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EL ECONOMISTA DE LA SEMANA

Un puente de plata de divisas

Por Lorenzo Sigaut Gravina

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Pese a que en la primera mitad de 2014 se consolidó un escenario recesivo con aceleración de la inflación, las expectativas acerca de la transición económica hasta fines de 2015 eran antes de agosto relativamente optimistas.

La devaluación de principios de año más la suba de tasas de interés y la liquidación de activos dolarizados de los bancos habían logrado calmar el mercado cambiario en el corto plazo. Y la apuesta del Ejecutivo por la reapertura del financiamiento externo permitía distender la restricción externa hasta el fin de mandato de Cristina Fernández de Kirchner.

Sin embargo, el incumplimiento de la deuda pública producto del fallo de Griesa echó por tierra la alternativa de conseguir financiamiento externo en 2014 y puso en jaque la posibilidad de reabrir el mercado de capitales el año entrante, deprimiendo las expectativas de los agentes.

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A esto se sumó el desplome del precio internacional de la soja, el freno de la economía brasileña que persistirá en 2015 y el fallo de la OMC en contra de las trabas a las importaciones impuestas por la Argentina. Estos tres factores reducen las perspectivas de provisión de dólares comerciales, exacerbando las presiones cambiarias.

Sin entrada de divisas por el canal financiero y con exportaciones en retroceso, la única forma de generar un excedente de dólares para pagar los elevados vencimientos de deuda pública en moneda extranjera es vía un derrumbe de las importaciones. Pero esto equivale a una severa recesión, ya que el proceso productivo e incluso las ventas externas dependen en buena medida de insumos importados.

Para peor, la receta del Ejecutivo para apuntalar el alicaído nivel de actividad vía un mayor gasto financiado con emisión y reducción de las tasas de interés en términos reales terminó de exacerbar las expectativas de devaluación de los agentes (hay cada vez más pesos y cada vez menos dólares) creando una “tormenta perfecta” en el frente cambiario.

La caída de la liquidación de las exportaciones del complejo agrícola, el mínimo volumen operado en el mercado de cambios, la pérdida de reservas, el salto del tipo de cambio paralelo (blue, contado con liquidación y dólar bolsa), el récord de compras del dólar ahorro, la reducción de la posición patrimonial de los bancos en moneda extranjera y las crecientes restricciones a las importaciones son signos unívocos del estrés reinante.

Hasta ahora la reacción del Gobierno ha sido cerrar más el grifo de la demanda de divisas, con especial intensidad sobre las importaciones. Actualmente, además de sortear las declaraciones juradas anticipadas de importación, las grandes empresas tienen que utilizar crecientemente dólares propios. Y hace poco se conoció que las operaciones pequeñas (pagos por US$ 150 mil) también deberán ser autorizadas por el Central, por lo que las complicaciones abarcan incluso al universo pyme.

Existen mecanismos que permiten a las empresas conseguir dólares propios para importar, pero éstos no son viables en la actualidad. Por caso, las condiciones de financiamiento con casa matriz se endurecieron notablemente tras el default. Esto significa que la estrategia que varias filiales locales implementaron durante el primer semestre deberá revertirse, lo que implica incluso empezar a saldar deudas contraídas.

Conseguir divisas en el contado con liquidación/dólar bolsa tampoco es una opción efectiva. Pero comprar insumos importados convalidando una brecha del 60% implica asumir un sobrecosto que no será fácil de trasladar al precio del bien final. Es verdad que en algunos casos no tener un insumo particular puede ser aún más costoso porque se compromete toda la producción, pero esto no es la regla sino la excepción. De hecho, para una firma sólo sería rentable importar afrontando la brecha si espera una devaluación aún mayor en el corto plazo (comprar insumos externos sería otra forma de dolarizarse).

En resumen, el Gobierno está tratando de evitar una nueva devaluación en 2014 para no volver a acelerar la inflación. Pero si sigue profundizando el racionamiento de dólares recortando importaciones se corre el riesgo de comprometer el abastecimiento de insumos del proceso productivo generando un desplome de la actividad con fuerte destrucción de empleo.

Por último, el aporte chino de divisas anunciado por el oficialismo para lo que resta del año no parece alcanzar para revertir la parálisis del mercado de cambios. Y si no se descomprime rápidamente el frente externo los daños se extenderán al aparato productivo generando hacia fines de 2014 una situación crítica. Y más tarde o más temprano, los costos de la devaluación/inflación serán menores que aquellos en términos de actividad y empleo.

Cómo romper el círculo vicioso. La única forma de evitar una crisis económica es implementar rápidamente un plan económico consistente. El primer obstáculo es destrabar la creciente parálisis del mercado cambiario y reconstruir un puente de divisas para llegar al fin del actual mandato. Pero para recuperar la confianza será clave también reducir el déficit fiscal y su dañino financiamiento con emisión.

Es decir, para estabilizar el mercado cambiario se necesita simultáneamente recuperar el acceso al crédito externo e implementar una corrección cambiaria enmarcada en una estrategia que acote su impacto inflacionario y reduzca el déficit fiscal. Sólo así podrán revivir las expectativas de una transición económica/política más ordenada.

Lamentablemente, el Ejecutivo está tomando un camino opuesto. No sólo parece cada vez más alejado el financiamiento externo en los mercados de capitales, sino que insiste en avanzar sobre el sector privado para revertir los problemas económicos (Ley de Abastecimiento). La historia económica y la actual experiencia venezolana muestran que no se pueden controlar simultáneamente precios y cantidades.

Los plazos se acortan y el margen de maniobra es mínimo: al Ejecutivo le queda una última oportunidad para evitar una crisis económica y social de magnitud. Esperemos que los reflejos políticos del oficialismo permitan girar a último momento; más vale tarde que nunca.

*Economista Jefe de Ecolatina.