Federico era un apasionado con todo, hasta con la comida. Era un tipo que se cuidaba mucho pero, cuando se desataba, no había quién lo parara, se comía todo lo que tenía encima. Fue un gran talento, alguien que iba siempre al frente.
Deja un espacio que no puede llenar otro amigo. Porque él era único e irrepetible. Dios tenga en la gloria a este talento, que tuvo sus dolores y alegrías a lo largo de la vida.
Como actor tenía esa impronta fuerte que mamó de cuando era chico trabajando en un frigorífico. Federico era un tipo combativo.
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Como persona fue un gran amigo, como decimos los porteños, “un amigazo”, de esos con los que te podías pelear, pero que al final te terminabas amigando y brindando con un vaso de vino.