Más allá de las operaciones cotidianas realizadas por y en los medios opositores destinadas a instalar candidatos afines a sus intereses (no sólo opositores) bajo el formato de encuestas electorales imaginariamente “objetivas”, lo cierto es que, analizado el comportamiento electoral de la sociedad argentina a partir del despliegue del proyecto kirchnerista, se observan en todas y cada una de las elecciones dos indicadores fuertes.
El oficialismo siempre ganó.
Nunca obtuvo menos del 33% de los votos más allá del tipo de elección, parlamentaria o ejecutiva.
Así las cosas, sin especulaciones (respetabilísimas, desde ya) típicas de los opinólogos, tomando como referencia las últimas elecciones de octubre de 2013 y analizando la perspectiva histórica del comportamiento electoral en la última década, se puede concluir que el FpV tiene un piso electoral de 33% de votos nacionales y que, en sentido contrario, las opciones opositoras se manifiestan fuertemente fragmentadas.
A tal punto llega la extensión del archipiélago opositor, que en las dos últimas elecciones nacionales, ejecutivas de 2011 y parlamentarias de 2013, la segunda fuerza se constituyó en segunda minoría con apenas el 17% de los votos, en 2001 fue el FAP y en 2013 el FR, por el peso de su triunfo bonaerense, se colocó segundo en números de votos.
Nunca antes en la historia nacional, una segunda fuerza se constituyó como tal con apenas el 17% de los votos, aun en setiembre de 1973, cuando Juan Perón obtuvo el 61,8% de los votos, la fórmula Balbín-De la Rúa obtuvo el 24,4% de los sufragios.
Es ésta entonces la actual arquitectura electoral nacional: fuerte predominio del oficialismo con un piso electoral de 33% de votos nacionales y fragmentación opositora creciente, donde ninguna de sus alternativas accede al 20% de votos nacionales. Peor aún: cada liderazgo emergente en la oposición resulta equivalente a los ya existentes, ninguno prepondera sobre el resto y compite con los ya instalados, fagocitándose el mismo electorado.
Tal el caso de Mauricio Macri y Sergio Massa, y eventualmente los liderazgos de UNEN, que podrían recaer en la figura de Julio Cobos o incluso Hermes Binner, cuya complementariedad con el electorado que acompaña al PRO fue muy notoria en las elecciones del año 2011, donde el FAP aspiró votos de centroderecha en distritos emblemáticos como Córdoba y la Ciudad de Buenos Aires.
El único interrogante abierto hoy es si el FpV logra perforar su piso del 33% de votos y acceder al 40% de cara al año 2015, y obtener entonces un triunfo en primera vuelta, en la certeza de que ninguna alternativa opositora se ubicará a menos de 10 puntos dado su nivel creciente de fractura.
Para que esto suceda, son claves dos elementos: la gestión del oficialismo en el tramo 2014-2015, sosteniendo niveles de empleo y consumo como lo viene realizando desde el año 2003 y, satisfecho el indicador anterior, el respaldo al candidato e involucramiento de Cristina Kirchner en la campaña electoral para la renovación presidencial.
Luego, las propias virtudes del candidato que deberá primero representar de manera cabal al 33% de los votantes kirchneristas que constituyen el piso electoral de la fuerza. Es ésta una condición central del candidato oficialista: ser plenamente kirchnerista, sin rodeos ni medias tintas, para apropiarse del enorme activo que supone poseer uno de cada tres votos nacionales como piso electoral.
Y con respecto al piso electoral oficialista , señalemos sólo algunos episodios de naturaleza socioeconómica emblemáticos (hay también y muchos logros institucionales, educativos y culturales) de esta tan inesperada como gigantesca tarea de reconstrucción nacional, logros que se traducen en el notable volumen electoral que acompaña al oficialismo en todas y cada una de las elecciones acontecidas desde el año 2005, nunca por debajo del 33% de los votos nacionales, independientemente del tipo de elección de que se trate, ejecutiva o parlamentaria.
Los logros de la década ganada son muchos y ya se comentaron demasiadas veces como para intentar originalidad pero, para ser claros, el kirchnerismo recibió una toldería neoliberal y devolvió un país.
Señalemos algunos episodios de naturaleza socioeconómica emblemáticos (hay también, y muchos, logros institucionales, educativos y culturales) de esta tan inesperada como gigantesca tarea de reconstrucción nacional.
Baja del desempleo: Néstor Kirchner asumió con más desocupados que votos, 22% de respaldo electoral contra 24% de desempleo. Hoy, con más de 5 millones de puestos de trabajo generados, la cifra es de menos de un tercio, 7,1%.
Baja en la pobreza. Desde mayo del año 2003 abandonaron la pobreza 16 millones de argentinos, el equivalente a toda la población de la provincia de Buenos Aires.
La línea de indigencia, por debajo de la cual los ciudadanos pasan hambre, al asumir Néstor Kirchner impactaba sobre el 27,6% de la población. Hoy el descenso es tan notable que en magnitud abandonaron la indigencia el equivalente de toda la población de Córdoba, Santa Fe, Ciudad de Buenos Aires y Tucumán.
La brecha entre ricos y pobres, que al asumir Néstor Kirchner era de 35 veces, hoy es de 14 veces y el Coeficiente Gini, que indica el nivel de concentración del ingreso (valor cero: igualdad absoluta, y valor 1: inequidad total) bajó de 0,56 a 0,39, producto de la baja en la pobreza y la mejora de los estratos medios, que se duplicaron entre los años 2003 y 2012, pasando de 9 millones de personas a 18 millones, integrantes de la clase media, sector arrasado por el neoliberalismo y que paradojalmente aún mantiene en parte sus valores insolidarios como paradigma de vida.
Se duplicó la base previsional, donde había un jubilado en el año 2003 hoy hay dos y se logró la máxima cobertura previsional de Latinoamérica, con el 96% de cobertura.
La deuda externa pasó de representar el 166% del PBI a menos del 40% hoy, en tanto que el PBI obtuvo el más alto crecimiento de la historia nacional. Sin duda, el desendeudamiento es una de las fortalezas notables de nuestro país, proceso que llevó adelante Néstor Kirchner “contra viento y marea”, y que a posteriori resultó avalado por investigaciones del propio FMI, que advierten que bajos niveles de endeudamiento promueven más y más estables ciclos de crecimiento económico, amortiguando el tradicional stop and go de las economías muy endeudadas.
Se desplegó la Asignación Universal por Hijo, que transfiere a 3,4 millones de niños en 1,8 millón de hogares donde residen 7,2 millones de personas, un promedio $ 900 mensuales, equivalentes al 20% promedio del ingreso de los hogares para el 30% de la población de la base de la pirámide de ingreso, que es la población objetivo de este plan social.
Se desarmó el sistema de AFJP siglas del Afano de las Jubilaciones Privadas , un dispositivo de depredación ideado por el poder financiero que, bajo la ilusión de mejorar los montos de la jubilación promedio y crear un “mercado de capitales”, desfinanció al Estado al tiempo que se apropiaba del 30% de los aportes previsionales del trabajador en concepto de “comisiones”.
En la década ganada, se actualizó el salario mínimo por sobre la inflación luego de 12 años de congelamiento, se relanzaron las paritarias, que hoy llegan a 2 mil a nivel nacional, mientras las jubilaciones y pensiones se actualizan automáticamente dos veces al año.
Se recuperó para el Estado nacional y los provinciales el 51% del paquete accionario de YPF, se quitó autonomía al Banco Central reformando su carta orgánica y se lo transformó en una poderosa herramienta de política económica.
A diferencia de lo acontecido durante la década perdida de hegemonía neoliberal, cuando el desempleo durante la crisis del Tequila aumentó 10 puntos en un año, la performance del empleo doméstico en el curso de la crisis internacional fue de notable protección y la tasa de desempleo no sólo no aumentó sino que en el último trimestre de 2014 fue de 7,1%, casi dos puntos por debajo de la registrada en los inicios de la megacrisis, cuando la caída de Lehman Brothers.
En suma, los gobiernos de Néstor y Cristina pudieron revertir el ciclo de decadencia neoliberal y plantar a la Argentina con esperanzas de volver a ser uno de los países socialmente mejor integrados del mundo, integración para la cual el reciente acuerdo con el Club de París –normalizando deuda e intereses contraídos por el neoliberalismo socioeconómico encarnado en la última dictadura, el menemismo y la Alianza Progresista Frepaso-UCR– resultaba un paso tan doloroso como necesario. Se preservó el empleo frente a la megacrisis internacional.
*Director de Consultora Equis.