PROTAGONISTAS
Expo en el Borges

Rodrigo Abd es argentino y ganó dos premios Pulitzer con sus imágenes

El forógrafo fue premiado por su cobertura de la guerra civil en Siria y por la de Ucrania. Y expone en Argentina sus fotos del Afganistán actual.

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Rodrigo Abd, reportero gráfico argentino, ganador de dos premios Pulitzer. | Ernesto Pagés

Es cálido y entusiasta. Se ríe, escucha con atención y se va por las ramas. Por la sencillez y el didactismo con los que Rodrigo Abd refiere a su obra, no parece haberse ganado dos premios Pulitzer, uno en 2013, por su trabajo sobre la guerra civil en Siria; el otro este año, por su cobertura de la guerra de Ucrania. En estos días, en Buenos Aires presenta Cámara afgana, en el Centro Cultural Borges, una expo donde aborda la realidad de Afganistán que supo ser protagonista y, una vez que finalizó la guerra, fue dejado de lado por los medios de comunicación.

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En Kabul (Afganistan), Rodrigo Abd en acción (imagen readapta del original).


Con una cámara de cajón–esas antiguas que requieren de trípode para su uso, Rodrigo Abd retrató a Afganistan en dos oportunidades. La primera en 2006, año durante el que cubrió la guerra; la segunda, en 2022, cuando observó una paz signada por las consecuencias de la guerra.
—Conociste a dos Afganistán, ¿no?
—Sí, muy distintos. En 2006, viví un año allá. La guerra frontal llevada a cabo por Estados Unidos y Occidente sucedía más que nada en Irak. Y en ese tiempo, en Afganistán había habido algunos avances en términos de derechos de la mujer, había pasado de ser un país completamente rural a tener una economía un poco más dinámica, con lo que había cierto optimismo. Cuando volví a Afganistán en 2010, para cubrir la última ofensiva de Obama contra los talibanes, me encontré con un país diferente: muy violento, con ataques, coches bombas p, ataques comando en hoteles, los periodistas tenían chalecos antibalas, los trabajadores de ONG no podían salir de sus búnkeres. Y en 2022, vi las paredes de concreto como vestigios de lo que pasó. Y me resultó interesante esa ciudad amurallada, intentando repeler ataques talibanes, pero en un contexto pacífico. Por supuesto que hay algún conflicto en la frontera con Pakistán, pero es un contexto totalmente diferente.
—Un país pacificado, donde es muy normal ver armas por todos lados.
—Armas hay por todos lados, los talibanes son los que ahora tienen el poder. Y al mostrar las armas, ellos comunican que son el ejército, que son la policía, etc. También porque es un país cuya historia permite inferir que hoy está en paz, mañana no se sabe. Pero es un país que felizmente vive con mucha tranquilidad, que estaba agotado de vivir siempre en conflicto. Ahora les toca sufrir una crisis económica muy dura economía, muy dependiente de la ayuda internacional, y  esto propició un retroceso significativo en derechos que se venían adquiriendo. En este momento las mujeres no pueden estudiar en la secundaria y tienen muchas restricciones para trabajar, entre otras cosas.
—En ese contexto, vas a Afganistán cuando ya su nombre se asocia a la guerra.
—Esa fue siempre la idea. A pesar de que antes existía el conflicto, también había mucha gente queriendo sobrevivirlo. Y me pareció que era pertinente presentar una historia de un país que fue olvidado una vez que no era foco de las noticias bélicas; y abordarlo con una historia tan central durante mucho tiempo, y desde un punto de vista más cotidiano, más humano. Contemos sus problemas, sin caer en la retórica de los buenos y los malos, porque en el medio están los afganos, que siempre estuvieron en el medio de conflictos que no son necesariamente propios. Y las sucesivas invasiones del territorio hicieron que Afganistán sufriera mucho las consecuencias de la guerra.

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Una de las imágenes que tomó el argentino Rodrigo Abd en Kabul (Afganistan).


—¿Tu muestra es la contracara de la guerra?
—Para mí Kabul, toda amurallada, muestra que los conflictos perduran. A veces sentimos que los conflictos terminan y ya. Si mañana en Ucrania hay un acuerdo de paz, las consecuencias de la guerra no se borran por décadas. También lo vi en Guatemala que sufrió una guerra civil de treinta y seis años, una muy cruenta. Afganistán es un país en paz pero que sufre esos efectos hasta el día de hoy. Básicamente yo quise mostrar que los efectos de la guerra perduran, y que es importante que los periodistas volvamos para seguir contando. No olvidarnos y empezar de cero cada vez que estalla un nuevo conflicto.
—Y todo con la cámara de cajón.
—Si, fue engorroso y tomó tiempo, pero así era la apuesta. Cargar la cámara, ponerle una tela negra, el trípode, buscar a la gente para que pose. Tenía miedo de que saliera mal, porque todo es muy frágil.
—¿Hubo una idea base para este último viaje?
—La pregunta fue: ¿Cómo ponemos en el mapa de la noticia a un país donde “no pasa nada”? Y sí pasa pero para los medios, Afganistán se cayó del mapa. Y el objetivo fue tomarme el tiempo para buscar testimonios de los protagonistas que permitirían que la nota fuera importante más allá de la coyuntura. Por ejemplo, la de un talibán que tiene la mitad de la familia muerta pero hoy puede vivir en paz, también. Por supuesto,los testimonios son contradictorios pero dan cuenta de la complejidad de un país de posguerra que quiere salir adelante.

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Rodigo Abd (izq.) en otro momento del proceso creativo de su trabajo.


—¿Cómo convive tu vida personal con este trabajo?
—El día de la inauguración, mi hija tenía otras actividades, pero le insistí para que venga porque quería que supiera lo que hace su papá. Para mí es importante pero al final del día es un trabajo más. No quiero que sea un misterio para ella, quiero que sepa que con la cámara puedo mostrarle una realidad diferente a la suya, y que ella pueda interpretar que el mundo no es solamente su colegio, que Argentina no es el ombligo del mundo, que lo que pasa acá pasa también en otros lugares.

—¿Qué efecto querrías que tuvieran tus imágenes?

—En un mundo cada vez más conectado, vivimos cada vez más encerrados. Y yo me pregunto cómo hacer para que nuestros hijos entiendan que es necesario romper con los muros que creamos. Dentro de poco vamos a vivir solo con los cuatro que nos entendemos, y creo que las fotos tienen que servir para tratar de humanizar un poco un mundo que propone una deshumanización.