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Historias de gente comn

Qué dicen (y hacen) los infieles

Conozca por qué encuentran excitantes las relaciones fuera de la pareja. Cómo hacen para no ser descubiertos.

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“Es divertido”, “hay mucha oferta”, “es una cuestión de adrenalina”. Los argumentos son muchos y variados, y aunque saben que si su pareja se entera lo pierden todo, aseguran que vale la pena arriesgarse, pero con cuidado, claro.

Sin embargo, los infieles consultados por Perfil.com saben que no está bien “meter los cuernos”. Por eso, prefieren hacerlo en momentos y lugares en los que saben que no hay posibilidades de que su pareja se entere. Y para ello, saben cómo rebuscársela.

Nunca un viernes o sábado a la noche, eso está claro. Lo hago sólo en horarios laborales, entre paciente y paciente, hasta puedo poner de pretexto que estoy en una cirugía, algo común en mi profesión”, cuenta Fernando de 37 años, un médico casado y con dos hijos.

Según explica, sus relaciones extramatrimoniales son sólo casuales, y dice que nunca se enganchó con alguna de sus “trampas”. Para Fernando, hoy en día es muy difícil ser fiel, “porque las situaciones se te presentan constantemente”. En su caso, “en el consultorio o en el mismo trabajo con algunas colegas”.

Las andanzas de Joaquín, de 23 años, son distintas, pero en el fondo, las mismas. Está de novio hace más de un año y asegura que siempre tuvo historias extra. “Es inevitable, en los boliches se da mucho y yo salgo mucho solo con mis amigos”, relata. Para él, ser infiel “es divertido”, y lo define como “una elección”. “Quizás más adelante no me guste más y decida comprometerme, pero no es una cuestión de edad. Tengo amigos más grandes y casados que hacen reuniones con ese objetivo”, cuenta.

Pero la infidelidad no es sólo una cuestión de hombres. Las mujeres también se las traen, como Marisa, una empleada administrativa de 45 años. “Comencé una historia con un compañero de trabajo que me gusta, pero no por eso voy a separarme de mi marido (está casada hace 12 años). Nos vemos siempre a la salida del trabajo, dos o tres horas nomás, porque tengo que volver a casa antes de que llegue mi marido de trabajar”, cuenta. Y dice que lo hace porque le “gusta la adrenalina”.