PERIODISMO PURO
Entrevista con Fontevecchia

Para Rafael Bielsa, la Justicia no probó que Lázaro Báez sea testaferro de los Kirchner

El excanciller fue entrevistado por Jorge Fontevecchia, en el marco del ciclo Periodismo Puro, que se emite por Net TV. El reportaje completo se podrá ver esta noche a partir de las 23.

Rafael Bielsa, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
Rafael Bielsa, en la entrevista con Jorge Fontevecchia. | Juan Obregón

El excanciller Rafael Bielsa brindó una entrevista para el ciclo televisivo Periodismo Puro, que se emite por el canal de aire Net TV y es conducido por el CEO de Perfil Network, Jorge Fontevecchia. En uno de los tramos de la nota, Bielsa aseguró que no está probado que Lázaro Báez sea testaferro del matrimonio Kirchner. Además, criticó con dureza a Eduardo Bolsonaro, hijo del Presidente de Brasil, y lo calificó de "energúmeno", por un tuit que había subido burlándose de Estanislao Fernández, hijo de Alberto.

—Ni la Concertación en Chile ni el Frente Amplio uruguayo tienen graves denuncias sobre corrupción.

—No es cierto que no haya habido cargos de corrupción. Te quiero aclarar que Raúl Sendic, el hijo del célebre preso de la dictadura uruguaya, fue separado de su cargo de vicepresidente de la república ante un episodio de sobregasto de tarjeta de crédito. También hubo varios casos en Chile. Chile tiene una elite política cuyo el manual de estilo no consiste en extinguir físicamente al adversario. Es simplemente prevalecer en una elección en un país que tiene una cultura. Si bien es una cultura elitista que por definición a mí no me gusta, también es una cultura construida. Uruguay también es un país muy interesante, que construyó la modestia y la austeridad como valores públicos. En política hoy es muy difícil la hegemonía de cualquier cosa. En función de los aportes de Stanley Gerald Thompson (N.d.R: elementos transuránidos), de Stephen Hawking, de la ley de Kirchhoff (N.d.R: circuitos eléctricos), el ritmo de circulación de los conocimientos es cada vez más vertiginoso. En el medio año que va a ir desde el 1º de enero hasta el 30 de junio de 2020 van a pasar muchas más cosas que de 1980 a 1985. Pretender tener conducciones hegemónicas, aún si fueran bicéfalas, cada vez va a ser menos posible. El pentapartito italiano, la conjunción de los cinco partidos de posguerra, duró hasta el Mani Pulite, unos cuarenta años. Es impensable que algo pueda durar cuarenta años, sacando a Kim Jong-un en Corea del Norte. Hay algunas cosas que no funcionan: lo lento, lo parsimonioso, lo burocrático, lo de tomala vos dámela a mí. A veces la política se transforma en eso y la gente se harta.

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—Se piensa un mundo en el que será cada vez más difícil cometer delitos desde el poder porque la información circula todo el tiempo.

—El tema es cumplir con la vieja máxima romana de quién custodia a los que cuidan. Un país que no prestigia la honestidad ve a un tipo que pasó por la función pública que no es rico y dice: “Mirá qué bien que la esconde”. Si la virtud pública no es premiada por el respeto de la conciudadanía, es difícil usar la misma vara cuando los políticos pierden el poder. En esos casos, es muy fácil hacer leña del árbol caído. En el futuro rara vez me vas a escuchar hacer algún comentario sobre las desdichas individuales de los políticos del PRO que ahora dejan el poder. Una cosa importantísima es el rol de los servicios de inteligencia con instrumentos tecnológicos cada vez más sofisticados. ¿A quién le damos el poder de usarlos? ¿A esa pandilla de sinvergüenzas que asola la Calle 25 de Mayo? 

—¿Los servicios son otro componente de tu “Lawfare”?

—Trabajan de eso. Y cuando no tenés un propósito claro y no tenés una conducción enérgica, pasan al cuentapropismo y aparecen personajes como Marcelo D’Alessio con todo lo que D’Alessio involucra, con las verdades y las mentiras que puede llegar a decir como arrepentido ahora. Es una ciénaga, un pantano.

—Según tu teoría del lawfare, los medios de comunicación son actores principales porque influyen sobre los jueces: los jueces quieren quedar bien con los medios y los servicios de inteligencia medran con su información. ¿Cómo se explica dentro de esa lógica que por ejemplo en el caso de Brasil los medios de comunicación estén igualmente enfrentados con Lula y Jair Bolsonaro?

—No soy absolutista. El lawfare es una matriz inexorable, es una herramienta que se usa algunas veces y otras veces no. A veces porque no vale la pena gastar pólvora en chimango y otras veces porque no es el momento. El sistema opera una investigación ilegal del servicio de inteligencia, que llega a la prensa, la prensa constata, estudia, publica. La publicación es levantada por un juez o porque el periodista fue directamente a un fiscal, y ahí empieza a funcionar la rueda. Y esto es funcional a los intereses: eso lo puedo corroborar a partir de los casos contados en el libro. Pero no quiere decir que aplique en todos los casos. Brasil es un país convivencial. Nosotros somos un país adversarial. Con todos los problemas que tiene, todos saben disfrutar, van a fiestas, toman, tienen panza. No se discrimina a una persona por su apariencia física; las parejas se aparean sin ningún problema. Tienen una relación más espontánea con la vida, nosotros no, somos más torvos. Además, los grandes medios brasileños que vos conocés mucho mejor que yo también son representantes de intereses y se dan cuenta de lo que es un error. Realmente no sé cuánto tiempo seguirá sirviendo Bolsonaro. Lo afirmo como analista de política internacional.

—Los medios, para tener autoridad en la crítica del PT, también critican a Bolsonaro.

—Es lo que Manuel Castells llama “el piso de credibilidad”. Aun la prensa más canalla, para usar una expresión de un maestro como Tom Wolfe, necesita un umbral de credibilidad. Lo hacen porque son inteligentes, o porque también perciben un cosquilleo cuando el individuo prefiere Twitter. Además se dan cuenta del efecto de la foto de ese energúmeno, armado con explosivos, tratando de amedrentar a esta dulce criatura que trata de hacer su vida que es Estanislao Fernández, el hijo de Alberto.

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Donald Trump también tiene problemas con los medios de comunicación.

—Trump es un caso muy parecido. Cuando vos montás a un tigre, es él quien te lleva. Vos no tripulás al tigre. Trump es eso. Hay que ver con más cuidado la cuestión de su impeachment, no está tan presente en la agenda mediática.

—¿También podría calificar su impeachment como lawfare? ¿Un acuerdo de los medios de comunicación y en lugar de jueces legisladores?

—El lawfare es una herramienta que funciona más sencillamente a mayor rusticidad del país donde se aplica y tiende a funcionar parcialmente en los países más sólidos institucionalmente.

—Lo que en algún lado es erotismo, en otros es pornografía.

—Sí.

—Entonces Rafael, tu lawfare es un poco como la vida misma.

—Sería un poco así. En Estados Unidos los grandes poderes privados también se autobalancean, es un país hiperregulado por agencias estatales. No es como sucede en la República Argentina con nuestras agencias sanitarias y fiscales. Es topológicamente más difícil poner en práctica el lawfare, según como funciona en la República Argentina o según funciona parcialmente en Brasil.

—En tu definición de lawfare como cultura de época multicausual, ¿la tecnología sería una de ellas?

—Es un esquema de relación de poder, que a veces funciona más y a veces menos.

—Se manifiesta más en una época en que hay mayores posibilidades de evidenciar la corrupción con más medios.

—También se manifestó en 1910.

—En tu libro te referís a que durante el Grito de Alcorta a personas como Francisco Netri o Juan B. Justo “los diarios de los ricos” de esa época los persiguieron y dejaron un eco en la sociedad. Que Netri era un gran chorro y a Juan B. Justo le atribuyó “latifundios mal habidos”. Eran acusaciones mentirosas, pero en el caso del kirchnerismo, como en el del PT, hay pruebas. Están los bolsos de José López, o la fortuna de Lázaro Báez. Hechos indiscutibles.

—En el derecho penal no debería haber culpabilidad por contigüidad, sobre todo en la Argentina, cuya Justicia es de casos. José López no es ni bueno ni malo, es irremediable. Es una cosa que canta, que grita al cielo. No voy a defender eso. Pero una cosa es decir que Lázaro Báez tiene bienes mal habidos y otra cosa es afirmar que es un testaferro de Cristina y de Néstor Kirchner. Hay que probar eso. Y hasta ahora eso no sucedió. Como los argentinos somos unos vivos bárbaros, lo colegimos, lo imaginamos: como vivían todos en Río Gallegos y Lázaro Báez era un empleado bancario y después se transformó en un multimillonario, estaría probado un delito. Otro ejemplo: en todos los regímenes constitucionales del 83 para acá, los que merodean el poder central se han beneficiado económicamente. No digo ilegalmente. Ahora también hay una cuestión donde la moral personal juega un papel importante.

—Me parece que te faltaría reconocer que no es injusto pensar que Lázaro Báez era testaferro de Néstor Kirchner.

—A los militantes del campo popular es a quienes más debe exigírseles un superestándar de honestidad. Una cosa es que te endilguen el mote de haber hecho lo que no hiciste y otra cosa es que hayas hecho efectivamente algo. Quienes defienden intereses de personas que sufren privaciones tienen que estar dispuestos a correr la suerte de esas personas que están representando. Lo escribí con estas palabras.

—Cuando apareció el tema de los cuadernos dijiste en La Política Online que a vos te daba vergüenza por ser de tu fuerza política. Fuiste elogioso con Claudio Bonadio, Carlos Stornelli y el periodista Diego Cabot.

—Más allá de si eran fotocopias, copias originales, invento o no invento, había unos cuadernos. Y Diego Cabot los manejó con algún grado de seriedad, de profesionalismo, y hasta te diría con un sentido en el que privilegió lo institucional por sobre la primicia, porque fue primero a hablar con el fiscal Stornelli y después dio a la imprenta lo que sabía. El es abogado. Yo soy amigo de Bonadio y de Stornelli, a quienes nunca les fui a pedir nada. Claudio por un lado, Carlos por el otro, pueden haber tenido alguna conducta discutible. No asistir a la indagatoria a la que lo llamó Alejo Ramos Padilla es inaceptable, no me parece bien y se lo digo.

Aquí la nota completa de Jorge Fontevecchia a Rafael Bielsa

JPA/MC