COLUMNISTAS
JUDICIALIZACION

Cubrir la retirada

El cristinismo fuerza resguardarse de futuros reclamos legales. Plan opositor para desmantelarlo.

“Érase un marinero que hizo un jardín junto al mar...” (Antonio Machado)
| Dibujo: Pablo Temes

Si la política no tuviera misterio, quizas Daniel Scioli dispondría de otro rostro. Más dichoso, claro. Sacó ventaja en la primera vuelta y, para la segunda del próximo 22, ya no lo azotan dos fantasmas que le retrajeron votos fundamentales en la provincia de Buenos Aires: uno propio y perdidoso, Aníbal Fernández, quien lo acercó al cadalso político con un desprestigio bien ganado y, por razones inversas, una ganadora sorprendente, María Eugenia Vidal, que arrastró multitudes desde el bando contrario. Ya no juega ninguno en su contra. Podría sonreír con estos datos benévolos en el pizarrón. Pero Scioli aparece mustio, por momentos ajeno y distraído, como si esa combinación matemática favorable no se fuera a reflejar en el resultado final, que sea una entelequia. Tiene su explicación: nunca un candidato presidencial se ha sometido –por su entera voluntad, claro– a un remolino tan devastador y egoísta provocado desde la cúpula gobernante por la madre y el hijo, multiplicado además por rencores e intereses de la agrupación que los acompaña. Demasiado revoltijo para no hundirse en el mar frente a un rival sin conflictos, Mauricio Macri, quien navega haciendo la plancha, en la posición que más disfruta en la vida.

“Algunos de los nuestros parece que no quieren que gane Daniel”, dijo aproximadamente José Pampuro, un ex ministro de los Kirchner de bajo relieve, hoy alojado en la nómina de Scioli. Pudo referirse a la furia incontenida de los sectores más radicales del cristinismo, a sucesivas y críticas expresiones personales (Florencio Randazzo, Hebe de Bonafini, el mismo Fernández, siguen los nombres) o desconfianzas varias en el peronismo; pero nadie ignora que su declaración apunta a la Presidenta, tal vez porque la ha tratado y visitado más que nadie, ya que junto a su esposa era un invitado obligado a las cenas de fin de semana en la residencia de Olivos, compartía con el matrimonio santacruceño de los Icazuriaga el raro privilegio de ser únicos oyentes aprobatorios de las monsergas de Néstor y su esposa durante más de un lustro. Eran el esparcimiento de la pareja oficial. Disfrutaban los visitantes, si así puede decirse, de las cadenas que más tarde Ella hizo extensivas a toda la sociedad. Las palabras y sospechas actuales de aquel contertulio difícilmente sean controvertidas desde el Gobierno; no atinarán a responderle. Al revés de lo que sucede con otros disconformes, Pampuro posee sus propios secretos de aquella relación, ya que fue el enlace inicial entre los Duhalde y los Kirchner, cuando la pareja de Eduardo y Chiche promovían desde el poder la llegada de los patagónicos. Un apoyo que obviamente no sólo fue simbólico.

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Esa es la prioridad, la cobertura judicial y acomodar fieles en la administración pública

Plan canje. Expresa a Scioli, alguien con más táctica que estrategia, sumido hoy en la anécdota del quejoso príncipe árabe que no supo conservar ocho siglos de dominación en España. Aunque no se haya definido todavía el compromiso electoral, el candidato observa cómo se prueban sus ropas, según reza el tango y, sobre todo, la instalación de un plan canje en la Justicia para evitar contingencias desagradables en el futuro para Ella y su familia.

Esa es la prioridad, la cobertura judicial más el acomodo de los fieles en la administración pública. Nunca, desde el derrumbe bonaerense, en la Casa Rosada pensaron en su postulación, aunque uno de los inquilinos –el alelado Carlos Zannini– vaya en el segundo término de la fórmula.

Quizás otros advirtieron el propósito de fuga y la precaución judicial de la mandataria, al parecer radicales como Ernesto Sanz, ya designado ministro de Justicia si llegara a vencer Macri (su mejor destino, ya que si perdiera, entre Alfonsín y Lila de Stubrin se comerán sus restos). Debe ser, dentro del team opositor de Macri, el área más desarrollada a aplicar, comparable a la actividad del eventual equipo económico. Cuenta, aparte, con asistencias voluntarias de personal desplazado, indignado o contribuyente del propio Poder Judicial, esa zona que el cristinismo nunca terminó de arrasar y que ahora se levanta en su contra. Por si no bastara esa rebelión de los fueros, la misma Corte Suprema parece erguirse y desafía a la naturaleza a través de Ricardo Lorenzetti: tantos años de blandura no imaginaban la dureza presente (última prueba del fenómeno: declarar inconstitucional tardíamente la absurda ley de subrogancia de los jueces para proteger a funcionarios kirchneristas). Si hasta Elisa Carrió se abstiene de cuestionar su ejercicio, se concentra en alimentar al posible ministro.

Además de esta presión, las propuestas de reformas y cambios, a Sanz lo aceleran ciertos acontecimientos, como la flamante y discutible consagración de dos nuevos miembros en la Auditoría de la Nación, camporistas (Forlón y Alvarez) que reemplazan a peronistas (Brusca y Lamberto) para disponer de la mayoría del cuerpo si pierde Scioli: como Cristina ya dispone de una cercana en el instituto, el cuarto y titular del cuerpo investigador vendrá por añadidura: como se sabe, le corresponde esa designación a la minoría parlamentaria.

Entonces, Cristina en la gloria presunta se supone resguardada a futuro de las pesquisas del pasado reciente. Si esto sorprendió a Sanz, que debe imaginar un propósito de apoderamiento administrativo semejante al ya ejercido en el Indec, la IGJ o la Procuración, ahora lo suma a la lista de quehaceres que ya conversó con Macri, entre los que figuran la voluntad para remover a Alejandra Gils Carbó, modificar funciones y atribuciones del Consejo de la Magistratura y apresurar la jubilación de algunos magistrados.

Como si pasar a retiro efectivo a jueces y fiscales fuera suficiente para emprolijar un poder que funcionó a pedido de Cristina y que aspira a servir del mismo modo a su sucesor.