SOCIEDAD
Carlos Pez

Está peleado con su padre, Páez Vilaró, y da charlas sobre la tragedia de los Andes

El fotógrafo ajusta detalles y le pide disculpas por la demora. Él se ríe y contesta sin anestesia: "¡ Estuve setenta días en los Andes! ¡Puedo esperar lo que quieras!". Es el más famoso de los sobrevivientes de la tragedia de los Andes hace casi 35 años (fue el 13 de octubre de 1972), cuando un avión con destino a Chile se estrelló con 45 pasajeros a bordo de los que sólo sobrevinieron 16. La relación con su padre, Carlos Páez Vilaró. Su pasado con las drogas.

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 Conocido como " el hombre de temple de hierro", con su rosario vasco colgando de su cuello que usa desde el día en que volvió a la vida, Carlos Páez acaba de editar aquí su primer libro llamado Después del día 10 (fecha en la que los habían dado por muertos), que sólo había circulado hasta ahora en su Uruguay natal. Allí describe con detalle la odisea en los Andes pero también su historia de vida y su conflictiva relación con su padre, el célebre artista Carlos Páez Vilaró, pintor, escultor y creador de la famosa Casapueblo, en Punta del Este.

La historia de la proeza bajo temperaturas de 30 grados bajo cero le valió a "Carlitos" (aún se lo llama así) reconocimientos en el mundo entero y le aportó una salida laboral impensada: se convirtió en un conferencista exitoso frente a importantes ejecutivos de empresas que quieren conocer su experiencia de liderazgo y supervivencia frente a lo impredecible. Así, Coca Cola, Nokia, McDonald's, Kodak, Peugeot, Telefónica, Loma Negra, AT&T y Citibank, entre tantos otros, contrataron sus servicios en estos cuatro últimos años, cuando el corralito y la pesificación derrumbaron sus anteriores ocupaciones.

Se hicieron catorce libros, cinco documentales y tres películas sobre el tema, entre ellas Viven , con John Malkovich y Ethan Hawke. " Mi libro motiva aunque no pretende ser de autoayuda –explica Páez-. La gente sigue creyendo que la historia es un triunfo del rugby y sin embargo de los que sobrevivimos sólo cinco éramos deportistas. Cuento el momento más importante de nuestra historia que fue el día diez, el día en el que nosotros dejamos de sobrevivir para empezar a vivir, dejamos de esperar para empezar a actuar. Es el puntapié de una mala noticia que nosotros convertimos en oportunidad". Dice que de todo lo que se habló sobre la tragedia, apenas rescata Viven ("aunque podía haber sido mejor") y el libro Milagro en los Andes de Nando Parrado, otro sobreviviente. Y el suyo, claro. También el documental que realizó People & Arts sobre el tema. No menciona al de su padre, Páez Vilaró, titulado Entre mi hijo y yo, la luna . " Mi papá se robó mi historia y lo digo entre comillas –reconoce-. Yo digo que todo ser humano tiene una mochila natural con su padre. La mochila más grande de mi vida es mi vínculo con mi padre y lo más difícil que me pasó no fue la tragedia sino la separación de mis padres cuando tenía 14 años".

- ¿Qué piensa de la exitosa serie "Lost", donde la temática tiene mucho que ver con lo que usted vivió?
- Está basada en nuestra historia. Me los dijeron en Estados Unidos. Pero la vi una vez así nomás. Allá no teníamos un líder sino varios.

Cómo salir. " No es fácil pilotear la fama", reconoce después de haberse recuperado de su adicción a las drogas y el alcohol que denominó su " segunda Cordillera". " Me sentía el dueño de la verdad, tomaba whisky todos los días – explica-. La Cordillera fue un pasaporte a permitirme hacer cualquier cosa después. Me preguntaba: 'Cómo después de haber peleado por la vida tanto me metí en un proyecto de muerte?'. Tengo una cantidad de amigos que murieron por el alcohol y la droga. Pero todo el mundo tiene su propia Cordillera en su vida".

Miedo al miedo. De pronto, a punto de hacer sus valijas para viajar a Cancún a dar una conferencia y luego a Madrid, exhibe una cartuchera con infinidad de pastillas de colores y tamaños. Es su reaseguro: " Sigo siendo hipocondríaco desde antes de la tragedia en la Cordillera –reconoce sin titubeos-. El hermano de mi mamá era diabético y me ponía mal el tema. Yo era obseso con las enfermedades. Mi cuenta grande también la tengo en la farmacia, vivo comprando remedios. El ser hipocondríaco me sirvió para hacer el agua más rica en la Cordillera: la preparaba con carqueja, buena para el hígado, que llevaba conmigo en el viaje y le daba un gusto rico. Porque el agua de nueve no tiene gusto, es destilada. El haber visto tanta muerte no me cambió la hipocondría".