Desde Viena*
En la pared de su despacho en la embajada argentina en Viena, Rafael Grossi (58) tiene colgado un gran mapa mundi sobre el que cuenta votos. La Junta de Gobernadores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), la agencia mundial de la ONU que controla el desarrollo nuclear y vela por la no proliferación, tiene 35 países miembros. Grossi necesita dos tercios de esos votos para convertirse en el nuevo Director General del OIEA. Este jueves será la primera ronda de votación en la Junta. Si todo sale bien, el diplomático argentino puede salir de ella ya perfilado para ganar.
Esta tarde Grossi tiene reuniones con cuatro embajadores extranjeros para hablarles de su candidatura. Él es favorito entre cuatro candidatos. Su competidor directo es el actual Director General interino del Organismo, el rumano Cornel Feruta, quien asumió luego de la muerte del japonés Yukira Amano. Grossi cree que los números le van a cerrar. Llega con un piso alto de votos y apoyos importantes. Estados Unidos lo consideró el “candidato perfecto”. Francia también lo avalaría. Rusia y China se definirían a último momento. India y Pakistán estarían con él. También Canadá, varios europeos, un par de árabes, todos los latinoamericanos, incluso un par de africanos. Pero Grossi no se relaja: la rosca es hasta el último día.
Embajador argentino ante los organismos internacionales y ex Director Adjunto del OIEA, Grossi es un diplomático nuclear top a nivel internacional. Se inició en el rubro durante el alfonsinismo, cuando se sumó a la flamante Dirección de Asuntos Nucleares de la Cancillería que conducía el tucumano Adolfo Saracho, mentor de la política de la democracia argentina sobre el uso pacífico de la energía nuclear. “Acá hay que ponerse el casco”, les dijo Saracho a los diplomáticos de la Dirección. Grossi le hizo caso y se fue a hacer trabajo de campo durante seis meses a Bariloche, donde por primera vez conoció de cerca el trabajo de los ingenieros y los técnicos del INVAP.
Treinta años después, Grossi recibe a PERFIL para hablar de temas de otra envergadura: las tensiones entre las potencias atómicas, el tambaleante acuerdo con Irán, la proliferación en Corea del Norte. Y lo que él haría como Director General del OIEA frente a todo eso.
Grossi también contesta cómodamente las preguntas sobre asuntos domésticos argentinos. No lo exigen demasiado, primero porque es diplomático, y segundo porque, según él mismo dice, “el tema nuclear es uno de los pocos que gozan de enorme consenso en la política argentina”.
—¿Cuántos votos tiene para su candidatura como Director General del OIEA?
—Soy reacio a hablar de números, pero creo que tengo muchas chances de dirigir el OIEA. Nuestra candidatura tiene apoyos del Norte, Sur, Este y Oeste. En la elección del Director General anterior hubo una polarización marcada entre países industrializados y en vías de desarrollo, lo que produjo una votación muy trabada. Ahora tenemos todo el apoyo del hemisferio occidental, varios países europeos, importantes países asiáticos. Es una candidatura convocante en un sentido amplio. Se está generando una coalición interregional en torno a ella. Aunque claro que no soy el único candidato y siempre hay elementos políticos en juego.
—¿Por qué usted diría que es mejor candidato que los demás?
—El modelo nuclear argentino es muy atractivo para los países industrializados y también en vías de desarrollo. Somos un país mediano pero con energía nuclear, que exporta energía nuclear pero no mucha y que no tiene una posición dominante en el mercado nuclear pero lo entiende bien. Tenemos una historia larga de no proliferación. Muchos países que quieren acceder al mercado nuclear nos miran con interés. Somos nuclearmente muy maduros. Después obviamente juega mi propia trayectoria. Un Director General del OIEA no se improvisa. Los miembros quieren a alguien que entienda de qué se está hablando a nivel tecnológico.
—¿Cómo vienen sus apoyos en Argentina? ¿Habló con la gente de Alberto Fernández?
—Tengo muchísimo contacto con todo el mundo. Mi candidatura fue presentada por el presidente Macri y el canciller Faurie, y tengo un gran agradecimiento por eso que debo consignar. Aunque también había existido intención de hacerlo antes, cosa que no se luego concretó. El tema nuclear es uno de los pocos que gozan de enorme consenso en la política argentina. No hay otros temas de impacto estratégico global donde la Argentina tenga una voz como en este.
—De hecho CFK hizo bandera del tema nuclear.
—Cada gobierno hizo sus aportes, con distintos énfasis, pero existe una continuidad que debemos reconocer.
—¿Un cambio de gobierno no impactaría en la política exterior nuclear del país?
—No. Existe una política de Estado. Yo expreso el trabajo de una generación y un equipo de la Cancillería, con embajadores muy valiosos. En general siempre hubo acompañamiento al tema nuclear. Hemos tenido cancilleres muy nucleares, como Jorge Taiana, a quien el tema le interesaba mucho. Y ahora es Faurie quien lleva adelante la campaña por mi candidatura.
—¿Qué tipo de influencia global tiene el Director del OIEA?
—Es el que fija las prioridades del Organismo y es el jefe de los inspectores. El OIEA tiene dos caras: una promocional, de establecimiento de estándares de seguridad, cooperación técnica; y otra de watchdog, que es como se lo conoce en el mundo. El OIEA inspecciona. Y están los casos especiales: Irán, Corea del Norte, en su momento Siria. El Director General es quien le da el tono a las inspecciones y los informes. Irán terminó frente al Consejo de Seguridad de la ONU por los informes del OIEA. Es una gran responsabilidad. Si un Director hace informes arbitrarios, sesgados…
—¿Eso ha ocurrido?
—Hay acusaciones, yo creo que en el fondo no. Pudo haber algunos énfasis.
—Las presiones son grandes. Cinco miembros del Consejo de Seguridad interesados.
—Lo he visto cuando fui Director Adjunto: están encima permanentemente. En el caso iraní, por ejemplo, hay un grupo de países del Consejo que quiere un criterio del OIEA muy fuerte, mientras que otro grupo que no quiere que el OIEA exagere. Por supuesto que hay presiones. En el pasado, el zócalo de consenso entre los grandes jugadores estaba más consolidado. Hoy es distinto. Aunque también hay que decir que, desde sus diversas posiciones, todos apoyan al OIEA. Nadie saca los pies del plato.
—Si fuera electo director del OIEA, ¿qué haría respecto del tema Irán y el acuerdo nuclear?
—No hay dudas de que el acuerdo está bajo fuerte presión. Al mismo tiempo, hay iniciativas en curso para buscar una estabilidad, ya sea en torno a este acuerdo o a otro con modificaciones. Es un telón de fondo que exige una visión flexible, porque el escenario no es estático y no todo se agota en el acuerdo. Dicho esto, desde la silla del Director General, el único norte es cumplir a rajatabla el mandato de verificar ciertos aspectos del acuerdo tal como está hoy. No es su función pronunciarse a favor o en contra de este acuerdo o de uno nuevo. Por supuesto, de manera discreta, el Director General también debe estar atento a las tendencias que se van dibujando.
—¿Europa es el pie de apoyo para salvar el diálogo con Irán?
—Lo están intentando. Hay iniciativas interesantes, como la del presidente de Francia. También hay herramientas dentro del propio acuerdo, para abrir ciertas posibilidades de actividad económica en Irán a empresas extranjeras. Pero son limitadas y no involucran sectores estratégicos.
—Misma pregunta sobre Corea del Norte.
Es un caso distinto porque Corea ya proliferó. El OIEA perdió la presencia física en Corea en 2009, cuando fueron expulsados los últimos inspectores. La custodia del material nuclear está perdida. Lo que hay es información de inteligencia y satelital. El Organismo debe mantener un estado de alerta y preparación, porque si se logra un acuerdo político para inspeccionar, en diez horas hay que estar con los inspectores en Pyongyang.
—¿En ese caso el pie de apoyo es China?
—Coincido. China tiene capacidad de diálogo al más alto nivel con el gobierno norcoreano.
—¿Qué se puede hacer desde el OIEA frente a la imprevisibilidad que impone un actor nuclear como Donald Trump?
—No me corresponde caracterizar las políticas de los dirigentes de los países miembros. Lo que puedo decir es que Estados Unidos es un valuarte de apoyo al OIEA. El Organismo es un instrumento que actúa desde 1957. Desde entonces hubo oscilaciones de todo tipo, y el organismo salió siempre airoso.
—¿Hoy existe más, menos o igual riesgo de un conflicto nuclear que en la Guerra Fría?
No coincido con la idea de una posibilidad inminente. Lo que sí hay es una transición desde un sistema de control de armamentos de otra época a una nueva conversación en la que se reconoce la existencia de otras potencias con lugar en la mesa, y que además tienen arsenales con capacidad intercontinental. Algunos pueden definirlo como una crisis. Como toda transición, encierra peligros y oportunidades. Hay peligros si se desmantela un orden jurídico determinado y no se lo reemplaza con nada. Pero también hay oportunidades, por ejemplo, los diálogos con China para redefinir la estabilidad estratégica. Se trata de gestionar el tránsito.
—¿La teoría de la disuasión nuclear sigue vigente?
Por el momento sigue vigente. No digo que sea buena o mala. Pero creo que aún existe una valoración del arma nuclear como instrumento de preservación o proyección de poder. Hoy en el mundo hay entre siete mil y ocho mil ojivas nucleares.
*Esta nota se realizó en el marco del “Journalists in Residence Program” del Ministerio de Asuntos Exteriores de Austria.