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Comienza el siglo XXI

Imágenes que hubieran sido de ciencia ficción precoronavirus.
Imágenes que hubieran sido de ciencia ficción precoronavirus. | Cedoc

Quien mejor bautizó al siglo XX fue el historiador inglés Eric Hobsbawm, para quien fue “el siglo corto” porque co-menzó en 1914 con la Primera Guerra Mundial y terminó en 1989 con la caída del Muro de Berlín. Desde entonces, distintos eventos compitieron por ser el referente inaugural del nuevo siglo y hasta ahora ninguno parecía superar al atentado que derrumbó las Torres Gemelas de Nueva York y la irrupción del terrorismo como nueva amenaza de guerra mundial.

Pero la aparición del coronavirus, además de minimizar a todos los fundamentalismos como intimidación para la humanidad, promete dejar fuera de competencia...a cualquier evento imaginable por los cambios que perdurarán aun mucho después de que se haya extinguido su amenaza.

Un acelerador del tiempo sacude al mundo produciendo simultáneamente destrucción y creación 

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La epigenética estudia cómo los factores externos y nuestra relación con el medio ambiente influyen en nuestro ADN. En el ciclo Pensando el Coronavirus de Radio Perfil el genetista Jorge Dotto explicó que “la exposición a traumatismos como la Segunda Guerra Mundial o a períodos de falta de alimentos hace modificaciones en unas etiquetas que tenemos en el código genético que se traspasa a la próxima generación”. Ciertos cambios de conductas que producen las crisis dejarán su estela en el comportamiento futuro objetivizando una nueva subjetividad.

La herencia epigenética del coronavirus en el futuro la estudiará la biología evolutiva; para el presente nos sirven experiencias pasadas. Albert Camus en La peste escribió: “El problema de la peste no es tanto cómo ataca a los cuerpos sino cómo desnuda las almas”. Lo que reflejó Boccaccio en su célebre libro Decamerón con la peste negra del siglo XIV, que tanta reminiscencia trajo el coronavirus porque también se trataba de zoonosis, en lugar del murciélago, de la pulga de la rata negra. Decamerón narra cómo, tratando de escapar de la plaga, siete mujeres y tres hombres, todos jóvenes, se van de Florencia a hacer aislamiento social en las afueras durante una cuarentena de diez días y describe en clave erótica y trágica la inteligencia humana, la fortuna y el amor en un “Gran Hermano medieval”. 
La peste negra habría matado a la mitad de la población europea de entonces y fue tomada por sus contemporáneos como una señal de que el fin del mundo se avecinaba. Lo que en cierto sentido sucedió porque acabó el mundo medieval y surgió el mundo del Renacimiento. La aceleración del tiempo hace que las eras que se midieron en siglos en la historia hoy se reduzcan a décadas y el coronavirus esté dando inicio a un siglo XXI  dentro del cual puedan suceder varias eras. 

En esta época donde un microbio derroca la arrogancia de Trump, Boris Johnson y Bolsonaro, otro aprendizaje del pasado aplicado a este presente son los trabajos del filósofo francés Bruno Latour, especializado en sociología del conocimiento científico, y concretamente su libro La pausterización de Francia-Guerra y paz de los microbios, donde narra la historia de Louis Pasteur, el bacteriólogo francés, padre de la microbiología e inventor a fines del siglo XIX del proceso que terminó llevando su nombre –la pasteurización– para eliminar parte o todos los gérmenes de un producto, y cómo la difusión de los avances de Pasteur cambiaron para siempre los comportamientos sobre la higiene de su época. 

Bruno Latour hace foco en los objetos como intrumentos de estudio en la sociología porque para la mayoría de las personas “los semáforos ordenan el tránsito, la Virgen hace caminar tantos kilómetros y las cebollas hacen llorar”; podríamos agregar ahora, “y el coronavirus destruye la economía”.

Pasteur, junto a los grandes descubridores de la ciencia y e inventores de la técnica de fines del siglo XIX, dio comienzo al siglo XX atravesado por la modernidad que ya había comenzado previamente. Lo que esté por comenzar después del coronavirus nos lo iremos enterando paso a paso porque, como le dijo Macron al Financial Times la semana pasada, “nadie sabe si estamos en el medio o en el comienzo de esta crisis”. Otro francés, Michel Foucault, también aporta enseñanzas del pasado a este presente con su libro El nacimiento de la biopolítica, donde desarrolla en profundidad la relación entre la política y las vidas biológicas de los ciudadanos. Para Foucault, el ser humano es otra materia prima más,  como la tierra  y otros recursos naturales, que administran los Estados. Probablemente esa visión válida hasta el siglo XX, la de las guerras mundiales en las que se consumían millones de vidas de soldados, se esté transformando en lo inverso, y los cuerpos, todo lo natural e incluso al planeta mismo sean quienes les reclaman a los Estados nuevos derechos y menos deberes que muchas veces se les hace difícil a las democracias satisfacer.

Cientistas del comportamiento ven en el coronavirus un gigantesco laboratorio de estudio de la subjetividad humana: qué es permanente y se mantiene y qué cambia. Por ejemplo, ¿seguirá vigente la frase que pronunció  Nicolás Maquiavelo en el siglo XVI: “Quien controle el miedo de la gente se convierte en amo de sus almas”? 

En el caso de la sociedad argentina, pareciera también ser perenne nuestro deseo de ser campeones del mundo en algo, ahora en el combate contra el coronavirus, además de líderes planetarios en cuarentenas, colocando a Alberto Fernández en la posición de Maradona ganándole a Inglaterra con goles y explicando una de las causas de su meteórico aumento de popularidad.

El día después del coronavirus ya se está gestando, quienes puedan descubrir con anticipación la dirección de los cambios serán los líderes del futuro y los productores de lucidez que aportarán a la sociedad una caja de herramientas para la comprensión que haga inteligible la realidad. 

Este tsunami global despierta a cada disciplina del sueño de la repetición y promueve cambios

Un cambio que seguramente se dará en el siglo XXI será que la genética pase a ser el principal campo de avances científicos. Jorge Dotto explicó en Pensando el Coronavirus que se está estudiando si diferentes variantes del gen ACE2 localizado en el cromosoma X facilitan o impiden que el Covid-19 infecte el pulmón haciendo al virus mortal o no, y qué hace a ciertas personas  más predispuestas según su ADN para producir una “tormenta de citoquinas”, que es cuando el sistema inmunológico, programado para que las citoquinas ataquen y destruyan un elemento externo durante una infección, sobreactúa atacando los propios órganos infectados de la persona contribuyendo a su propia muerte, como ya sucedió con la gripe española y el SARS.


 Continuará...