En la Argentina, la tasa de inversión respecto del PBI ha sido, en general, baja. Tanto en las decisiones del presupuesto público como en la asignación privada.
Un país con baja tasa de inversión sólo puede crecer sostenidamente con aumentos sistemáticos de su productividad. De lo contrario, está sometido a ciclos. Se crece por un tiempo y luego, con poca inversión y baja productividad, la economía empieza a desacelerarse, hasta estancarse y caer. En la desaceleración y caída, los gobiernos intentan estimular el crecimiento con subsidios a la inversión y al consumo. Como los subsidios a la inversión son “dirigidos” y discrecionales, se hacen pocas y no las más productivas. Y cuando las hace directamente el sector público, se hacen donde conviene a la política y no necesariamente a la sociedad. Por lo tanto, la respuesta de la oferta es pobre porque, además, se cree, erróneamente que, como el estancamiento reduce también las exportaciones, una forma de estimular la inversión local es cerrar la economía, prohibiendo o limitando las importaciones.
Este cierre de la economía, en lugar de lograr mayor inversión, salvo excepciones, termina creando “cotos de caza” para algunas empresas. Esto implica una “estructura de mercado” que explica por qué algunos productos o servicios son más caros aquí que en otros países. Por supuesto que éste es el “nivel de precios”. Los monopolios no explican por qué los precios suben unos meses más que otros, “la tasa de inflación”.
Prohibir importaciones tampoco sirve, porque las nuevas formas de producción global integran insumos de todo el mundo, y nada se puede producir con insumos 100% locales, en ningún país.
Obviamente, la crisis con que termina este ciclo genera desempleo y capacidad ociosa, lo que permite, luego del reajuste macroeconómico, volver a crecer, con poca inversión, usando la capacidad de producción ya instalada y recontratando mano de obra.
En los períodos favorables, siempre hay algo de inversión, y alguna mejora marginal de productividad, ya que las empresas tienen que reponer maquinaria obsoleta, actualizarse tecnológicamente, etc.
Lo que estoy tratando de señalar es que esa inversión, tanto pública como privada, no es suficiente, y que tampoco lo es el aumento de la productividad, para sostener tasas de crecimiento altas por un período prolongado. Salvo en algunos sectores específicos o en algunas empresas especiales.
El ciclo K no sólo no escapó a este problema, lo exageró.
El punto de partida permitió crecer a tasas chinas. Desempleo récord, mucha capacidad ociosa y unos precios relativos muy favorables a la producción –dólar recontra caro, es decir mano de obra muy barata, y tarifas congeladas– y buena oferta de dólares por la mejora de los precios internacionales de nuestras materias primas de exportación, y las mejoras verificadas, allí sí, de la inversión y de la productividad del agro.
A medida que la capacidad ociosa se fue agotando y el desempleo reduciendo, se cayó en el tipo de políticas ya descriptas. La exageración se dio en el esquema de inversión privada, un capitalismo de amigos altamente concentrado y con “socios” en el Estado. Y en la inversión pública, asignada sin prioridades y basada en la política, el despilfarro y el negocio de los funcionarios. Y una política de incentivos al consumo, sostenida en precios artificiales, subsidios, tasas negativas de interés, etc. Todo acompañado por controles, cuotas, prohibiciones y una política sindical muy alejada de lograr mejoras de la productividad.
El resultado no pudo ser distinto de ciclos anteriores. Y ahora estamos, de nuevo, en medio de una etapa de estancamiento, agravada por un contexto internacional desfavorable para la economía real, aunque todavía con mucha liquidez financiera.
Evitar transitar, de nuevo, este ciclo no sólo requerirá cambios en la macro de corto plazo, para converger en los verdaderos precios relativos.
Habrá que modificar las reglas, el sistema de incentivos, el marco tributario nacional y provincial, y la política de inserción internacional.
Sólo una reforma integral, aunque sea gradual, permitirá aumentar, sistemáticamente, la inversión en cantidad y calidad, y la productividad.
De lo contrario, sólo asistiremos a otro ciclo de recuperación y estancamiento que, dicho sea de paso, duplica la tasa de pobreza cada veinte años.