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Eduardo Levy Yeyati: “Las reformas no son purgas”

El economista y académico, exjefe del BCRA durante la resolución de la crisis de 2002, forma parte de los especialistas de JxC que representan al radicalismo y explica el plan de estabilización que prepara la oposición en caso de llegar al gobierno en diciembre. Habla de las reformas que hay que hacer y las contradicciones entre comunicar lo que cree que “es la verdad”, y que eso no termine alejando a los votantes.

Eduardo Levy Yeyati 20230602
Eduardo Levy Yeyati, en la entrevista con Jorge Fontevecchia | MARCELO DUBINI

—¿Es posible hacer un plan económico que sea correcto, satisfaga las necesidades y, al mismo tiempo, sea aplicable y no sea resistido por la sociedad, que finalmente lo torne inaplicable? 

—Depende de la naturaleza del programa. La respuesta breve es sí. Si no, no estaríamos pensando en un programa, que en alguna medida es un cambio de régimen. Es un programa de cambios profundos. A priori es sí, porque si el programa efectivamente es de cambios profundos, seguramente va a tener el siguiente efecto, va a estar modificando, alterando algunos privilegios o negociaciones específicas individuales o con un grupo de interés, para beneficio del país. Y en la mayoría de los casos, el país no sale a apoyar el programa, pero el grupo de interés que se vea afectado posiblemente proteste. Eso es totalmente natural, eso no lo hace necesariamente inaplicable. En todas partes del mundo, cuando hay una reforma, hay protestas más o menos razonables. Uno tiene que aprender a vivir con eso. Hay que aprender a convivir con la protesta y con la falta de apoyo inicial, que cualquier reforma profunda suele tener, no solo en la Argentina. 

—¿Se pueden ganar las elecciones con una promesa de ese tipo? 

—No, las elecciones se ganan con una promesa positiva. Se ganan explicándole a la gente que hoy la Argentina está muy desalentada y con razón. A mí, a veces, me pasa que tengo que volver a repensar el contexto y las oportunidades argentinas para ilusionarme, entusiasmarme. Entiendo que hay mucho desaliento. A la gente votante hay que explicarle que nosotros podemos estar mucho mejor en un tiempo relativamente corto. Entonces, esa promesa es del punto de llegada, es la promesa de lo que vas a obtener, de lo que va a mejorar, lo que va a cambiar para mejor. Eso hay que explicarlo muy bien, porque de tanto fracaso la gente no te cree. Pero lo cierto es que nosotros con una secuencia de malas praxis, nos hemos desviado de un camino potencial. Pensarlo de esa forma, como en una crisis. Viste que en la crisis lo que sucede es que la producción, el producto, la actividad caen, pero las máquinas están, no están siendo utilizadas, entonces, el rebote es relativamente rápido cuando empiezan a ser utilizadas esas máquinas, esa capacidad ociosa. Nosotros tenemos desarrollado el ocio. Podríamos haber crecido mucho más, y por nuestras malas políticas no crecimos, corregimos las políticas y aun antes de crecer tenemos una equiparación, una recuperación que es casi inmediata. O sea que los beneficios de hacer las cosas bien, son mucho mayores de lo que la gente percibe. Y eso sí hay que explicarlo muy claramente en la campaña.

—¿Qué te pasa cuando escuchás o leés a Jaime Duran Barba, que dice: “Nadie gana una elección en ninguna parte del mundo prometiendo ajuste”? 

—Me parece que es una frase muy corta, hay que contextualizarla. Tampoco diría que uno tiene que mentirle a la gente. La gente creo que sabe, percibe qué es lo que se tiene que hacer. Sin ir más lejos, basta escuchar a Cristina para darse cuenta de que la situación es muy mala, ni siquiera la tengo que contar yo. Entonces, tampoco hay que enfatizar todo lo que la gente percibe qué efectivamente tenés que hacer. Eso no implica mentir, no implica prometer el salariazo para después hacer un recorte del salario real, sino implica hacer lo opuesto. Pero creo que sí vale la pena un esfuerzo de comunicación para explicar por qué tenemos que consolidar las cuentas públicas, por qué tenemos que bajar la inflación, por qué tenemos que hacer reformas estructurales que hace treinta años que no hacemos. Porque la última ola de reformas fue a principios de los 90. Lo tenemos que hacer, porque esto es lo que garantiza que nosotros recuperemos las oportunidades perdidas. Ahora, si vos solo le contás que lo primero que hay que hacer es un ajuste sin darles la racionalidad de ese ajuste; finalmente, uno quiere bajar la inflación para que se produzca más. Le estás contando la mitad de la historia, la peor mitad. Entonces, eso sí no lo recomendaría. 

Eduardo Levy Yeyati 20230602
SINCERICIDIO UNO: “La gente tiene que entender que cada uno tiene que poner un poquito, y la verdad es bien difícil comunicar eso masivamente. Debemos tener convicción en nuestras reformas, jugar nuestro juego”. (FOTO MARCELO DUBINI)

En esta misma serie de entrevistas, una de las precandidatas a presidenta, Patricia Bullrich, planteó que no había que pensar siquiera en ganar las elecciones de medio término, sino que hay que tener una mirada de mediano y largo plazo, en cuyo caso se infiere que los beneficios recién se percibirían en 2026/2027. ¿Se plantean el problema que el cuerpo de la sociedad no lo vaya a soportar? 

—Calificaría lo que, según vos, dijo Patricia, por dos razones. Primero, porque eso lo vengo diciendo hace varios años, me gratifica que lo haya dicho. Uno no puede, como líder político, asumir en este sistema bianual que tenemos de elecciones, asumir pensando en tu apoyo o las imágenes de los próximos meses, pensando en que dentro de dos años hay que ganar la elección. Ese horizonte es muy corto. Tenés que gobernar pensando que vas a perder la elección, bancándote ese escenario. Ahora, eso no implica que vas a tardar cuatro años en ver los méritos de tu tarea, porque la inflación debería caer en el segundo semestre o hacia fin de año, para evitar el segundo semestre, que es una cosa que quedó tachada del discurso político. Rápidamente, vas a ver los beneficios, entonces, si hacés las cosas bien sin mirar el marcador, por ahí ganás las elecciones de medio término, pero no tenés que subordinar tus políticas a ganar las elecciones de medio término, que creo que fue lo que hizo equivocadamente Cambiemos en 2016 y 2017. Eso, por un lado. Iría más lejos; lo natural es que pierdas como gobierno que es reformista, que pierdas imagen los primeros meses. O sea, tener coraje en la Argentina no es, a mi modo de ver, hablar fuerte y a los gritos en un canal de televisión, es bancarte la pelota. Hay una analogía que hace Barack Obama entre la política pública o la política y el fútbol americano, dice: “El político es como el quarterback, el tipo que recibe la pelota, y mientras el equipo que me enfrenta manda tipos grandotes para bajarme y la defensa trata de pararlos, yo no tengo que mirar a los atacantes, no tengo que mirar la coyuntura, tengo que mirar el pase largo, tengo que tratar de meter la diagonal, de meter el pase”. Tener huevos es bancar esa pelota. Eso sí creo que es inevitable si queremos reformar la Argentina.

“La ventaja, que en realidad es una tragedia, de esta situación en relación con otras es que el salario real está bajo”

—¿Creés que la sociedad argentina lo va a soportar? 

—Espero que sí, yo creo que sí. Hay que comunicarlo bien, tener muchísima atención con lo que yo llamaría el impacto social, el impacto de las medidas sobre sectores que son muy vulnerables y más importante aún, sectores a los cuales el sector público no les llega directamente, porque nuestro sector público llega a los que están registrados, a los que tengo en la base, pero hay muchos otros que quedan fuera de la red. Hay que ser muy cuidadoso para que el programa de reformas sea equitativo. Para cuidar a los tipos que están más expuestos, pero estoy seguro que se puede hacer. Estoy seguro de que la población argentina, si uno va con la suficiente franqueza en la comunicación, no con brutalidad, lo va a bancar. Sí. 

—Si uno mira la última crisis, Ben Bernanke, con su calidad de profesor, fue clave para llegar a la sociedad y darle contención. ¿Cuánto del didactismo va a ser necesario para que la sociedad comprenda las ventajas y esté dispuesta a cruzar y pagar los precios de los sacrificios que haya que hacer? 

—Tiene que ver la forma en que se comunica y, si se quiere, la sensibilidad social del líder, que va a ser el vocero político, el presidente, por ahí, algunos ministros, alguien en el Congreso, que son los que van a ser los voceros de lo que se está haciendo. Pero aun en ese caso, no esperaría que las reformas, sobre todo las principales, tuvieran apoyo a priori. Los apoyos para las reformas se construyen a posteriori, se construyen con los resultados. Las primeras cosas que va a hacer el próximo gobierno, que debería hacer este, ahora, mientras la situación se deteriora, pero lamentablemente no creo que lo haga. Van a ser difíciles de explicar, la gente va a intuir que hay algo detrás, que hay alguna racionalidad, pero tampoco va a comprar. Sobre todo porque le han vendido muchas promesas incumplidas. Entonces, no tiene ninguna razón para creer que esta vez va a ser así, pero no bien empiece a bajar la inflación van a abrir los ojos y nos va a dar más tiempo. Los primeros resultados te van abriendo un poco la cancha para ir avanzando, y de vuelta, una vez que termines con las primeras reformas, empezar con las segundas reformas, porque nosotros tenemos que hacer las reformas de los últimos treinta años, pero después vamos a tener que hacer las reformas que hacen el resto de los países, porque el mundo avanza y cambia. No son simplemente las medidas que uno anuncia el primer semestre, son las medidas que uno anuncia después de la elección de medio término o en el segundo mandato. Tenemos que ponernos en la cabeza que tenemos que estar en permanente cambio.

“En todas partes del mundo, cuando hay una reforma, hay protestas; los apoyos a las reformas son a posteriori, con los resultados”

—Tenés tu corazón radical, ¿es posible algo parecido a lo que fue el Plan Austral, que inmediatamente produjo beneficios palpables, redujo la inflación y, al mismo tiempo, no fue recesivo?

—Sí, creo que es posible. De hecho, si me preguntás, en mi caso, lo que estamos pensando como plan de estabilización es una suerte de blend entre el Plan Austral, algo de lo que se hizo en 2002, que es apostar mucho a la actividad privada, una transferencia de recursos a la actividad privada para que invirtiera, y posiblemente algo de lo que se utilizó en la convertibilidad, no tanto la fijación cambiaria, sino las reformas. Porque fue lo que le faltó al Plan Austral, que estaba implícito, y también faltó en 2002, porque ahí ya estaba excluido no había apoyo político para esas reformas, las del primer Cavallo, que uno puede discutirlas o no, pero claramente fue la última ola de reformas que tuvimos en la Argentina. La respuesta es Plan Austral, sí, con las reformas de la convertibilidad, con la apuesta al sector privado de 2002, más algunas otras cosas, que si querés podemos explayarnos más. 

“Nosotros temíamos mucho la reacción, pero no llegamos a hacer las reformas. Nuestro problema fue temerles a las reformas”

—Me gustaría, porque me parece una contradicción si por contar el plan se perdieran votos.

—Pero el programa de estabilización no es el programa de gobierno. El programa de estabilización es algo que vas a tener que hacer defensivamente cuando llegues, porque la inflación ya ni sabemos dónde va a estar porque sigue progresando hacia arriba. Es parecido a lo que se hizo en 2002. En 2002, yo estaba en el Banco Central, y no tenía un programa, por eso no tiene nombre. Fue una serie de mecanismos de defensa, porque venía un tsunami, que era la demanda de pesos que querían sus dólares y venía posiblemente una hiperinflación que era lo que la gente veía y teníamos que defender eso de alguna forma. Nosotros en la campaña tenemos que destilar un programa de gobierno, explicarle a la gente por qué va a tener un trabajo decente, por qué la educación va a ser una herramienta de progreso social, por qué vamos a crecer después de diez, doce años de estancamiento, por qué vamos a dejar de ser un país pobre. Nosotros vamos al exterior y todo nos resulta carísimo porque nos volvimos un país pobre. Nuestra moneda, si el país crece, debería valer más de lo que hoy vale en el mercado paralelo. En el programa uno le cuenta a la gente por qué hace las cosas, tienen que ser contenidos positivos. El plan de estabilización es básicamente cómo hacemos para parar esta pelota, para empezar a recuperar. Pero no es el programa de gobierno.

—¿Y ese plan de estabilización no podría ser atractivo electoralmente? 

—¿Qué tiene de atractivo el programa libertario que dice que planea ajustar un 13% del producto en términos fiscales? No es eso lo que lo hace atractivo, lo hace atractivo otra cosa, la afinidad con el personaje, el registro, la forma en que lo expresa o incluso el hecho de que no represente la vieja política. Hay un montón de factores que no me voy a detener, tampoco es mi especialidad, pero no es tan ganchero el programa. 

—¿Pero no creés que el punto central de la problemática cotidiana de la Argentina en la economía es la inflación, con la consiguiente pérdida del salario real? 

—Sí, ese es un buen punto. Volviendo a tu pregunta sobre el programa de los libertarios, preferiría no mentirle a la gente; no implica salir a vender sangre, sudor y lágrimas o 40 años en el desierto. Pero preferiría no mentirle. Hay formas de contarlo en donde uno enfatiza la racionalidad y los beneficios, sin necesidad de decirle que si dolarizo voy a terminar ganando el mismo salario en dólares. 

—La pregunta es: ¿hay un programa económico de estabilización que sea atractivo sin mentir, que se pueda contar, la gente lo pueda comprender y que termine?

—Así como lo planteás, no. No existe tal cosa. El programa es complejo, de muchos matices. Yo creo que el período de ajuste va a ser mucho más breve, si se hacen las cosas, hacia fin de año muchos de los beneficios deberían verse.

—¿A fin de 2024?

—En 2024. Esto con la salvaguardia de que no sabemos cómo vamos a llegar a fin de año, pero asumiendo que no sea muy distinto que esto que estamos viendo ahora... Realmente tenemos que simplificar tanto nuestro discurso de manera paternalista para el votante, para que lo digiera aun al punto de desnaturalizarlo. 

—Te pongo en la vereda opuesta. El año que viene no va a estar la restricción que produce la sequía, el gasoducto va estar terminado con Vaca Muerta produciendo más, parte de la minería empezando a exportar, otra parte recibiendo inversiones y Argentina podrá encontrar mecanismos para resolver sin el sufrimiento de cruzar 2024.

—Tenés una idea del plan que es distinta del plan. Primero esta distinción entre gradualismo y shock hay que abandonarla, porque es una propuesta binaria que no caracteriza el degradé de políticas, las diferentes variantes de cada una de las políticas, monetaria, fiscal, salarial. Segundo, no estamos hablando de un ajuste brutal ni un shock que haga caer el producto. De hecho, siguiendo un poco la línea de lo que venías diciendo, el producto el año que viene debería crecer, aunque más no sea ayudado por la recuperación de la cosecha. Entonces, no estamos hablando de un ajuste al estilo griego, porque en parte ese ajuste ya se está dando ahora y en parte porque, como bien decís, vamos a tener algunas palancas sobre las cuales podemos pisar y tratar de contener un poco el impacto más recesivo de una consolidación fiscal. Entonces, cuando ponés todo sobre la mesa, es cierto, la gente piensa que el ajuste va a ser mucho mayor en términos del impacto socioeconómico, de lo que nosotros pensamos. 

Eduardo Levy Yeyati 20230602
SINCERICIDIO DOS: “Tenés que gobernar pensando que vas a perder la elección, bancándote ese escenario. Hay que abandonar la distinción entre gradualismo y shock. La gente creo que sabe, percibe qué es lo que se tiene que hacer”. (FOTO MARCELO DUBINI)

—La propuesta de la otra coalición es: “Con esta gente va a haber ajuste, vótennos a nosotros que no va a haber ajuste”. 

—¿Pero cuál es la otra coalición, la del Gobierno?  

—Sí, la de Gobierno. 

—¿Pero la del Gobierno qué es lo que puede vender?

—Que ustedes son un remedio peor que la enfermedad, que es más duro lo que se va a sufrir que seguir con inflación... 

—Es falso. 

—No estoy planteando que lo sea, sino como argumento. 

—No, me parece que no entraría en esa discusión con el votante, porque se da cuenta que esto es insostenible. Eso se ve incluso en las encuestas donde aparece la imagen del elenco oficial actual en niveles bajísimos. Nuestra discusión con el votante es si tienen las ganas de confiar nuevamente, aunque sea parcialmente con salvaguardas en nosotros. Pero nuestro diálogo con el votante no es comparándonos con este gobierno y tampoco comparándonos con Milei. Nuestro diálogo con el votante es explicarle qué es lo que queremos hacer, por qué lo queremos hacer, cómo lo vamos a hacer y que al final de cuentas, muchos de los fantasmas que se alimentan en los medios, por simplificar demasiado algunos de estos argumentos, son falsos.

“Hay que aprender a convivir con la protesta y con la falta de apoyo inicial, que cualquier reforma profunda suele tener, no solo en la Argentina”

—¿No les quedó un complejo  sobre que en 2016 no dijeron lo que ustedes creen que había que decir y entonces ahora, como una formación reactiva, están en lo opuesto, sobreactúan los males por venir, independientemente de lo que después haya?

—Es muy bueno ese punto. Efectivamente, ahí hay dos visiones y creo que predomina la que comentaste, que lo que nos pasó en 2016, 2017, fue que no alcanzamos a imponer todas las cosas que habíamos pensado hacer, se debió a que no le contamos a la gente la verdad. Sé que este es el consenso, yo disiento de eso. Creo que primero no tuvimos mucha protesta nosotros como gobierno en 2016, 2017, ni siquiera con el cambio de la fórmula previsional, comparemos los cinco mil tipos en la plaza tirando piedras con un millón de personas tirando Molotov. Si hablamos de huevos, ahí tenemos a alguien que los tiene. No creo que haya sido esa resistencia, creo que nosotros temíamos mucho la reacción, pero no llegamos a hacer las reformas, entonces tampoco tuvimos una reacción. No subestimaría al votante, ha descubierto algunas cosas, aparte de que ha perdido la fe en muchas y creo que no fue ese nuestro problema. Nuestro problema fue temerle a las reformas. No le tenemos que tener miedo a la protesta y a la caída de imagen. Tenemos que tener convicción en nuestras reformas, jugar nuestro juego. El juego defensivo fue el que nos hizo mal. No fue el votante, fue el Gobierno.

—Mencionabas que el año que viene se va a crecer, me parece que no cabe duda, gobierne quién gobierne, ¿no podrían ustedes prometer que si son gobierno en lugar de crecer el 3%, se crecería el 6%? 

—¿Pero vos pensás que nos votarían más con decir 6%? 

—Sí, si son convincentes y tuvieran un plan así. 

—Las proyecciones tienen un intervalo de confianza muy amplio, puedo decir que podemos crecer 6% más o menos, o puedo decir que hay un recorrido hacia adelante muy alto y después las cosas pasan, ¿pero creés que así se gana la elección?

—Parte de la economía son las expectativas. Los escucho siempre pesimistas a los economistas.

—Soy muy optimista. 

—Voy a poner un ejemplo, ¿cuánto va a terminar el Producto Bruto este año, con una caída de 3%, creés vos?

—No, 5%. 

—¿5%? 

—Le tenés que sumar un 3% de un shock meteorológico que es perfectamente reversible. 

—¡Qué optimista! ¿Qué pasaría si llega fin de año y en lugar de caer el 5% no cae nada, qué harías, bajás el título de economista de la pared?

—No, porque no me dedico a hacer proyecciones. 

—Todos los economistas de Juntos por el Cambio plantean una caída del Producto Bruto grande, 4% dicen la mayoría, y vos decís 5%. 

—Sí hay una racionalidad. No te olvides de que estamos basándonos en las propuestas, y en las políticas públicas que hace este gobierno y parte de lo que hace para no ajustar el frente cambiario es racionar insumos importados, que a su vez detiene la actividad. Entonces, sumás el shock de la cosecha más el impacto del racionamiento de divisas y te da una caída de Producto del 4%, 5% o 6%. Ahora, sí puede pasar que algo cambie en el contexto que no sé, China te ponga 50 mil millones de dólares sobre la mesa, cosa que me parece muy improbable, podría pasar y en ese caso, sí corregiríamos las proyecciones, pero con esta información... 

“Hay que dejar como oposición de enfatizar la crisis, porque al crítico se lo alaba, se lo defiende, pero es más difícil que se lo vote”

—¿El primer trimestre el Producto Bruto de este año aumentó?

—¿Este año? 

—Este año, quiero desafiarte intelectualmente a pensar qué pasa si termina en cero, y si estuvieran sobreactuando lo negativo que creo que es el problema.

—Me preguntaste cuánto pienso que va a caer el Producto, te contesté, pero no estoy diciendo en los medios cuánto pienso que va a caer el Producto. De hecho, te diría más, creo que hay que dejar como oposición, o por lo menos en los profesionales que trabajamos ahí, de enfatizar la crisis porque al crítico se lo alaba, se lo defiende, pero es más difícil que se lo vote. La gente quiere votar un cambio positivo. Yo no soy politólogo, no soy jefe de campaña. Vos me preguntás, me dice la gente: “¿Qué van a hacer?”. Te voy a contar todo lo que nos falta crecer. 

—Tengo la sensación de que desde Juntos por el Cambio hay culpa por no haber dicho la verdad en 2015 y ahora sobreactúan. Recordás los mapas previos al descubrimiento de América, que pasado cierto kilómetro de la costa aparecían monstruos de todo tipo; lo mismo sería para 2024: algo tremendo y que 2023 terminará siendo terrible, con una caída 5% del Producto Bruto, lo que significaría socialmente un desastre. Si fuera el 5% la caída del Producto Bruto en diciembre tendremos un país incendiado. ¿Será así realmente? 

—Trato de no usar esas analogías pirotécnicas, pero sí evidentemente una caída en un país con una economía dual, y con mucha informalidad, con un Estado desarmado en su cercanía a la gente, obviamente, tiene impactos sociales que nosotros no vamos a ver, pero que se van a sentir. Aparte hay un nivel de angustia que no lo medís en ninguna estadística, porque un montón de gente, laburantes, que no saben si llegan a fin de mes, esos tipos viven mal. Las horas de insomnio del tipo que no sabe si llega a fin de mes no aparecen en ningún Indec. Tenés razón, no enfatizaría eso, pero si me preguntás cuál es la proyección, me parece que a la gente hay que contarle lo que tiene para ganar, no lo que va a perder.

“Los políticos y los técnicos aprenden, no cometemos los mismos errores, y creo que se aprendió de aquellos cuatro años”

—¿Qué opinás de esas prospectivas de que la Argentina está por comenzar un ciclo largo de crecimiento, un ciclo largo de 45 a 60 años de Nikolái Kondrátiev que Argentina está a punto de comenzar? 

—No soy fan de esas teorías, serían como en análisis financiero, los chartistas, los que trabajan con gráficos y tratan de ver patrones visuales. No lo creo mucho. Sí pienso que en Argentina nos desviamos del camino y estamos un 20% por debajo de donde deberíamos estar en términos reales de crecimiento. Entonces, antes de efectivamente crecer, para lo cual necesitás invertir en capital humano, en capital físico, recuperar el ahorro. Antes de eso tenés mucho para recuperar. Puro rebote, no rebote de la crisis, rebote de todo lo que no hiciste. Rebote del gas que no explotabas, de la minería que no explotabas, de los trabajadores que tienen un trabajo de bajísima productividad, y por lo tanto, producen menos. De los empresarios que exportaste y que podrías repatriar. Entonces, todo eso es recuperación y después tenés que hacer más inversiones para crecer.

—Pero es la lógica del ciclo largo, si llevás un ciclo de 50 años de caída y se generaron todas esas faltas de explotación que siguen latentes, la recuperación podría ser rápida, porque quedó un lucro cesante. 

—Pero el ciclo parecería generarse a sí mismo. Esto no va a pasar si nosotros no cambiamos la manera de hacer política pública. El ciclo si bajó, sube por sí solo, es solo cuestión de esperar. Esa situación de pasividad, esa oscilación entre el condenado al éxito y el condenado al fracaso que tenemos los argentinos hay que sacarlo de la cabeza. Nosotros estamos condenados a lo que hagamos, y pode-mos recuperar, pero hay que hacer las reformas, hay que estabilizar la economía, solo no va a pasar. 

—Profundizá sobre esa idea de una mezcla de un Plan Austral, mezcla de lo que se hizo en 2002, parte de lo que se hizo en la reforma del 90. A ver si es entusiasmante. 

—Pero te das cuenta de que esa es la parte menos... 

—Atractiva. 

—Ganchera. Creo que hay algunas cosas básicas que hay que hacer, te las voy a listar porque son muy conocidas y casi inevitables. Tenemos que consolidar las cuentas públicas, para no tener que financiar con inflación un déficit fiscal primario. Hay que hacerlo. ¿Cuánto? Depende de qué nos dejen, pero hay que hacerlo. Tenemos que tener una política monetaria, el último programa monetario que se presentó en el Congreso fue en el año 2002, y tenemos que tener un Banco Central independiente que lo gestione. Con eso solo no alcanza. Con la política fiscal sola no alcanza, tenés que tener las dos. Tendrías que tener una política de ingresos que hiciera que el salario real no se comportara de manera tan errática, que si sube la inflación pierde mucho, baja la inflación y entonces se vuelven un componente inflacionario. Eso se llama política de ingresos y debería hacerse, sincronizar las paritarias, los aumentos, tener una pauta que mire hacia el futuro y obviamente, cláusulas de escape, porque tampoco querés que el ajuste lo paguen los salarios. 

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PLAN AUSTRAL BIS: “Estamos pensando como plan de estabilización una suerte de blend entre el Plan Austral, algo de lo que se hizo en 2002, que es apostar mucho a la actividad privada, y posiblemente, algo de lo que se utilizó en la convertibilidad”. (FOTO MARCELO DUBINI)

—Que tomarías del Plan Austral, ¿el desagio? 

—No es necesario, creo, porque el desagio fue necesario, justamente porque la inflación era mucho más alta que esta. Si tuviéramos inflación del 25%, 30%, te diría que sí, porque básicamente hay contratos hechos con una expectativa de inflación que no tienen ningún sentido, que bajan muy rápidamente, entonces, una de las partes sufre innecesariamente, injustamente. Pero hoy no estamos todavía ahí.

—O sea, desagio no. 

—Desagio no, pero política de ingresos, que es la política de precios y salarios. 

—Pero en el Plan Austral sí se planteó una discusión respecto de la moneda, quita de ceros. 

—Pero eso es cosmético.

—Está bien, ¿pero sería necesario? 

—Ponelo de esta forma, si un político viene y me dice: “yo querría darle otro nombre, quitarle ceros”, no tengo ningún problema, para mí es cosmético. Con eso solo no estabilizás.

—De la convertibilidad, ¿que tomarían? 

—Las reformas. La convertibilidad se benefició de dos cosas que quedaron como en la trastienda de ese episodio, uno fue el Plan Brady, lo que hizo fue reducir el déficit financiero, el servicio de la deuda y patearlo para adelante. Por eso es que en el 98, 99 se hizo mucho más duro pagar la deuda, porque se pateó todo al 98 y al 99. Entonces, redujo el déficit, eso es fundamental para fijar el tipo de cambio. Pero después hubo un equipo de gente alrededor de Domingo Cavallo que hicieron reformas, de la administración pública, las privatizaciones que ya estaban contempladas en el Plan Austral, pero nunca se llevaron adelante por oposición política. Hicieron reformas de alguno de los mercados, de energía, por ejemplo.

—Si se hubieran hecho esas reformas, las primeras que hizo en los 90 Cavallo, con el Plan Austral, ¿hubiese sido como el Plan Real, hubiera tenido éxito y hubiera acabado con la inflación para siempre? 

—No creo, porque todavía habrían tenido que lidiar con el déficit financiero, que era impagable. No te olvides que nosotros tuvimos, toda América Latina, una década perdida, que fue la década desde la crisis de la deuda de los 80 hasta el Brady, en donde lo único que hacían los bancos era refinanciarte a tasas relativamente altas. Nadie invertía, porque la deuda era im-pagable y todo el inversor pensaba que esa deuda iba a implicar más impuestos a futuro. Entonces, habría durado más, sin duda.

—¿No habría sido una solución como fue el Plan Real en Brasil? 

—El Plan Real tuvo un ajuste fiscal importante. O sea que no solo eran las reformas, tendrías que haber hecho el ajuste fiscal. En la Argentina la situación era un poquito más delicada. Los historiadores saben más de esto que yo, pero había prioridades que a veces, chocaban con la necesidad de la austeridad fiscal, entre ellas mantener a raya la demanda de los militares, por ejemplo. Entonces sí, hubo algunos deslices en lo fiscal y ausencia de reformas, porque nunca llegamos a implementarlas. 

Eduardo Levy Yeyati 20230602

—Ahí estás incluyendo la política como un elemento estabilizador, la idea de la autoridad. Alfonsín tuvo a los militares como una espada de Damocles.

—Les tuvo que dar aumentos por arriba de la pauta inflacionaria. Pero estoy básicamente tratando de ilustrarte que las razones por las cuales cayó el Plan Austral, o fue tan efímero, no es porque no estabilizaron los precios, sino porque les faltaban todos los otros condimentos que yo creo que deberíamos imponer el año que viene. Aparte, necesitamos recuperar el financiamiento. Un país que no tiene financiamiento, como es el caso de la Argentina, que solo tiene financiamiento del cepo, podés estabilizar el primer año y el segundo año tenés un evento de crédito, una corrida, un aumento del tipo de cambio. O sea, necesitamos recuperar el financiamiento externo voluntario. Con esas cuatro cosas y una apertura liviana, pero una apertura al fin, porque hay muchos precios que en Argentina están sobreprotegidos. Yo creo que podés estabilizar y tener inflación razonable, no la inflación brasilera, pero mucho más baja, el 2%; 3% hacia fin de año. 

—Durante los cuatro años del gobierno de Cambiemos hubo una pérdida del salario real significativa, ¿en el plan de ustedes habría aumento y no una pérdida del salario real? 

—Por un lado ganarías y por el otro tendrías que esperar, te aclaro. Ganarías porque si ajustás el salario cada 6 meses y tenés 100% de inflación al año, en esos 6 meses perdés 10%; 12%, en términos reales. Entonces, bajar la inflación aumenta el salario en términos efectivos, el poder de compra del salario, independientemente de que estés ajustándolo por inflación.

—Si me coloco en 2025, el salario real ¿va a haber aumentado respecto del 10 de diciembre de 2023? 

—Sí. 

—Bueno, por fin, ahí tenemos un punto positivo. 

—La recuperación va a tener que ser gradual del salario real, pero la ventaja, que en realidad es una tragedia, de esta situación en relación a otras es que el salario real está bajo. Porque durante este gobierno, vos mencionaste a Cambiemos, pero en este gobierno cayó y sigue cayendo el salario real. Estamos hablando de salario registrado. Ni quiero saber qué es lo que está pasando en la economía informal de la cual no tenemos buena data. Entonces, sí, el salario real al año siguiente debería ser más alto.

“No tenés que subordinar tus políticas a ganar las elecciones de medio término, que creo que fue lo que hizo equivocadamente Cambiemos en 2016 y 2017”

—¿En qué situación imaginás que va a estar la economía el 10 de diciembre?

—Muy difícil, me estás pidiendo hacer proyecciones y después si la proyección no se cumple, tengo que devolver el título, me ponés en un aprieto.

—A una proyección razonable me estoy refiriendo. 

—Por eso las proyecciones se ajustan tan lento, porque hoy creo que la mayoría piensa alrededor de 5% negativo, pero ves que se va ajustando de a poco a la baja, porque nadie quiere ser el tipo que dice de golpe y porrazo un número muy fuera del promedio. No sé cómo vamos a llegar a fin de año. 

—¿Pero creés que hay más posibilidades de que se llegue a algo más parecido a lo actual y no una explosión previa?

—Depende del Gobierno. Ese es todo el punto, me estás preguntando qué pienso que va a hacer el Gobierno.

—¿Qué pensás que va a hacer el Gobierno? 

—Yo creo que el Gobierno va a tratar de evitar una explosión porque sabe que implica tensión financiera, y en particular, bancaria. El kirchnerismo es hijo de una crisis bancaria, la de 2001. Entonces, creo que van a hacer lo posible, incluso a expensas de crecer menos para evitar una verdadera crisis financiera que implica corridas. Implica algo que es muy difícil de parar una vez que está lanzado.

“Una vez que termines con las primeras reformas, empezar con las segundas reformas, porque tenemos que hacer las reformas de los últimos 30 años”

—Por eso mismo creés que el Producto Bruto va a caer. 

—Por eso creo que el Producto Bruto va a caer y que la inflación va a ser más alta, pero no un 300%. Me parece que esa es la actitud que va a tomar el Gobierno. Pero lo que me estás preguntando es qué pienso que va a hacer el Gobierno, porque el final va a depender de qué costos estén dispuestos a asumir y qué costos están queriendo patear.

—¿Estarían dispuestos a asumir un costo de mayor caída del Producto Bruto, pero no el de un desborde inflacionario? 

—Con tal de evitar una crisis financiera que es letal. Ahora, otra cosa que veo que están haciendo y que me preocupa mucho es que están hipotecando el 2024 y el 2025, están hipotecando nuestro futuro, ¿cómo se hace eso? Le pedís prestado al futuro, entonces autorizás importaciones que las pagará el próximo gobierno. Emitís deuda corta en dólares, que eventualmente, si hay un ajuste cambiario del oficial, vas a tener que pagar más, a pagar el próximo gobierno. Vendés dólares a futuro, que es algo que hicieron en el 2015. Le pedís a los organismos multilaterales que te anticipen todos los pagos que pensabas usar para repagarles a ellos en el próximo año y medio. Entonces, todas esas medidas que son difíciles de ver, pero uno ve cómo van acelerándose en la medida que la necesidad no les deja otros recursos y no quieren asumir los costos. Son costos que nosotros vamos a tener que incorporar.

—Pero es mejor que hagan eso a que explote todo. 

—Hay algunos costos políticos que sería bueno que los tomen ellos. 

—Pero si los toman ellos y explota todo, ¿no lo paga la Argentina en su conjunto? 

—Pero algunas de las cosas que nosotros querríamos hacer las podrían hacer ellos, me refiero a este gobierno. 

—¿Sin que implique aumentar las posibilidades de que haya un elemento disruptivo macroeconómico? 

—Claro, imaginate que si nosotros estamos proponiendo eso como una salida, pensamos que parte de esta consolidación, de estas medidas, estas reformas son para calmar la economía, no para hacerla explotar. Tienen un costo político inmediato, sí, ya lo hablamos, hay que bancarlo. No son necesariamente populares en lo inmediato, pero sería ideal que este gobierno tomara algunas de esas medidas y si no lo hace, es básicamente cálculo político. Por eso es que hipotecan el futuro, para no pagar ese costo político. Lo ideal sería que hicieran a la inversa. 

“El Plan Austral cayó no porque no estabilizó los precios, sino porque le faltaban los otros condimentos que deberíamos imponer el año que viene”

—Entonces, podríamos imaginar que llegaremos a un país en diciembre con un poco más de inflación que la actual, sin que haya habido una explosión y esa sea la situación en la que se encuentren, con una caída del Producto Bruto de alrededor de 5%, un descontento social muy grande, no igual que 2002, pero parecido, cuando cayó 10% el Producto Bruto. 

—En 2002, el Producto Bruto de hecho creció, donde cayó fue a fin de 2001. Lo que pasa que como tomamos el producto anual, hay algo que se llama arrastre estadístico. Pero el Producto Bruto en Argentina cayó muy violentamente con la implementación del corralito, en parte porque fue letal para la economía informal.

—Ahora, formalmente, cuando mirás el número año a año te da 10% de caída. 

—Pero cuando mirás el Producto mensual o el Producto trimestral te das cuenta que la caída fue en 2001. 

—Quiero “salvarte” del -5%, lo que decís es que en realidad, el último trimestre de 2023 terminamos en -2% o 0% y que en el anual lo que se reflejará es por un arrastre de 2022. 

—Insisto, si querés te cambio el número, pero te aclaro nuevamente, parte de ese 5% es un shock externo a nuestra producción agrícola.

—Decís que la sequía lo produce, que si el Producto Bruto del campo es 7% y se cosecha la mitad… 

—Pero aparte, no te olvides que el Producto del campo es 7%, pero hay encadenamientos, hay gente que vive de eso, hay servicios asociados, servicios de transporte, logística, insumos. Digo, es más complejo que eso. No es que el campo produce 7% y si no produce nada, un año solo perdés 7%, no es así. Entonces, ya con ese shock, digamos que el Producto va a caer 2%, más el shock del 3%, y el año que viene esperamos recuperar el 3%. Eso es lo que esperamos, de hecho, por lo menos los analistas esperan, y no caer. 

—¿Te llaman la atención el bajo desempleo, actividades industriales que están por arriba de lo esperado, que no se están cayendo? ¿Te genera alguna contradicción respecto de los pronósticos? 

—No necesariamente. El empleo, porque lo que hay que mirar no es el desempleo, sino el empleo. La cantidad de puestos de trabajo…

—¿Las personas no buscarían trabajo? 

—Por ejemplo, exactamente. El empleo no está cayendo, pero se está precarizando, en parte por el sistema de incentivos perversos, tributarios, que tiene la economía. El país se ha venido informalizando en estos últimos años y de hecho, es muy interesante ahora hay toda una visión que trata de recuperar positivamente esa informatización. Leí varios artículos y diálogos, es una especie de Hernando de Soto, tardío.

—Lo de Perú. 

—Claro, Perú de los años 80, del ministro neoliberal de Fujimori, Hernando de Soto. Él reivindicaba al cuentapropista, básicamente al informal, el precario, como el microemprendedor que iba a sacar adelante a Perú. Pero lo cierto es que hoy tenés con la precarización y con este sentimiento de que el Gobierno cobra impuestos, no sabemos muy bien para qué. Hay como una versión, si se quiere, entre comillas, positiva, de la precarización, que yo entiendo, del lado de quienes lo proponen, el trabajador o el empresario que dice: “Yo con este sistema no puedo trabajar, tengo que trabajar fuera del radar, porque finalmente tengo que trabajar y si no, sería insostenible”. Pero me parece que a nivel país deberíamos revertirlo. O sea, la formalización no puede ser una aspiración negativa, debería ser un valor. Deberíamos tener a todo el mundo adentro. Entonces, vos me decís que hay empleo. Sí, hay empleo, hay gente que trabaja para afuera, gente que trabaja en negro, hay actividad, hay un proceso de precarización en donde cada vez son menos los empleados en relación de dependencia registrados con derechos laborales y cada vez es más “sálvese quién pueda”. Personalmente respeto la posición que levanta esto como una suerte de utopía libertaria. Preferiría reformar el sistema tributario y recuperar toda esa gente por un sistema que sea más justo y con menos distorsión, que castigue menos la actividad, que es simplemente decir “cada uno que se arregle como pueda”. Entonces, por eso digo que el empleo tiene dos aristas. 

Eduardo Levy Yeyati 20230602
RADICALES PRO: “No hubo amalgama en 2016, fue un gobierno del PRO. Creo y confío en que esta vez vamos a tener una coalición de gobierno, donde todos vamos a incidir en la negociación de las definiciones programáticas”. (FOTO MARCELO DUBINI)

—¿Y qué te pasa cuando ves los índices industriales? 

—La industria está muy fuertemente protegida, no sé ahora cómo está avanzando la industria, me imagino que la demanda debe estar cayendo. Por lo menos esos son los números preliminares que vi. Es que ya no tengo la consultora, entonces a veces analizo eso, pero el día a día no lo tengo tan en la cabeza. Me da la sensación de que hay sectores que fueron muy fuertemente protegidos y que hicieron mucho dinero, independientemente del volumen, hicieron mucho dinero, fueron protegidos comercialmente por barreras arancelarias, las declaraciones, las Ciras, los diferentes regímenes. 

—La dificultad para importar, para ponerlo en términos concretos. 

—Exacto. Dificultades que no tienen que ver con un arancel, sino con trabas burocráticas y no solo de bienes finales, también muchos insumos. Eso por un lado. Y por el otro tenés la brecha. No te olvides que la industria compra dólares al oficial y después nosotros arbitramos ese precio al paralelo. Entonces, si la brecha es 100%, eso es casi como el equivalente a una protección proporcional a ese 100%. Entonces, hay industrias que hicieron muy buen negocio con este mo-delo. Esto quiero aclararlo, no es decir que la industria es culpable de la distorsión. Cuando pensamos la política pública tenemos que pensar exactamente al revés. La política pública prepara un conjunto de reglas de juego y de regulaciones, si ese conjunto de reglas es perverso, el agente económico va a comportarse de acuerdo a los incentivos que esas reglas crean. Tenemos que cambiar las reglas de juego y los mismos actores se van a comportar mucho mejor.

—Respecto a las diferencias que existen entre los economistas de Juntos por el Cambio, uno podría decir que un radical como Morales está de acuerdo con el sistema de Tierra del Fuego y determinados economistas, inclusive de la Coalición Cívica, pero los del PRO están en contra, ¿cómo se amalgaman miradas distintas o las miradas distintas son de los políticos, pero no de los economistas y los economistas radicales, los del PRO piensan bastante más parecido que entre los políticos radicales y los políticos del PRO? 

—Dos aclaraciones, primero, no conozco ningún economista que esté a favor del régimen de Tierra del Fuego tal como está, creo que te diría ni siquiera en el peronismo. Punto dos, analicemos la política por los hechos. Entiendo que los candidatos, incluso el mismo Milei, que en algún momento estuvo explícitamente en contra del régimen fueguino, cuando van a Tierra del Fuego el día de la elección, no critican el régimen, porque todo el mundo en Tierra del Fuego defiende el régimen fueguino. Entonces, no confundamos eso con una convicción. 

—Morales en Tierra del Fuego elogió el régimen de protección. 

—No voy a opinar sobre lo que dijo Gerardo Morales, lo que dijo Patricia Bullrich, o lo que dijo Milei. No sé por qué lo hacen, pero lo que sí sé es que nadie criticó el régimen en el mes de elecciones. Lo otro que sé es que el PRO puede ser que lo haya criticado, pero uno se tiene que preguntar qué pasó que durante cuatro años no pudimos reformarlo. Entonces, vos sos periodista y sabés que hay una diferencia entre la retórica y los hechos, y el periodista siempre está como chequeando si la retórica se condice con los hechos. 

—Las palabras y las cosas, como decía Foucault. 

—Exacto. Hay algo más transversal en ese problema que hay que empezar a entender, y de vuelta, no es, insisto, que hay dos empresarios malos que tienen conexiones con el Gobierno. Si cambiamos las reglas del juego de Tierra del Fuego, esos empresarios y muchos otros van a producir otras cosas de manera, con la misma eficiencia con la que ahora extraen las rentas de la protección fueguina. Entonces, no es buscar culpables. La pregunta que hay que hacer es si tenemos la convicción para cambiar algunas de esas reglas, como las de Tierra del Fuego, porque hay muchas otras. Yo esperaría que sí, pero solo lo sabremos en la práctica. 

—¿Hay diferencias entre los economistas radicales y los economistas del PRO?

—Hay alguna diferencia, incluso entre los economistas radicales, de enfoque, de formación. Hay gente que viene más del lado productivo y piensa más en términos proactivos de políticas verticales, para sectores, hay gente que viene más de la macro y piensa en términos transversales de eliminación de costos logísticos. 

—¿Hay quienes están pensando, exclusivamente monetariamente o financieramente, y quienes son productivistas que están pensando prioritariamente cómo desarrollar? ¿Encontrás sesgos distintos en los componentes de la alianza? No de los economistas individualmente. 

—Me da la impresión de que el radicalismo tiene en sus raíces y en su territorialidad, porque tiene mucha representación en provincias, estamos hablando del desarrollo de economías regionales, tiene una visión un poco más desarrollista y un poco menos ofertista, que significa que podés pensar como el neoliberalismo reaganiano o thatcheriano, podés pensar que lo único que tenés que hacer es cortar el césped y regar la cancha y que los jugadores juegan solos. Es como decirle al técnico: tenés un buen equipo, sentate, no hagas nada, dejalos jugar. Eso es una visión ofertista, porque lo que hacés es, le sacás el pie de la cabeza al productor y que los espíritus animales florezcan y nos lleven al paraíso y después todo derrama. Es una versión muy simplificada de lo que era el neoliberalismo ochentista, que no es el neoliberalismo original de Adenauer, pero es el de Reagan, Tatcher, el australiano. El PRO, pero con muchos matices, tiende a simpatizar un poco más con ese polo, mientras que el radicalismo se ve a sí mismo como más productivista desarrollista, porque, aparte representa provincias que en el ofertismo se ven perjudicadas. Ahora, dicho esto, ese mismo degradé también lo tenés dentro de los partidos. Es una discusión totalmente sana, porque al final la solución es un blend entre darle a cada sector lo que te pide y bajar la inflación y que después se arregle el mundo. Entonces, hay una tensión que es fructífera. 

—Decís que no es un tema de sesgo partidario, sino que dentro del radicalismo y dentro del PRO, que esta diferencia está dentro de los propios economistas de cada uno de los sectores. 

—Mi experiencia es que son diferencias que debatimos y discutimos, pero que no nos separan. 

—Y que son amalgamables. 

—Sí. 

—Esa amalgama no se hizo en el 2015, ¿creés que va a ser distinta en un gobierno de Juntos por el Cambio el 10 de diciembre de 2023, que va a haber más en una proporción que en otra? 

—Creo que sí, por dos razones. La primera es que no hubo amalgama en 2016, fue un gobierno del PRO. Entonces, el sesgo este natural que tenía el macrismo en alguna medida, se impuso en algunas de estas decisiones. No es blanco o negro, pero había como un sesgo, un acercamiento a la versión más transversalista. Creo y confío en que esta vez vamos a tener una coalición de gobierno donde todos vamos de alguna forma a incidir en la negociación de las definiciones programáticas, puedo equivocarme. La otra razón es que los políticos y los técnicos aprenden, no cometemos exactamente los mismos errores y creo que se aprendió de aquellos cuatro años. Y así como se aprendió en parte esto de bancar la pelota y bancarse la protesta y reformar al principio, y no después de las elecciones de medio término, también creo que se aprendió que no es ni ofertismo puro ni subsidio de tasa para todo el mundo. Y es una discusión que se está dando ahora incluso, a medida que se va acercando uno al momento crucial de la acción. Así que en eso soy optimista.

—Siguiendo con esta idea del relato económico, a veces casi mítico, religioso, de que hay culpables, hay quienes se benefician con una captura de renta de este modelo, que son malos y que le quitan a los demás. Había un libro famoso en la época que te tocó estar en la crisis del 2002, “Quien se ha llevado mi queso”. La reforma se asocia a una purga, a castigar a una cantidad de personas que en realidad, se están llevando parte de la riqueza de todos, ¿es correcta esta idea o en realidad, no existen actores malos, sino un sistema de incentivos malo? 

—Debe haber actores malos, pero fundamentalmente es un sistema de incentivos malo. Te pongo un caso: cambiás de país y te comportás distinto, por ahí no el primer día, pero a la semana te comportás distinto, porque de alguna manera absorbés las reglas de juego del lugar. Vos no cambiaste, cambiaron las reglas. Entonces, la reforma, el cambio de régimen no es un cambio de actores, es un cambio de reglas con los mismos actores. Nuestros actores no son malos, no son peores que en otros países, incluso en algunos que son mejores. No tenemos divisiones étnicas, nuestra polarización tampoco es tan violenta como la que uno ve en Ecuador, por ejemplo, y los actores son buenos. El mismo empresario protegido que hoy tiene una renta por un sistema de regulaciones perverso, ese empresario es un excelente empresario en otro país. Hoy mismo, ese empresario lo movés a otro país y también hace negocios en el otro país, en donde las reglas son más justas. Entonces, las reformas no son purgas, las reformas son cambios de régimen, cambios de reglas. Eso creo que es importante tenerlo en cuenta. Y después, por el otro lado, hay algo que sí es difícil de lidiar, que es que los beneficios son individuales y los costos son comunes. 

—Mencionabas el caso de Tierra del Fuego, ¿qué otros casos hay como ese? 

—De privilegios. En mi caso soy investigador principal del Conicet y tengo un régimen especial. ¿Preferiría tener un régimen especial a no tenerlo? Sí, tengo un subsidio, ahora me lo están sacando, pero lo he tenido durante muchos años, un subsidio a la energía. ¿Preferiría pagar más? Me lo tienen que sacar, ahora ¿qué pasa? Le saco el subsidio de energía a una persona que no le está yendo bien, que tiene el salario licuado por la inflación. Y me dice: “Pero primero, ¿por qué no les sacás a todos estos otros?”. Porque el privilegio siempre se percibe como ajeno y es cierto que los otros también tienen privilegios. Entonces, el tratamiento de los privilegios, la coordinación de esa reforma, es sumamente delicada, porque siempre va a dar la sensación de que me lo estás sacando a mí antes que al otro. Y uno a veces, hasta naturaliza esos privilegios, por ejemplo, el tema de los subsidios. Y entonces, después cuando se lo sacan, de pronto siente que ha perdido algún derecho, ese tema es muy delicado políticamente. Eso sí vale la pena explicarlo bien, porque el sistema de privilegios que tenemos nosotros ahora es de juego de suma cero, es parte de nuestro estancamiento económico. Pero la gente tiene que entender que cada uno tiene que poner un poquito, y la verdad es bien difícil comunicar eso masivamente. 

—Me gustaría que envíes un mensaje volviendo al corolario del comienzo de este reportaje, que sea optimista y que a las personas les puedan dar ganas de votar las ideas que planteás. 

—No me van a votar a mí, van a votar a un político. 

—A los políticos que van a terminar ejecutando esa economía, pero son ustedes quienes la están pergeñando. 

—Vaya uno a saber qué es lo que hacen finalmente. Creo que nosotros en el país perdimos la inspiración en un sentido muy específico, me hace acordar a una película sobre los Springboks en Australia, que dirigió Clint Eastwood, sobre un libro muy conocido. En algún momento, el equipo de rugby, todos blancos, se juntan con Mandela y le pregunta al capitán del equipo de Springboks, que es Matt Damon le dice: “¿Cómo hacés para inspirar a tus jugadores?”, y Matt Damon dice: “Lo hago yo primero, doy el ejemplo, me levanto, trabajo”, y Mandela dice: “No, eso está todo bien, pero cómo hacés para que crean que pueden ser más de lo que originalmente pensaban que podían ser, cómo hacés para meterles en la cabeza una idea que no tenían antes?”. El país le ha sacado la inspiración a la gente. Yo creo que muchos, y si me agarrás en un mal día yo también, pienso que esto que tenemos ahora es lo que hay, esto es lo que es. Y lo que le digo a la gente es: esto no es lo que es. Nosotros podemos hacer mucho más y voy a tratar de esforzarme en hacer este mensaje más ganchero con el tiempo, pero realmente hay mucho más en Argentina que podemos hacer de lo que pensamos que podemos hacer. 

 

Producción: Melody Acosta Rizza y Sol Bacigalupo.