Desolación y angustia son las palabras que más se escuchan y que mejor definen la situación que se vive por estos días en la porteña avenida Corrientes a raíz de la implementación de la cuarentena total, en el marco de la pandemia de coronavirus.
Se trata, en definitiva, de la zona de la ciudad de Buenos Aires en la que más se nota el aislamiento social obligatorio. Salvo algunos locales gastronómicos, el resto de los comercios de una de las principales avenidas comerciales y de actividades culturales están cerrados. Para algunos, la imagen de las cuadras que van desde Callao hasta el Bajo Porteño remiten a un domingo por la mañana, sin embargo, para otros, ni siquiera a eso. Se trata de una película de terror en la que los comerciantes son los protagonistas. Lo cierto es que en la avenida que alguna vez fue definida como “la que nunca duerme”, ahora no transita nadie. Solo se ven algunos repartidores de alimentos por aplicaciones digitales o personal de seguridad en las puertas de los pocos edificios que están abiertos.
Además de Corrientes, la misma imagen se repite en las principales peatonales porteñas como son Lavalle y Florida. Arterias en las que el turismo, sobre todo internacional, era la principal fuente de ingreso de sus comercios.
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“La situación es muy preocupante. No sabemos hasta cuándo se va a mantener y qué consecuencias va a traer”, afirmó, de manera contundente, Gustavo Luraschi, presidente de la Asociación Amigos de la Calle Corrientes, Peatonal Lavalle y Obelisco.
“Nuestros comercios se nutren de turistas, oficinistas y empleados públicos que por la cuarentena no están trabajando. Entendemos y apoyamos las medidas sanitarias adoptadas por el Gobierno nacional, pero también sabemos que la recuperación no será en el corto plazo. Por más que se abra la cuarentena a fin de mes, el turismo no va a regresar en lo inmediato;los teatros serán una de las últimas actividades en habilitarse, lo mismo que el retorno de los empleados públicos a sus trabajos habituales que son nuestro público habitual. Va a ser muy difícil recuperarnos de este golpe que nadie esperaba”, agregó el titular de la entidad comercial en su charla con PERFIL.
Consultado sobre la situación de los locales gastronómicos, en especial de las pizzerías, Luraschi destacó que, a pesar del servicio de delivery, el impacto se va a sentir fuerte. “Los locales gastronómicos no pueden mantenerse solo con el delivery. Es muy baja la densidad de población en esta zona, vive muy poca gente en el centro. Además, no todos tienen la infraestructura acorde para hacer despachos, o tienen las herramientas para cobrar fuera de sus negocios. Además de los gastronómicos, que encima trabajan con personal reducido, solo abrieron farmacias y unos pocos kioscos. El panorama no es para nada alentador”, completó el comerciante.
Para Luraschi, los bancos no ayudan de la manera que esperaban. “Se hace muy difícil acceder a los créditos. Para que nos den un crédito los bancos oficiales nos piden, por ejemplo, que los empleados tengan sus cuentas sueldos radicadas en esas entidades. Las entidades privadas, en tanto, nos piden tantos requisitos que se hace muy difícil acceder en poco tiempo, y los sueldos y cargas sociales las tenemos que pagar igual”, señaló.
Gabriel Fama, dueño de la Heladería Cadore, y titular de la Asociación Fabricantes Artesanales de Helados y Afines (AFADHYA) afirmó que “ver a la avenida Corrientes de esta manera, sin gente, es una gran tristeza. Si bien la salud está por encima de todo, en esta oportunidad nos tocó ser protagonistas de una película de terror. Nuestro fuerte es el consumo compulsivo, ahora solo facturamos el 10% de lo que hacíamos habitualmente en esta época”, graficó el propietario de la tradicional heladería porteña.
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En la calle Florida, la situación es la misma. Hasta hace un tiempo era transitada por turistas de todas partes del país como así también del mundo, hoy la imagen que devuelve la peatonal porteña también es la de la desolación.
“El 80% de la facturación de la mayoría de los comercios de Florida proviene del turismo. Para muchos comerciantes es una situación terminal. Si bien veníamos levantando cabeza de a poco en los últimos tiempos, esta situación, que no se la esperaba nadie, nos termina por tirar todo abajo., aseguró Rafael Fajgenblat, vicepresidente segundo de la Asociación Amigos de la Calle Florida. “Por otro lado, el Estado sigue cobrando los impuestos como si todo fuera normal. El poco auxilio que nos prometen tarda en llegar, pero igual tenemos que pagar los alquileres, sueldos y cargas de todo tipo”, agregó. “Sentimos que estamos en medio del mar ahogándonos y el Estado nos tiró un salvavidas desinflado a quinientos metros de dónde estamos. De esa manera va a ser muy difícil salir de esta situación”, concluyó el joven comerciante.
CP