“¿Alguien va a tirar alguna línea acerca de qué tenemos que decir?”. El jefe del bloque de diputados macristas, Federico Pinedo, lanzó la pregunta insidiosa al chat grupal que reúne a una treintena de dirigentes del PRO cuando el escándalo por los contratos de Fernando Niembro llevaba horas sin parar de escalar y los estrategas de la campaña amarilla sólo aportaban silencio. Fue el disparador para una catarsis telefónica de funcionarios y candidatos, y abrió el proceso que terminó por un replanteo general de la campaña. Las cuatro semanas que restan hasta las elecciones demostrarán si el cambio fue a tiempo. O si ya es tarde.
La denuncia contra Niembro esparció el terror en la dirigencia del PRO, poco acostumbrada al escarnio público. “No estábamos preparados”, reconoce el nuevo vocero económico, Rogelio Frigerio, la cara de la nueva etapa de campaña “menos culposa y defensiva”.
Pero las ondas expansivas de la crisis afectaron al propio Mauricio Macri, quien percibió a su alrededor ausencias ingratas durante los días más peliagudos de la campaña. Lo transmitió en una jornada de sesión de fotos en la provincia de Buenos Aires. Y Gabriela Michetti se marcó convencida de que aludía a Horacio Rodríguez Larreta, quien desde que se garantizó ser el sucesor de Macri no para de acumular millaje en sus viajes a los Estados Unidos. Lo saben las calles de Nueva York, bastante antes de que las pisara el papa Francisco.
Cuando Pinedo lanzó su pregunta en el chat bautizado “Un domingo en el conurbano”, porque se abrió durante una recorrida macrista allende la General Paz, faltaban 15 minutos para el mediodía y el Niembrogate daba vueltas por los medios de comunicación desde la primera hora de la mañana.
La mecha que encendió el diputado rápidamente prendió en la pólvora de las diferencias internas. Enseguida se sumaron Eduardo Amadeo y un furioso Cristian Ritondo, con críticas a quienes se habían probado el “traje de ministro” y ahora frente al sofocón escondían la cabeza.
“No salgan a contestar”, son las órdenes que envían los responsables de la campaña bonaerense, como el legislador Federico Salvai en la tercera sección, a través de otros grupos de chats y frente a las denuncias que los medios oficialistas ahora multiplican hacia otros dirigentes. Incluso bajaron candidatos que iban a presentarse en programas de televisión.
La estrategia se confunde con el temor. Salvai, padre de un hogar conformado junto con la ministra porteña Carolina Stanley, hija de un ejecutivo del Citibank, está poco habituado al barro de las carpetas que se desempolvan durante las campañas. Prefiere bajar el tono, como el jefe de la campaña bonaerense, Jorge Macri. Aquellos macristas con ADN peronista en su carrera política sugieren abandonar el silencio y contraatacar. Ambas posturas conviven con tensión en el interior del PRO. A un mes de las elecciones, el debate entre aquellos que defienden la estrategia de moderación, que tuvo como principal adalid al secretario de Gobierno, Marcos Peña, y los nuevos abanderados del contraataque, expresados en el estilo de Frigerio, suena a tardío.
El nerviosismo, de todas formas, no impidió que algunos alternen la campaña con viajes por el mundo; como el propio jefe de la campaña bonaerense, que eligió viajar al Mundial de rugby en el Reino Unido y dejar a los candidatos bonaerenses mascullando molestia.