CIENCIA
carlos casalboni, medico de la comunidad qom

“Hay que reconocer que el problema existe y es mayor a lo que se piensa”

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Néstor Femenía vivía en una de las comunidades qom del Chaco. Tenía siete años y pesaba 20 kilos. El miércoles pasado murió en el hospital pediátrico de Resistencia por desnutrición y tuberculosis. Su foto, llorando y con la piel pegada a las costillas, se reprodujo todo el día en portales y noticieros. Pero Néstor se convirtió sólo en la cara visible de una realidad que, para quienes trabajan y recorren las zonas periféricas de la capital chaqueña y se adentran en las zonas rurales de esa provincia –incluido el Impenetrable– es mucho más habitual de lo que los funcionarios quisieran admitir.

“Para decir si hay o no desnutrición no lo podemos hacer desde un escritorio, hay que salir y recorrer. Yo a la mañana salgo con mis zapatos brillosos, pero para el mediodía cuando vuelvo, están cubiertos de tierra o barro y mi chaqueta impregnada de olores de todo tipo”, ilustra a PERFIL el doctor Carlos Casalboni, director de Conin Quitilipi, una de las 64 sedes que la organización tiene en todo el país.

Según el Centro de Estudios Nelson Mandela, que actúa en Chaco, el 98% de los indígenas que viven en la provincia –unos 80 mil– son indigentes o pobres. “Esta estadística está reconocida en off por ex integrantes del gobierno de Jorge Capitanich”, dice el periodista local Roberto Espinoza. “Si bien durante la primera gestión (provincial) actual se lograron revertir indicadores sociales negativos de los pueblos originarios en Chaco, esa tendencia retrocedió varios casilleros. Un ejemplo concreto es que la tuberculosis y el Chagas están fuera de control”, dice el informe del Centro Mandela.

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La situación nutricional es uno de los problemas principales: “La desnutrición flagrante de Néstor Femenía es un caso extremo, pero dentro de un contexto de malnutrición generalizada. Según la Encuesta Materno Infantil de Pueblos Originarios del Plan Nacer, realizada en 2010, el 81,3% de las madres de menores de seis años afirmó que sus hijos ingieren sólo una comida diaria. En estas condiciones de hambre cualquier enfermedad, hasta una pequeña gripe, puede tener consecuencias graves”, explica el sociólogo Roberto Muñoz, investigador de Ceics. ¿Cómo empezar a abordar una solución viable? “Primero, reconociendo que el problema existe, y es mayor al que se considera. No hay casos aislados, hay muchos casos”, asegura Casalboni.