuvo con mayor rigor, debido a que lo obvio comenzó a manifestarse, porque el sol se puede tapar con la mano un mes, dos meses, no más.
Así, como era de esperar, la zona metropolitana de la Argentina comenzó a sufrir una escalada respecto a la curva de contagios por coronavirus, debido a que la aglomeración y circulación de personas es notoriamente más alta que en el resto del país, y debido a que los focos de mayor aglomeración y circulación de personas no fueron atendidos en tiempo y forma para prevenir la escalada de contagios. Fue así, como, a pesar de contar con “el diario del lunes”, geriátricos, cárceles y barrios vulnerables no fueron atendidos desde el comienzo de la pandemia, con los correspondientes procedimientos y protocolos, para prevenir que el virus ingrese en estos espacios de alta vulnerabilidad; y cuando nuestros gobernantes comenzaron a trabajar sobre estos enormes focos de contagio, llegaron tarde, y el coronavirus comenzó su escalada hacia límites aún inciertos.
En la última conferencia de prensa, el presidente de los argentinos, Alberto Fernández, junto al jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta y el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, indicaron cómo continuaremos con nuestra cuarentena fase 5. Algunas provincias o localidades que han desmejorado su situación sanitaria deberán retroceder a la fase anterior más estricta; y en la zona del AMBA, tal cual lo anunciaron en la conferencia nuestros dirigentes políticos, deberá continuarse con el aislamiento social, preventivo y obligatorio (dando marcha atrás a la flexibilización de ciertas actividades industriales-comerciales, en determinados barrios y calles que concentran mayor cantidad de población en la región metropolitana). Los niños por el momento podrán continuar con sus paseos breves los fines de semana, y quedarnos en nuestras casas seguirá siendo la regla número 1, frente a un sistema de salud que no se fortaleció lo suficiente, si no, ya no estaríamos bajo una cuarentena estricta y obligatoria.
Donde dice "barrio" debería decir "villa": hacinamiento y realidad de la marginalidad
Al finalizar la conferencia de prensa, frente a una simple y muy oportuna pregunta formulada por una periodista, que consultó sobre el tratamiento que podría darse a la “dimensión emocional” de aquellas personas que se encuentran encerradas en sus casas hace más de sesenta días, el presidente, casi con ira, o con ira, respondió que no entendía cómo podíamos estar en un estado “angustioso o angustiante”, cuando el Estado (casi como un “padre”), nos está cuidando.
Del otro lado del Plata, un presidente de una pequeña pero enorme república, que no aplicó cuarentenas obligatorias y que fue consultado sobre el cuidado de las personas adultas mayores respondió literalmente: “estamos exhortando fuertemente a personas mayores de 65 años, a que se queden en sus casas..” y continuó destacando “... Uruguay vive una triste situación, que a veces dejamos de lado, y es que miles de adultos mayores…, en toda la semana no reciben la visita de nadie y las pocas veces que sociabilizan es una plaza, entonces cuidado con las medidas frías y los números”.
Alberto Fernández está montado al tigre de la cuarentena y no sabe cómo bajarse
Que el presidente de los argentinos quiera cuidarnos suena bello, sin embargo, la función de un presidente es representarnos, representar nuestros intereses, nuestras demandas, nuestras inquietudes y nuestras preocupaciones. Y si nuestras intranquilidades abarcan otras cuestiones además del coronavirus, debería poder escucharnos sin enojarse, y encontrar el modo de poder conciliar el tratamiento de la salud física (que incluye otras dolencias además del coronavirus) y la salud mental.
Vale dudar si no puede ser altamente peligroso para la vida de los argentinos enfocar solamente en el coronavirus, mientras las demás enfermedades físicas y psíquicas siguen padeciéndose, aunque no se las ilustre a diario con gráficos y barras de colores. Vale dudar de un plan que pretende que permanezcamos encerrados en nuestras casas, mientras los centros de aglomeración masiva no se controlaron hasta hace escasos días. Y vale dudar de un presidente, que mientras nos mantiene en vilo, preocupados por nuestro “enemigo silencioso”, su mayor aliada política va conquistando impunidad sobre causas abiertas y contundentes.
Vale dudar.