CULTURA
rescate celebrado

Argentina se escribe en femenino

Con una conformación variopinta que testimonia la diversidad étnica y cultural del país, el papel de las mujeres en la conformación y la escritura de la historia queda plasmado en los dos tomos de “La historia argentina contada por mujeres”.

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Nueva perspectiva. Guadalupe Cuenca, Encarnación Ezcurra, Remedios de Escalada (imagen) y Mariquita Sánchez, entre otras, alzan sus voces a lo largo de los dos tomos. | cedoc

Conquistadoras, aristocráticas, campesinas, indígenas, actrices, escritoras. Mujeres que vivieron entre los siglos XVI y XIX dejaron una huella en la historia de la nación, pero la historiografía oficial les quitó la voz. En un contexto de empoderamiento femenino en diferentes partes del mundo, las historiadoras Gabriela Margall y Gilda Manso rescataron a distintas de aquellas personalidades a través de la colección La historia argentina contada por mujeres, publicada por Ediciones B. En estos dos volúmenes –que van desde 1536 hasta 1861– se intenta devolverles el protagonismo que tuvieron. Margall y Manso trabajaron más de dos años para recopilar, organizar y analizar los documentos, cartas y otros textos que cada una de aquellas mujeres produjeron para contar algo más del relato histórico. El primer paso fue el más complicado, ya que llegar a esas fuentes –escritos olvidados durante siglos– no fue tarea fácil. Sin embargo, ahí estaban. Mariquita Sánchez, Remedios de Escalada, Guadalupe Cuenca, Encarnación Ezcurra, entre otras tantas, van alzando sus voces a lo largo de los dos tomos para establecer una nueva perspectiva de los hechos.

“Estas mujeres eran parte del día a día de la construcción histórica del país. Fueron partícipes, dentro de los límites posibles. El ámbito privado solía estar reservado para ellas, así como el público para los hombres; pero en cuanto se empieza a leer los documentos, esa imagen cae enseguida”, compartió Margall. Y un buen ejemplo de ello es el prejuicio que queda en evidencia: el que las mujeres no entendían de política, no sabían lo que ocurría y no tenían opinión –ni visión– para plantear cuestiones del presente y futuro de la patria.

Una de las novedades, que aparece en el segundo volumen recién llegado a las librerías, es que estas mujeres que hicieron historia aparecen desde su puño y letra, más independientes y posicionadas. En el primero eran noticia por estar involucradas en asuntos judiciales y hasta criminales. Como el caso de dos mujeres indígenas que fueron llevadas a juicio por “hechicería” en la ciudad de Santiago del Estero. “Antes de dejarlas en silencio, quisimos escucharlas a través de los gritos, darles un lugar en medio de las demás voces como testimonio de la violencia a la que fueron sometidas”, contaron las historiadoras. En la segunda parte, hay cartas privadas y textos redactados para la prensa gráfica. Algunas optaron por el anonimato o bien firmar con seudónimo. Las más audaces eligieron exponer su identidad y que las propias expresiones marcaran, en el mejor de los casos, la agenda política.

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Durante el período de las guerras civiles, el periodismo ocupó un lugar destacado y algunas no dudaron en tomar la pluma y hacerse escuchar. Entre ellas, Petrona Rosende de Sierra. Uruguaya nacionalizada argentina, en 1830 se convirtió en la primera mujer de Sudamérica en fundar un diario: La Aljaba, el cual, a pesar de publicar solo 18 ejemplares, fue el que comenzó a difundir la opinión de las mujeres en esta parte de la región. La suya era muy clara, ya que en la portada del periódico decía: “Nos libraremos de la injusticia de los demás hombres, solamente cuando no existamos entre ellos”. Por todo ello, es considera la primera periodista argentina. “Además de que las periodistas reclamaran poder hablar públicamente y que la educación fuese igual para ambos géneros, creo que durante todo este periodo hubo dos grandes ideas en las mujeres –lo digo solo a modo de hipótesis–: una, la necesidad de la unificación territorial y el final de las guerras, que es el reclamo que aparece tanto en periódicos como en documentos privados. Y la segunda, muy cercana a la idea de ‘civilización o barbarie’, que no había país posible sin la educación de la mujer”.

Otro de los puntos interesantes que se abordan es la época rivadaviana como un gran momento para las mujeres. Y es que a partir de las ideas liberales de ese tiempo, hubo un mayor favorecimiento para la educación de toda la población. Esta vez, incluida la mujer. Como sostuvo Margall, eran las madres de los futuros miembros de la sociedad. Se trata de ese mismo período cuando se fundan el Colegio Nacional, la Academia de Medicina, la Universidad de Buenos Aires y otros tantos proyectos que tienen que ver con la formación académica, y la difusión de ideas y conocimiento.

Es cierto que todavía hay mucha historia por contar. Tantas de aquellas mujeres continúan bajo el polvo de los archivos y las bibliotecas, esperando que investigadores como Margall y Manso reivindiquen sus acciones y logros que marcaron el rumbo de la formación de un país, de una patria donde las decisiones historiográficas las dejaban al margen de los acontecimientos. Ir por ellas es saber un poco más de nuestro pasado, de nosotros mismos. Porque como dicen las autoras, si en la historia que leímos no hay mujeres, entonces, solo conocemos la mitad.