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Maravilloso

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Maravilloso invento el del teléfono, ¿no es cierto? Uno de los grandes y más importantes inventos de la humanidad. Bueno, no fue la humanidad toda ella sino el señor Alexander Graham Bell, a quien reverenciamos todos los días cuando discamos o apretamos teclas con números. Parece que hubo antes o al mismo tiempo un señor italiano que también andaba en la cosa de inventar algo para hablar a distancia pero no fue tan clarividente como el inglés; escocés, cierto. A quien muchos retrógrados desconfiados llenaron de burlas e insultos diciendo que “eso de hablar a distancia es un disparate”. Hasta propusieron que se lo llevaran preso, al señor Graham Bell digo, por estafar a la gente con falsas esperanzas. Hay gente incrédula y suspicaz, no me diga que no. Imagínese el susto de esos tipos (supongo que también habría tipas, en general esposas obedientes de los tipos) si nos vieran hoy poniéndonos al oído algo que nos trae la voz de la tía Rudecinda que vive en Villa La Angostura, dichosa de ella porque el lugar es precioso y sale a la puerta y un poco más allá ya puede empezar a esquiar. Así que repito, imagínese el susto de esa gente tan limitada e incrédula. Qué bueno, me gustaría verlos cuando yo hablo por teléfono con mi amiga Hebe. Claro, si pudiera, porque no tengo. No me interprete mal: tengo teléfono, claro que tengo. Tengo un aparato precioso que dice arriba Telecom que viene a ser el dueño de mi teléfono. No puedo llamar a mi amiga ni a mi tía y ellas no pueden llamarme a mí porque el aparato no funciona, pero eso es lo de menos. Tengo, eso es lo importante. Llamo al señor Telecom, el dueño de mi teléfono, ¿le dije?, y le explico y él me dice que mi teléfono está bien y funciona. Debe tener razón, me imagino, y el hecho de que mi teléfono esté sordo mudo ciego y paralítico debe ser porque yo no entiendo nada de tecnología, eso. Me acuerdo de cuando yo era niña, ayer nomás, en fin, antes de ayer, cuando todo y los teléfonos también, todo funcionaba. Pero claro, estábamos vendidos al oro extranjero y eso es muy feo. Mi papá llamaba y decía vea nos mudamos mañana así que vengan a ponernos el teléfono en la nueva casa, no, a las diez de la mañana no, vengan a las cuatro de la tarde. Y así era, puntualmente. Por suerte ahora los teléfonos son nuestros. Tardan tres semanas en venir pero bueno, el orgullo nacional, a salvo. Es maravilloso tener teléfono, le juro.