SOCIEDAD
Efemérides 4 de enero

Albert Camus, un rebelde de 110 años

Mujeriego, futbolista y más africano que francés, el autor de “La peste” enamoró a todos, pero ¿cómo era su verdadera personalidad? La respuesta no está en sus célebres obras literarias sino en su olvidado trabajo de periodista.

Albert Camus 20240102
Albert Camus. | Twitter @Rogufe

La  escritura de Albert Camus es la de la condición humana, sus imágenes evocan la verdad, la justicia y las emociones, aun en Meursault, el personaje que espanta por la nulidad de sus sentimientos, en la obra que lo consagró como novelista, El extranjero.

“Nada impide soñar” dijo Albert Camus y desde el principio puso manos a la obra. Para él, el camino de un artista no consistía sino en reencontrar en su propio recorrido personal “esas dos o tres imágenes simples y grandes sobre las que el corazón, una vez se abrió por vez primera”.

La felicidad es precisamente una de esas instantáneas que permiten comprender la evolución de su vida y su pensamiento. Esa palabra regresa una y otra vez sobre las páginas de su obra. 

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

También y a pesar de todo resplandece felicidad su corta vida: murió a los 46 años y el pasado 7 de noviembre hubiera cumplido 110 años. Sus fotos desorientan… sigue siendo un rebelde de 110 años. Un James Dean literario.

Albert Camus 20240102
Albert Camus. E teatro le encantaba y escribió 4 obras: Calígula (1944), El malentendido (1944), Estado de sitio (1948) y Los justos (1950).

Camus, tal vez menos francés que africano, era el hijo de un combatiente alsaciano que había huido de la guerra franco-prusiana rumbo a Argelia. Allí, en el departamento de Constantine, cerca del Mediterráneo, nació en 1913 el futuro rebelde con causa, mientras su hermano de dos años aprendía a leer, su padre era labrador de un viñedo y su madre sorda plantaba castañas de Cajú. 

Su genealogía estuvo atravesada inexorablemente por la desolación de la muerte y el manto negro de la guerra. Su padre la había enfrentado por segunda vez en el campo de batalla europeo, cuando debió alistarse en la Primera Guerra Mundial. Y allí murió. 

De él, Luden, sólo le quedaba al hijo pródigo una única anécdota -el asco que le provocó el procedimiento de la guillotina, cuando lo habían obligado a presenciar una decapitación-, una mínima historia familiar que escuchó en boca de su madre, pero que caló hondo en su corazón. Una imagen de su adolescencia que retomó en un párrafo shockeante en El extranjero, una audacia desosada que fue mencionada por la Academia Sueca como uno de sus mayores impactos literarios.

Esa lucha personal contra la guillotina cruel inspiró un ensayo que Camus publicó en La Nouvelle Revue française (1957) y que contribuyó bastantes años después a la abolición de la pena de muerte en Francia. De hecho, su título original fue luego cambiado por Reflexiones sobre la pena capital.

Albert Camus 20240102
Albert Camus. A los 17 años le diagnosticaron tuberculosis, pero nunca dejó de fumar.

“Nosotros, los franceses, entramos a la guerra, no por el gusto de la conquista sino para defender justamente una cierta idea de la felicidad”, escribió este pacifista y antifascista a ultranza el 22 de diciembre de 1944, en Combat, la revista que dirigió durante los años de la Segunda Guerra Mundial. 

El intelectual que volvió de la muerte

Hoy, se cumple otro aniversario de su fallecimiento, el 4 de enero de 1960. Sucedió absurdamente en un accidente automovilístico por la carretera de Le Petit-Villeblevin, mientras iba en el asiento delantero del coche que conducía su editor Michel Gallimard. El autor de La peste murió en el acto y Gallimard, algunos días más tarde, en un hospital de París, hacia donde viajaban luego de pasar la Navidad en la casa de campo de Camus, en Lourmarin. Su familia no murió con él, porque había preferido regresar en tren. 

Albert Camus, un rebelde de 110 años

A 63 años de su muerte, Albert Camus no ha desaparecido sino todo lo contrario. Escritor, filósofo, dramaturgo, ensayista, Premio Nobel de Literatura en 1957, para los argentinos su nombre está casi exclusivamente ligado a la literatura y la Teoría del Absurdo, sin embargo el autor de El hombre rebelde (1951) se inició en el mundo del librepensamiento a través del periodismo, profesión que inauguró a los 25 años y ejerció en varias etapas a lo largo de su vida.

Como columnista o en redacción, trabajó en diez medios. Los tres primeros, en Argelia: Alger Républicain y Le Soir Républicain, de 1938 à 1940. Aunque juveniles, la potencia de estos artículos le permitió distinguirse desde la primera hora. Entre todos ellos, Miseria en la Kabylie se consideró de inmediato un ejemplo de periodismo de investigación, ya que en él denunció las condiciones inhumanas en las que vivían los pobladores del barrio de ese nombre, mayormente bereberes. 

Albert Camus 20240102
Albert Camus, futbolista. Apasionado del deporte, el futbol era su preferido, seguido por la natación y el boxeo. Así, rompió el estigma del intelectual rata de biblioteca.

Situada al norte de la ciudad de Argel, sobre el Mediterráneo, el resto de la prensa de ese país –ni hablar de la francesa continental- no se interesaba por la pobreza y la marginalidad de Kabylia, una zona de 33 kilómetros cuadrados sobre la región de Magreb. Como periodista, Camus fue a donde nadie lo esperaba, para sacar a luz verdades invisibles.

La sensibilidad social  de Camus tuvo su principal detonante en su propia historia personal. Al morir su padre, la viuda, Catalina Elena Sintes, tomó a sus hijos de la mano y se fue a vivir con ellos al barrio obrero de Belcourt en Argel, donde estaba su madre y un tío, que la ayudaron en la crianza de los chicos, mientras ella limpiaba casas de familias ricas para mantener a su familia. 

Albert Camus no era un colono rico sino un pied-noir humilde, como llamaban en Argelia a los hijos de franceses. Sin embargo, siempre fue un apasionado de la lectura y se sumergía tardes enteras en la nutrida biblioteca de su tío, Gustave Acault, un carnicero masón.

A diferencia de la mayoría de los pied-noris, Camus pudo ir a una escuela francesa, gracias a la recomendación de los empleadores de su madre. La situación de los colones franceses en Argelia era apenas mejor que la de los musulmanes y sí bastante más favorable que la de los judíos, tan segregados que incluso los musulmanes protestaban para defender su derecho a la salud y la educación.

Albert Camus 20240102

Esas diferencias indignaban a Camus. Se afilió al Partido Comunista de Argelia y en 1932 comenzó a publicar sus primeros textos incendiarios en la revista Sud. En 1935 escribió El revés y el derecho y fundó en Argel dos teatros revolucionarios para poner en escena las piezas rápidas que salían de su pluma caliente.  

Inmediatamente, Camus se convirtió en un cronista lúcido de su tiempo. Varias de sus investigaciones en el Diario del Frente Popular –ante todo su trabajos sobre la miseria en el Mediterráneo- lo pusieron en la lista negra de las autoridades y nadie quería darle trabajo. Fue ahí, en 1940, cuando decidió exiliarse de su madre tierra y se mudó a París. 

En la capital de Francia, gracias a su amigo y mentor Pascal Pia, entró al diario Paris-Soir como secretario de redacción. 

En el otoño de 1943, primero como colaborador en la clandestinidad y luego, entre 1944 y 1947, como jefe de redacción, ingresó al diario Combat, un periódico único en la historia de la prensa francesa porque era la voz de la resistencia a favor de las reformas democráticas que creía que Francia debía encarar. 

Albert Camus 20240102
Amores. Su relación más perdurable -16 años- fue con la actriz de teatro española María Casares, hija de un político.

De ese período restan algunos escritos valientes y memorables, como aquel del 8 de agosto de 1945 en el que Camus fue el único periodista de Francia que denunció la “barbarie” del lanzamiento de la bomba atómica en Hiroshima como una “atrocidad nuclear” mientras Occidente lo consideraba una proeza técnica.

Sus editoriales en Combat, criticaban la violencia y varios “ismos”: los totalitarismos, los nacionalismos, los maniqueísmos y el cristianismo. En todas sus líneas demuestra ser un hombre moderado que defendía la importancia del diálogo como pieza capital de la democracia. Defensor a muerte de la causa republicana española, escribió muchas líneas en las que pedía el retorno de España a la democracia, palabras que inesperadamente hacen reflexionar sobre el avance de las ideas de extrema derecha en varios países, inclusive el nuestro.

Albert Camus 20240102
Teoría del absurdo. Con el ensayo El mito de Sísifo y la novela El extranjero, Camus dio a conocer al mundo su relectura del mito griego.

Para los exiliados españoles, Camus era “uno de los nuestros” y de hecho, sus raíces maternas lo transportaban a la Península Ibérica. Catalina Sintes, había nacido en la ciudad argelina de Birkhadem, pero sus padres provenían de Sant Lluis, en la ciudad de Mahón, isla Menorca

Por eso, retribuía con bonhomía la devoción de los rebeldes españoles: “La España del exilio me ha demostrado a menudo una gratitud desproporcionada. Los exiliados españoles combatieron durante años y luego aceptaron orgullosamente el dolor interminable del exilio. Yo solamente he escrito que tenían razón. Y tan solo por eso he recibido durante años la leal amistad española que me ha ayudado a vivir. Esa amistad, aunque inmerecida, es el orgullo de mi vida. Es, a decir verdad, la única recompensa que yo puedo desear”

Tal vez esa filohispanidad sea la razón de que la actriz española María Casares haya sido la favorita y tal vez la más prolongada relación -16 años- de Albert Camus entre sus muchos y variados amores y amoríos (Blanche Balain, Mamaine Koestler, María Casares, Catherine Sellers, Mette Ivers, etc). La profusa correspondencia que se intercambiaron se convirtió en letra impresa en un libro autorizado por la propia hija de Camus, quien protegió su legado post mortem.

Albert Camus, crónicas rebeldes

En 1943 ingresó a la Editorial Gallimard, renunció al Partido Comunista y se afilió al anarquismo. Escribía para Le Libertaire, Le révolutíon proletarienne y Solidaridad Obrera. En sus columnas encendidas apoyó las protestas de 1953 en Alemania Oriental, defendió el levantamiento de los trabajadores polacos en Poznan, apoyó la Revolución húngara y alentó el movimiento independentista en Argelia. 

La labor periodística y la confrontación con la actualidad delinearon su perfil literario siempre crítico y quijotesco. El periodismo le permitió “dialogar con lo real a través de la ficción. Desde mis primeros artículos hasta mi último libro, yo no tengo tantos ni tal vez demasiados escritos sino los que no puedo evitar todos los días, junto a aquellos que, sea quienes fueren, se humilla y se rebaja”,  justificó.

En La peste por ejemplo, Rambert es un periodista que termina comprometiéndose en la lucha contra la peste, alegoría del nazismo, pero condena de todos los totalitarismos. El ascético narrador en primera persona de El extranjero cita su diálogo con un periodista para criticar entre líneas la falta de valores de la prensa. El reportero viaja desde París a cubrir el asesinato de un árabe, un caso que “la prensa infló un poco” para tapar la falta de noticias en verano. 

Camus y Satre, una ética ante las nuevas formas de colonización digital

Y desde luego, en la fotogalería de Albert Camus tampoco debería faltar esa romántica imagen del periodista y escritor combativo con el pucho entre los labios y enfundado entre las solapas alzadas del sobretodo. 

¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice que no. (…) El esclavo, en el instante en que rechaza la orden humillante de su superior, rechaza al mismo tiempo el estado de esclavo. El movimiento de rebelión lo lleva más allá de donde estaba en la simple negación. Inclusive rebasa el límite que fijaba a su adversario, y ahora pide que se le trate como igual (...) El esclavo se arroja de un golpe al Todo o Nada. La conciencia nace con la rebelión”, preludia El hombre rebelde (1951), las palabras de la Biblia de los 50, que recorrió el mundo llenando de sangre joven las almas decepcionados y los cuerpos leñosos de la humanidad envejecida.

Albert Camus 20240102
Dos matrimonios y numerosas infidelidades hicieron de él un mujeriego incurable. 

Su último trabajo periodístico fue en 1955 en L’Express y se lo dedicó a la compleja causa argelina, que lo desgarraba. Siempre contra la corriente, Camus volvió a ponerse a la izquierda francesa en contra cuando públicamente y a pesar de su ferviente posición anticolonialista, defendió la opción de una Argelia francesa, en donde sus compatriotas pudieran acceder a los mismos derechos de igualdad, fraternidad y solidaridad que tenían los franceses de la metrópoli. “Si un hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad, fracasa en todo”, ampliaría un año más tarde.

Einstein, el genio infiel que debió darle a su esposa el dinero del Premio Nobel


En definitiva, los artículos periodísticos de Camus rescataron las imágenes esenciales de una vida absurda que, en busca de la felicidad, no cesaba de evocar el sufrimiento que él mismo había vivido y aún vivían sus compatriotas, los que luchaban desde el otro extremo del Mediterráneo que amaba, lejos de donde se encontraba y a la vez siempre cerca.

“Sí, el hombre es su propio fin. Y es su único fin. Si quiere ser algo, tiene que serlo en esta vida. Ahora lo sé de sobra”, había escrito en su obra consagratoria, El Mito de Sísifo (1942), cuando Albert Camus comenzaba a cargar su piedra sobre la espalda.

Albert Camus, un rebelde en frac

Esa breve sucesión fotográfica esencial que condensa la vida tendría, en el caso de Camus, que incluir su retrato en Estocolomo “mis sur son treinte-et-un” (con moño y en frac), para recibir el Premio Nobel de Literatura, en 1957. Una imagen que, curiosamente, remite a su madre, su primer amor, el principio. 

A ella le dedicó su última obra literaria, El Primer hombre: “a tí, que no podrás jamás leer este libro”.

Albert Camus 20240102
Periodista nato. Trabajó y colaboró en al menos diez medios de prensa.

Porque fue ella quien le enseñó a desconfiar de los espacios de poder. Una vez, cuando le contó que en París lo habían invitado el palacio Elíseo, por toda respuesta la mujer le señaló: “no vayas, hijo, desconfía. No es para nosotros”. Y él nunca olvidó su consejo. Jamás fue a la sede presidencial de Francia ni pisó palacio alguno, excepto al palacio sueco para recibir el Premio Nobel. 

Otra instantánea de su historia personal debería rescatar al Camus futbolista. A pesar de las limitaciones que se inerponían entre su tuberculosis y la actividad deportiva, a Camus le encantaba jugar al fútbol -algo inusual entre intelectuales- más que nadar o incluso boxear. Arrancó como delantero en el Lycée pero terminó en el arco del equipo universitario RUA. 

2023_09_17_jean_paul_sartre_albert_camus_cedoc_g
Amistad y enemistad con Jean Paul Sartre. Se dijo que Camus se negó a compartir con él los favores de Simone de Beauvoir, la esposa del filósofo existencialista. Con todo, se pelearon en intercambios memorables, publicados en la revista Les temps modernes.

“Sí, lo jugué varios años en la Universidad de Argel. Me parece que fue ayer. Pero cuando, en 1940, volví a calzarme los zapatos, me di cuenta de que no había sido ayer. Antes de terminar el primer tiempo, tenía la lengua como uno de esos perros con los que la gente se cruza a las dos de la tarde en Tizi-Ouzou. Fue, entonces, hace bastante tiempo, en 1928 para adelante, supongo. Hice mi debut con el club deportivo Montpensier. Sólo Dios sabe por qué, dado que yo vivía en Belcourt y el equipo de Belcourt-Mustapha era el Gallia. Pero tenía un amigo, un tipo velludo, que nadaba en el puerto conmigo y jugaba waterpolo para Montpensier. Así es como a veces la vida de una persona queda determinada”, escribió en el artículo La belle èpoque o lo que le debo al fútbol (1957).

Y no era poca cosa lo que le debía al fútbol: “Pronto aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre, lo que se dice, derecha”, continuaba el relato.

Albert Camus

Por esa misma época en que recordaba el fútbol de su juventud, ganó el Premio Nobel de Literatura y con el dinero que recibió, se compró una casa muy sencilla en Lourmarin, en la Provence francesa. Era un criadero de gusanos, que él mismo reformó hasta convertirlo en su lugar para alejarse del mundo. 

"Por fin he encontrado el cementerio donde seré enterrado", dijo entonces no sin ironía.

Pocos días antes de morir, el 4 de enero de 1960, había absurdamente comentado: "No conozco nada más idiota que morir en un accidente de automóvil". 

Dentro del auto, la patrulla que lo rescató encontró 144 páginas desconocidas. Eran su manuscrito inconcluso de El primer hombre, obra que su hija Catherine hizo publicar casi treinta años más tarde.