Alivio cuantitativo, estímulo fiscal. A pesar de los miles de millones de dólares prometidos, parece que los mercados financieros mundiales no pueden detener sus caídas. Mientras tanto, China, el epicentro del brote de coronavirus, sigue siendo un océano de relativa calma. ¿Cómo ha podido Pekín lograr esto?
Christine Lagarde, por su parte, debe estar desesperada por saber. El jueves, la presidenta del Banco Central Europeo pudo comprobar las expectativas imposibles de los operadores, cuando comenzaron a deshacerse de las acciones incluso antes de que ella hablara, decepcionados de que los recortes de tasas esperados no se hubieran materializado. Lagarde no pudo demostrar la actitud de hacer "lo que sea necesario" de su predecesor que todos queríamos ver.
Comparemos eso con China. Cierto, el país le ha dado un gran dolor de cabeza al mundo. Aun así, su venta masiva ha sido bastante leve. Basta con mirar el índice MSCI China, que ha bajado un 10% este año, insignificante frente a la caída del 23% del S&P 500. El índice MSCI es un mejor indicador de las actitudes de los inversionistas globales sobre el continente que el índice de referencia de Shanghái, porque la mayoría de sus acciones componentes se negocian en el extranjero.
Más importante aún, el mercado de bonos de China sigue abierto, lo que reduce la posibilidad de una crisis crediticia y cualquier retroalimentación indeseable a las acciones. Ejemplo: Yanzhou Coal Mining Co. acaba de emitir bonos por un valor de 5.000 millones de yuanes (US$712 millones) con tasas de cupón que oscilan entre 2,99% y 4,29%. En comparación, la tasa de interés crediticia de referencia de 1 año de China es de 3,15%. Esto es un gran logro considerando que una guerra de precios del petróleo y el virus prácticamente han cerrado los mercados de bonos de alto rendimiento en otros lugares, especialmente en los sectores de energía y minería.
Quienes están menos familiarizados con China podrían decir que es fácil coordinar la política fiscal y monetaria en una economía controlada. Eso ciertamente es correcto. Sin embargo, si se profundiza más, la respuesta política de Pekín ha sido demasiado moderada. Cuando los mercados financieros están en pánico, no es la cantidad real de estímulo lo que importa sino la frecuencia. Se debe alimentar a los operadores con dulces pequeños, preferiblemente a diario.
Pekín parece estar haciendo todo lo posible ante el problema, al revisar las normas sobre la marcha y presentar a los medios de comunicación grandes promesas vacías continuamente. Hasta ahora, los operadores lo han engullido y se sienten seguros de que el presidente Xi Jinping está en esto.
¿Qué ha hecho realmente Pekín? El recorte de 10 puntos básicos a su tasa de referencia no es nada comparado con la reducción de 50 puntos básicos entre reuniones de la Reserva Federal la semana pasada. El Banco Popular de China ha prometido 800.000 millones de yuanes en mecanismos de préstamo para apoyar a las compañías afectadas por el virus, así como a pequeñas empresas. Tiene un historial de hacer mucho más, como los 3.500 millones de yuanes que ha invertido en desarrollos de barrios marginales desde 2015.
Ahora, en el lado fiscal de las cosas, Pekín ha permitido a los gobiernos municipales emitir bonos para fines especiales con anticipación, por una suma de 1.800 millones de yuanes, y varias localidades han prometido gastar 3.500 millones de yuanes en infraestructura. Estos altos números podrían llegar a ser absolutamente nada, como mi colega Anjani Trivedi y yo hemos escrito.
Esto nos lleva al problema que enfrentará la Reserva Federal la próxima semana. Al vender de manera masiva tras la respuesta de Lagarde el jueves, los mercados solo están preparando al presidente Jerome Powell para el tipo de tratamiento que puede recibir. Los operadores de futuros ya están apostando a que la Fed llevará su tasa de referencia hasta cero. Powell puede no tener más remedio que seguir los mercados.
¿Cómo permitió la Fed que los mercados de futuros se descompusieran tanto? El banco central necesita aprender lo que ya es dolorosamente obvio en China: los operadores son como niños, propensos a la imaginación y los berrinches. Debe mantener estable su nivel de azúcar, como lo ha hecho Pekín, con frecuentes reuniones de política y almuerzos bancarios.
Puede ser solo cuestión de tiempo antes de que los inversionistas se den cuenta de que la noble ambición de China carece de sustancia y que las acciones irán a la baja. A diferencia del resto del mundo, aún no estamos viendo colapsos al estilo de 2008 en el continente. Pero como bien sabe Estados Unidos, la disminución drástica de las acciones puede desencadenar un rápido deterioro de las condiciones financieras que aumenta el riesgo de recesión.