La Cámpora se mueve entre dos corrientes: el minuto a minuto frenético de encuestas, modas y humores sociales, y el speech de la transformación política y cultural como horizonte a largo plazo. La organización conducida por Máximo Kirchner pendula en función de esas dos variables. Y lo hace con el objetivo de sobrevivir al fin de ciclo y de que Cristina Kirchner siga siendo una figura influyente en el mapa del poder, gobierne quien gobierne a partir del 10 de diciembre.
Para conseguirlo, La Cámpora fantasea con mantener un importante bloque legislativo propio, tener cierto control político de la provincia de Buenos Aires, y que el apellido Kirchner certifique la continuidad desde las boletas electorales.
“Yo lo veo como candidato a diputado de la provincia Buenos Aires, es lo que siento, lo veo en la Cámara de Diputados caminando la provincia de Buenos Aires”, afirmó uno de los jefes camporistas de perfil más militante y basista, Andrés “Cuervo” Larroque, en referencia al hijo de la Presidenta.
El coming out de Máximo en la entrevista con Víctor Hugo Morales –el segundo después de su discurso en el acto de Argentinos Juniors, en septiembre pasado– reenergizó a toda la conducción de La Cámpora.
Dentro de una organización que carga con el estigma del fundamentalismo y la intransigencia, el tono reposado de Máximo Kirchner fue festejado como un gol bastante inusual. A su vez sirvió para disimular ciertas internas preexistentes, como la de Larroque con el ascendente secretario general de la Presidencia, Eduardo “Wado” de Pedro, quien tiene una mirada más pragmática y, en las últimas semanas, regaló guiños tanto para Daniel Scioli como para Florencio Randazzo.
Así, entre la ocupación de la agenda por parte de Máximo, más algunas encuestas optimistas sobre la imagen de Cristina Kirchner y cierto enfriamiento mediático del caso Nisman, La Cámpora se envalentonó. El colectivo que mejor expresa la voluntad presidencial se volvió a centrar en el juego propio, antes que en los debates sobre el nombre propio del posible sucesor: ¿Scioli, Randazzo o uno de ADN más cristinista, como Agustín Rossi o Sergio Urribarri?
“Es bueno que haya tantos candidatos y tengan la destreza. No son Cristina, pero son buenos compañeros”, afirmó cuidadosamente Máximo, para no sugerir alguna preferencia.
“Si le queremos dar el mensaje a Scioli de que la victoria es más nuestra que de él, lo mejor es poner a dos Kirchner en la boleta: Máximo y Cristina”, opina un funcionario camporista de peso. La aparición pública de Máximo Kirchner estaba pautada sin fecha precisa para alguno de estos días, pero la acusación de que tenía una cuenta en Estados Unidos la terminó por apurar. Tras la entrevista, La Cámpora desechó la versión de que el hijo de la Presidenta se postularía para la intendencia de Río Gallegos, imitando los pasos de Néstor Kirchner.
“A nosotros nos gustaría que fuera Máximo el presidente”, declaró el diputado provincial José Ottavis. Pero se trató de un derroche de optimismo personal, en el marco de una semana considerada favorable, antes que de una definición orgánica. El mandato camporista es simple: acumular poder e ir viendo.