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Peña y Carrió: dos caras de insistir en el error

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Campaña. Peña y Carrió no cambian. | cedoc

Por lo visto, al Presidente le cuesta salir del estrés postraumático que le propinó el “palazo” de las PASO, como él mismo dijo ante un raleado auditorio convocado por el Grupo Clarín.

Como autocrítica, planteó que fallaron las investigaciones de opinión pública, de las que él, Marcos Peña y Jaime Duran Barba son fans. Y asumió que el brutal ajuste encarado el año pasado fue demasiado para mucha gente.

Sobre este último punto, saltó el fusible Nicolás Dujovne, defensor a rajatabla del déficit cero y de recortar hasta donde no se debía tras acordar con el FMI. Hacía menos daño en la tele.

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Sin embargo, en el Disney que le crearon a Mauricio Macri con las encuestas, hasta ahora solo le hicieron pagar los platos rotos a Duran Barba, a quien el jefe de Estado decidió poner en el freezer.

Peña, que estuvo otra vez en la puerta de salida y luce golpeado, no solo fue ratificado en el cargo. También se mantuvo fiel a sí mismo para encarar la campaña hacia octubre, lo que a la vista de los resultados de las primarias resulta una llamativa contradicción.

Quien hasta el 11-A lucía invicto en confrontaciones electorales, insiste en transitar por un camino fallido. La viralización de mensajes por whatsapp. El optimismo sobreactuado de que van a revertir los resultados. Números falseados del comicio presidencial anterior para animar a los Defensores del Cambio. Convencer a quienes no los votaron a través de una suerte de Telar de la Abundancia PRO, ojalá que no con el mismo espíritu estafador.

El caso Peña no es el único que expresa la profundización de los errores oficiales post PASO. La entronización de Elisa Carrió como vocera oficiosa resulta aún más grave. Expuesta como un yerro la estrategia de polarizar con el kirchnerismo, Macri promueve a su reina de la grieta.

Al igual que Peña, Lilita acentúa sus peores rasgos políticos hasta la exasperación. Sentencia. Divide. Amenaza. Castiga.

Salvo que haya que quemar todos los manuales de comunicación política y de crisis conocidos, no parecen ser éstas las mejores vías para buscar los votos necesarios hacia la utopía del ballottage. Todo lo contrario: más de lo mismo, a esta altura, puede resultar peor que antes.