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El GPS de la biología

Una proteína podría ser la causa de la geolocalización de los animales

Una proteína podría desencadenar el sentido de orientación que tienen los animales cuando vuelan, nadan o se desplazan, una habilidad que los humanos desconocemos.

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gelocalización animal | SHUTERSTOCK

Si alguna vez se preguntaron cómo las palomas mensajeras pueden volar en círculos inmensos y sin GPS. O qué pacto de amor hace que, para desovar sus crías, las tortugas marinas regresen a la misma playa en la que nacieron hace décadas… La respuesta es Magnetorecepción, el nombre de la habilidad de ciertos animales para sentir el magnetismo terrestre.

Algunos animales tienen una sensibilidad especial para percibir el campo magnético terrestre y utilizarlo a su favor, para navegar, volar y desplazarse. 


Las langostas, las truchas arcoiris, las ratas topo, los delfines, las mariposas, las abejas y muchas aves también tienen ese don que envidiamos cuando al salir del subte no sabemos si tenemos que ir a la derecha o a la izquierda

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Este sexto sentido que tanto desveló a los científicos va en camino de encontrar una explicación, según los estudios recientes que compartieron investigadores de las Universidades de Pennsylvania, Temple y Oxford. Lo que privilegia a esas especies es poseer una proteína que favorece la magnetorecepción.

Según detalla una publicación de Astobiology Magazine, hasta ahora tres teorías coexistían para explicar el fenómeno.  La primera involucra minerales magnéticos. Los sedimentos marinos contienen bacterias que son ricas en hierro y se cree que los pájaros también los tienen en sus picos. Estos microorganismos imparten a las células esa percepción magnética.
La segunda teoría postula la inducción electromagnética y agrupa a tiburnoes y rayas, por ejemplo, animales que son sensibles a las cargas eléctricas. En los poros cutáneos de estos animales nacen extensísimos canales de fibras nerviosas muy resistentes, internamente recubiertas por una especie de gelatina que convierte la receptividad eléctrica en sensiibilidad magnética
Por último, la tercera teoría apela a los criptocrocomos (receptores de luz) de la retina de las aves y a la física cuántica y dice que “la incidencia del campo magnético terrestre sobre los electrones presentes en los iones más inestables de la retina podría generar una respuesta bioquímica.


La pregunta sobre el uso animal de la recepción magnética llevó a los investigadores a otros campos de estudio: la biología cuántica, para preguntarse cómo los mecanismos cuánticos afectan la biología.

Porque los humanos también tenemos criptocromos que, por ejemplo, regulan los ritmos circadianos del organismo, y sin embargo no desarrollamos la geolocalización como las aves. 
Esto llevó a los investigadores a inducir sensibilidad magnética creando una “proteína artificial” que contiene un tipo de aminoácido que crea magnetosensibilidad. 
Margaret Ahmad, Directora del Centro Nacional de Investigación Científica de la Sorbonne, indica que este nuevo estudio demuestra que “se puede producir una molécula que imite la respuesta de un receptor biológico, pero que una prueba real tendría que hacerse con criptocromos naturales”. El estudio indica que puede crearse sensibilidad magnética con una amplia variedad de proteínas, cosa que antes se desconocía. 
¿Podría crearse esa proteína artificial para dotar a los humanos de geolocalización? Nadie lo descarta y esta nueva vía investigativa recién comienza.