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Aporía del pueblo saqueado

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Crisis | Unsplash | Adrien Delforge

Zenón de Elea, el pícaro griego lleno de sofismas, acuñó la palabra “aporía”, que etimológicamente quiere decir “situación sin salida” y que más allá de su origen poético le representaba al griego de a pie (al hombre de bien, se dice ahora) un problema difícil de resolver. Cada vez que en el objeto mismo existe una contradicción, surge una aporía.

El ejemplo más trillado con el que Zenón quiso engatusar a sus seguidores (¿a sus votantes?) fue el de la flecha en movimiento. La flecha disparada está quieta en cada uno de los puntos que recorre. Por lo tanto, según Zenón, el movimiento (tan evidente) no existe en realidad, porque no es sino la sumatoria de infinitos estados de reposo. Zenón de Elea expuso el carácter contradictorio del movimiento (suma de reposos), donde el cuerpo que se mueve debe estar simultáneamente donde está situado y donde no está. Y en vistas de que esta contradicción es imposible, concluyó que no existe movimiento alguno. Concluir era fácil en Elea.

Pues bien, con el resistible ascenso del gran sofista libertario nos esperan cataratas de aporías, desde la de hablar con Dios a elegir vender YPF. Otra de las aporías acuciantes es aquella según la cual se puede cancelar toda obra pública porque el habitante de una ciudad, al no pagar impuestos, va a poder construir, con ese dinero ahorrado, sus propias cloacas. ¡Ojalá coincidan con las del vecino inmediato y las del siguiente para que la mierda salga en alegre rampa de la ciudad y llegue al río, que total no importa! O que va a empezar a importar cuando pueda comprarse y venderse.

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Un país memificado

El diccionario filosófico marxista se detiene en Zenón como si requiriera respuesta seria. Lenin escribe que “no se trata de saber si el movimiento existe, sino de poder expresarlo en la lógica conceptual”. Ahá, entonces es un problema de conceptos. Lo que para Milei es gasto para otros es derechos. Por ejemplo: el aguinaldo. O las jubilaciones.

Para Lenin es obvio que el movimiento es contradictorio: “El simple desplazamiento mecánico de lugar solo puede realizarse gracias al hecho de que un cuerpo esté en el mismo instante en un lugar y en otro, gracias al hecho de estar y no estar al mismo tiempo en el mismo sitio. Y el surgimiento continuo y la simultánea solución de esta contradicción es precisamente lo que constituye el movimiento”. La dialéctica materialista considera así al movimiento como unidad de dos contrarios –continuidad y discontinuidad– ya que esa flecha en movimiento se encuentra y no se encuentra a la vez en un punto dado de la trayectoria.

¿Por qué será que Zenón, más allá de lo que creyera y militara, jamás se atrevió a ponerse en el camino de una flecha? El cheto de Elea no estaba loco; estaba inventando una forma de hablar de las cosas que luego produjo una filosofía poderosa, la griega, aún vigente. De la aporía surgió la antinomia. Pero un loco puede estar convencido de una teoría nunca demostrada y pararse delante de la flecha.

Finalmente, está pasando. Y ojalá se hubiera parado solo. Lo triste es que lo acompaña medio pueblo. Medio pueblo que fue convenientemente avisado.