Fue un día como hoy, 27 de mayo, pero de 1895 cuando el gran escritor y dramaturgo irlandés Oscar Wilde era condenado a dos años de prisión por ser homosexual.
“El amor que no se atreve a decir su nombre, y a cuenta del cual estoy aquí hoy, es precioso, está bien, es una de las formas más nobles de afecto que existen" decía entonces Oscar Wilde a modo de alegato, un alegato con el que pasó a la historia desde la colmada sala del tribunal donde estaba siendo juzgado por su homosexualidad.
Pero el origen de todo había sido al revés, con Wilde como acusador y no como acusado, Ya que el autor de libros inmortales como El retrato de Dorian Gray y El fantasma de Canterville fue quien había iniciado un periplo judicial que acabaría con su magnífica carrera en medio del más absoluto escándalo.
Doyle nació en Dublín, Irlanda (entonces perteneciente al Reino Unido), el 16 de octubre de 1854 en una familia culta y liberal y pronto se convirtió en uno de los escritores ingleses más importantes de su época. Con solo 22 años consiguió el primer premio de literatura griega y latina y a los 24 se le reconoció su trabajo con el título de Bachelor of Arts. La poesía, la novela, la crítica y los ensayos fueron sus géneros favoritos y en todos destacó por su originalidad.
Lo que el día contra la discriminación por la orientación sexual e identidad de género nos dejó
En el año 1884 Wilde se casó con Constance Lloyd, con quien tuvo dos hijos, pero su relación fue breve ya que la sombra de la homosexualidad estuvo siempre detrás del dramaturgo, hasta que fue acusado públicamente por el marqués de Queensberry de mantener una relación con su hijo, Lord Alfred Douglas, y fue condenado a dos años de trabajos forzados por “indecencia grave”.
El juicio se celebró el 27 de mayo de 1895, justo cuando Wilde estaba en su mejor momento y poco después entró en la cárcel de Reading, donde estuvo hasta 1897. Esta experiencia lo marcó a nivel profesional y personal. Pero allí se inspiró para crear su último poema, que escribiría al salir de prisión, que versaba sobre el mundo penitenciario y que llevaba por título La balada de la cárcel de Reading.
En la cárcel, en tanto, escribió De profundis, una carta de más de 50.000 palabras para su amante Bosie (así llamaba Doyle a Lord Alfred Douglas), en la que se definía a sí mismo como “uno de los que están hechos para excepciones, no para las leyes”.
Esta sentencia, que buscaba ser ejemplificadora, tuvo mucha repercusión y propició un recrudecimiento de la intolerancia sexual no solo en Gran Bretaña, sino también en otros países de Europa: muchos artistas homosexuales sufrieron represalias y algunos (como en Alemania el pintor alemán Paul Hócker) debieron emigrar fuera de su país.
Oscar Wilde gozaba de un gran éxito como escritor y crítico literario a finales del siglo XIX. Pero su imagen pública de hombre casado y con dos hijos no podía ocultar su preferencia por la compañía masculina y sus tendencias homosexuales.
Esta actitud fue tolerada por la mojigata sociedad victoriana hasta que fue denunciado por el marqués de Queensberry, padre de Alfred Douglas, que lo acusó públicamente de "sodomía".
Fue así que el marqués le dejó una nota a Wilde, con falta de ortografía incluida, en un club que el escritor frecuentaba.
La nota decía: "Para Oscar Wilde, que alardea de somdomita [sic]". Obviamente, quiso decir sodomita.
Wilde no lo pensó dos veces y denunció a Queensberry por difamación, aunque las revelaciones que se harían en el juicio pusieron de manifiesto su homosexualidad y se giraron en su contra más adelante.
Dada la fama de Oscar Wilde, su juicio fue lo que hoy llamaríamos "mediático" ya que captó la atención de toda la sociedad británica de la época. Durante semanas fue la comidilla del país.
Wilde fue condenado a dos años de trabajos forzados en el penal de Reading. La estancia en esta cárcel, a 65 kilómetros de Londres, fue un periodo muy duro (incluso estando allí falleció su madre) y afectó la salud del dramaturgo, que entre otras cosas, tuvo una fuerte infección en un oído.
Después de cumplir su condena, desengañado con la sociedad inglesa y arruinado material y espiritualmente, abandonó definitivamente la prisión en mayo de 1897 y tuvo que exiliarse en París, Francia, donde vivió bajo el nombre de Sebastián Melmoth.
Se había convertido en un apestado con el que nadie quería tener contacto en Londres. Tras el juicio, su esposa Constance se instaló en Suiza junto a sus hijos y cambió sus apellidos por el de Holland.
Wilde se reencontró con Alfred en Nápoles en 1897 (antes de instalarse en París), pero solo estuvieron juntos tres meses.
Su esposa le prohibió visitar a sus dos hijos, a los que no volvió a ver. Y muchos amigos lo abandonaron, hartos de sus constantes pedidos de dinero y avergonzados por cómo se mostraba en las calles de París con decenas de jóvenes amantes.
Finalmente, el 30 de noviembre de 1900 murió en la capital francesa, solo y enfermo de meningitis.
Medio siglo después, en 1956, la ley que lo había condenado por homosexual fue derogada. Oscar Wilde lo había anticipado cuando, poco antes de morir, dijo: "No tengo duda de que ganaremos. Pero el camino será largo y lleno de monstruosos martirios".
MT