OPINIóN
Esto fue historia

“Ese loco"

Cuando "un elegido" llega al poder fagocitando opositores y deslumbrando incautos, no rinde cuentas, tampoco busca acuerdos ni respeta a trabajadores, docentes, científicos y voces críticas. En Argentina suena profético, pero esa historia ya la vivió Alemania, hace 90 años.

Hitler y Milei 20230912
Hitler y Milei. | shutterstock

Un año antes, nadie pensaba que podía llegar a ser la máxima autoridad del país, porque “no estaba bien de la cabeza”. Era alguien que decía cosas delirantes todo el tiempo. Menos podía pasar en un país con una gran tradición en educación y en ciencia, y con una democracia que la mayoría apoyaba, aunque no tuviera una larga historia. 

Sin embargo, "ese loco" llegó a ser el jefe del Estado. En cierta medida, gracias a la ayuda del principal líder de la fuerza de derecha que ya había estado antes en el poder; tal vez, como parte de la venganza contra la otra figura política importante de su propio espacio político,que había intentado tener "vuelo propio". 

El nuevo gobierno pareció ser "de coalición" entre las derechas, y varios dirigentes de esta fuerza más tradicional se sumaron como ministros y secretarios. Sin embargo, de poco les sirvió, ya que la fuerza del nuevo líder fue "fagocitándose" a muchos de los integrantes de ese otro partido de derecha, y obligando a los otros a retirarse de la política, cuando comenzaron a oponerse.

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Pero al nuevo líder no lo terminó apoyando solo el partido de derecha. Casi todos los políticos "de centro", legisladores de partidos de tradición democrática, avalaron este proceso autoritario. Ya antes habían subestimado el peligro y no se habían unido a otras fuerzas para frenar su llegada al gobierno. Luego, justificaron su pasividad diciendo que era mejor que estuviera a cargo del Estado, así se iba a tornar responsable, que "se iba a moderar" o que, en todo caso, "poco iba a durar su gobierno". 

Hitler y Milei 20230912

Un loco también sabe seducir. 

Y lo que más llamó la atención fue que estos diputados "de centro", en teoría "republicanos", votaron las medidas represivas e, incluso, las leyes inconstitucionales que le dieron cada vez más poder al líder autoritario. Hasta votaron en favor de la destitución de un gran número de legisladores de la oposición (que luego fueron encarcelados) y avalaron que los sindicatos fueran intervenidos y que se pisotearan los derechos laborales.

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En similar actitud, muchos periodistas y medios de comunicación no se opusieron al ascenso de este "loco". Primero le dieron espacio porque era "la novedad"; luego lo criticaron un poco, pero finalmente, cuando se verificó que tenía casi un tercio del apoyo del electorado, empezaron a considerarlo una "opción válida". 

 

Ese loco

Comenzaron a decir que "se había moderado", que "se había rodeado de gente respetable", etc. Como si todo esto no fuera una evidente estrategia para poder acceder al poder. Cuando quisieron reaccionar y preservar cierta independencia ya fue tarde: el poder represivo del Estado los obligó a seguir las directivas del gobierno y perdieron toda voz propia. Muchos alegaron que no lo habían podido prever.

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Es cierto que todo ocurrió relativamente rápido. Así como había sido veloz el ascenso electoral del nuevo líder, también fueron fulminantes los cambios en la legislación y sumaria la ejecución de las medidas. 

Obviamente, se sucedieron las protestas, pero fueron duramente reprimidas. Buena parte de la ciudadanía aplaudió, porque quería orden. Otros fueron paralizados por el terror. La sociedad se militarizó, mientras se obligaba a los oficiales de las Fuerzas Armadas a jurar lealtad personal al líder. 

La mayoría de los jueces (salvo los pocos que renunciaron) avalaron los encarcelamientos masivos de dirigentes y militantes que se oponían a la instauración "legal" de una dictadura. Los simpatizantes del "loco", enardecidos, profundizaron la persecución de científicos, docentes y toda persona que promoviera un pensamiento crítico e independiente.

Un país y un loco

Los que lograron huir fueron a otros países donde los recibieron tanto por solidaridad, como por interés en que aportaran a su desarrollo. Incluso la Iglesia católica y muchos cultos protestantes, que habían tolerado todo este giro autoritario, vieron cómo muchos de sus párrocos eran encarcelados por no apoyar explícitamente al régimen.

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De todos modos, más allá de la velocidad de los cambios, resulta, hoy en día, difícil entender cómo es que la mayoría de los dirigentes "de centro", los periodistas e intelectuales democráticos y gran parte del empresariado, que finalmente quedó a merced de las extravagancias del "loco", no previeran que esto iba a suceder. 

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Si el candidato lo había dicho todo explícitamente, incluso lo había escrito en un libro que sería luego de lectura casi obligatoria. Ahí estaban todas sus medidas futuras y también las formas autoritarias por las que las impondría. Había expuesto claramente a quiénes consideraba sus "enemigos" y que no tendría clemencia para con ellos. También había dicho públicamente que se consideraba "el elegido" y que no debería rendir cuentas a nadie, ni acordar con los políticos, ni con los legisladores. En fin, había afirmado que no venía a mantener la convivencia democrática, sino a acabar con ella.

Todos estos hechos, que parecen una ficción, ocurrieron exactamente así. Tuvieron lugar hace noventa años, en un país llamado Alemania.

*Investigador Principal del CONICET y Profesor titular de Sociología en la Universidad Nacional de Quilmes.