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gobernabilida, el gran objetivo

¿Habrá un ‘proceso de reorganización económica’?

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Mi interés en esta nota es adelantar el reloj y trasladarnos a diciembre, con la asunción del presidente electo, suponiendo que las elecciones superaron maniobras fraudulentas, venales y violentas, muy comunes en los tiempos que corren.
Nos encontraremos con que Daniel Scioli o un opositor habrá asumido, y en el caso de que sea el primero, se abrirán las puertas de una inédita experiencia en la que un gobierno peronista debe resolver el cúmulo de problemas que le deja en herencia otro del mismo signo. Aquí, pareciera que los caminos que se le abren son básicamente tres: en primer lugar, no hacer demasiado por resolver estos pendientes en cuyo caso el surgimiento de serios problemas económicos, sociales y políticos es de alta probabilidad o, segundo, intentar lo que se denominará “proceso de reorganización económica (PRE)” o algo parecido, esto es, lo que vulgarmente se llama ajuste, generando conflictos también a su interior ya que una de sus bases de apoyo, el kirchnerismo, no tendrá más elección que oponerse si quiere permanecer como opción política con perspectivas futuras, evitando así futuras acusaciones de complicidad con el ajuste y traición al “modelo”.
Un gobierno de esta naturaleza tendría bases extremadamente débiles para sobrevivir y completar exitosamente el PRE. Por supuesto habría un tercer camino que no puede ser descartado: frente a la ruptura interna, el gobierno podría anudar lazos con sectores de la oposición; para ello debería producir monumentales cambios en la orientación que exhibió durante la campaña. Tratándose de una fuerza política con ideología a la carta, esto no puede descartarse de plano.
Si, por el contrario, el nuevo presidente es un miembro de la actual oposición, encontrará enfrente un peronismo seguramente conducido por Cristina Fernández y en este contexto deberá llevar el PRE a la práctica. El peronismo habría logrado así, por cuarta vez en la historia, hacer recaer sobre otros la responsabilidad de resolver sus desmanejos ganándose una nueva chance de gobernar en plazo cercano. El nuevo presidente tendría dos años para poner la casa en orden so pena de perder las elecciones legislativas y con ello comenzar a despedirse de la Casa Rosada.
Para que esto no suceda deberá reinstalar confianza económica, atraer inversiones significativas, reubicar a la Argentina en el mundo, y llevar adelante una audaz política social que mitigue al extremo el costo social de los arreglos económicos, recordando que los intentos de reparar la economía sin considerar a los que sufren por ello nunca han terminado bien en el país. Todo esto sin olvidar retomar las prácticas republicanas y enfrentar la corrupción, el delito y la violencia social.
Es muy difícil acreditarle viabilidad a un gobierno con estos desafíos si no está montado sobre una sólida base política, concretamente un amplio gobierno de coalición que le permita el oxígeno necesario para superar la dura prueba que tiene adelante. Y cuando hablo de gobierno de coalición no me refiero a cargos de otros opositores en el gobierno, sino de un gobierno efectivamente compartido donde los líderes de las otras fuerzas sean miembros activos del gobierno y el gabinete el ámbito de toma de las decisiones compartidas.
De las experiencias fallidas del pasado es posible aprender, y ésta sería una magnífica oportunidad. ¿Quién dice que finalmente la Argentina no pueda tener un camino que se aleje tanto del populismo, despilfarrador serial de oportunidades y una derecha cortoplacista para la que no existen sino sus propios intereses?
Uno se pregunta, ¿no sería hora de que la oposición comience ya a diseñar este arreglo gubernamental? ¿No es consciente de la tarea que le espera en caso de ganar? ¿O es tan consciente que no se esmera demasiado en asegurar una victoria electoral?

*Politólogo.

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