Aunque nos creemos siempre el ombligo del mundo, hay que admitir que con garra apenas somos una parte de esa pelusita que se junta en medio de la panza. El mercado financiero en este arranque de 2019 no hace más que confirmarlo y viene bien recordarlo para tratar de entender por qué desde principios de año el dólar se mueve poco o nada mientras la tasa baja fuerte; por qué las acciones argentinas subieron casi 20% en dólares tras hacerse pomada el año pasado; por qué hicieron lo mismo los bonos que emite el país para que le presten plata, cuando hace nada había vaticinios de default; y por qué el riesgo país, ese índice que explica cuán caro nos sale endeudarnos, pasó de 820 puntos básicos a estar en los 660.
¿Hasta fin de año éramos un desastre pero ahora somos potencia? Es cierto que desde el 1º de octubre hay un programa monetario vigente que ahí sí la ombliguea, porque es casi único en el mundo por lo ortodoxo y antiguo, con metas de emisión de pesos superrestrictivas, tasas récord y la lógica establecida de que podrá hacerse torta la actividad económica pero otra curva no nos comemos. Y es cierto que están los dólares del Fondo Monetario Internacional y la Marie Kondo fiscal, Christine Lagarde, que ordenan hasta a Techint. ¿Pero es solo eso? Ni cerca.
Powell conducción. Este veranito financiero de la Argentina es parte hasta ahora, digamos, de un calentamiento global de los mercados emergentes (países chotones como el nuestro cuyos activos financieros pueden subir, emerger, y por eso los inversores internacionales los rotulan así). “Cuando te entra guita, todo es posible”, resume Javier Alvaredo, de la consultora ACM.
Si el que está leyendo no es del palo económico, pensará acá están drogados. ¿Entra guita? ¿Dónde? ¿De qué veranito hablan si los datos económicos de diciembre son horribles? Vale el punto. Estamos hablando de tranquilidad financiera. El precio del dólar, para la calle, no es noticia. Las acciones y unos papelitos llamados títulos que el país entregó a cambio de deuda están subiendo, y entonces se ven porcentajes en verde y no en rojo en las pantallas de los operadores del microcentro porteño o de los gringos de Wall Street. ¿Y por qué está pasando esto? ¿Posta el jefe del Banco Central, Guido Sandleris, es el domador del dólar que gana poder? Ojalá el Facha estuviera seduciendo como un campeón. Pero no. Recuerden el mantra: somos pelusita en el ombligo.
Pax: ojalá fuera 'Facha' Sandleris conducción, pero la cosa es Macri-Powell 2019
Desde que empezó el año, el mejor centro que nos tiró el mundo tiene nombre y apellido: Jerome Powell. Aunque suene a boxeador, es el jefe de la Reserva Federal de Estados Unidos, su banco central. Es, digamos, el Aldo Pignanelli, Alejandro Vanoli o Sandleris mismo (?) que define a grandes rasgos y en discusiones que luego se van haciendo públicas a cuánto poner la tasa de interés de referencia en ese país, según cómo la esté viendo allá. Como guía, tengan presente esto: que la tasa de interés suba en cualquier lado significa que se le paga más al capital que se invierta allí. En un mundo financiero a tiro de clicks, algoritmos y pantallas que todo lo resumen, que suba 1% la tasa de interés en un punto del mapa puede hacer fluir capitales a ese lugar de un momento a otro. Y si no sube o directamente baja, puede hacer que esa guita acumulada que manejan justamente administradores de riqueza, sabuesos en busca de retornos, salga de ese lugar hacia otras opciones y es ahí cuando pueden decir, epa, allá abajo me pagan más. Me tiro un lance otra vez, total entro uno o dos meses y me la llevo, si nadie me regula mucho. Vamos. Si hasta tienen emoji del mate, se ve que volvieron al mundo.
De forma muy lineal (acá es donde se suicidan tres académicos ultraprofundos) la cosa con la Reserva Federal es así: cuando ven que puede acelerarse la inflación en Estados Unidos, dan señales de que van a elevar las tasas de interés más rápido (aumenta el costo del crédito, se enfría la economía, baja la inflación, es la lógica). Ese fue el escenario que despuntó en 2018, sintéticamente. Con Donald Trump al mando, la economía estadounidense venía creciendo tan fuerte que decían que podría haber signos de recalentamiento e inflación para arriba, según la visión de Powell y compañía, y por ende la tasa de interés de referencia aumentó cuatro veces el año pasado hasta 2,50%.
Después de dos años en los que habían venido a buscar altos retornos por estas tierras que los regulaba cero, los capitales se rajaron en masa y quedamos déficits para el norte. Agregale un mix de tensiones de EE.UU. con China más la imprevisibilidad de operadores sensibles al Twitter de Trump y se gatilló la idea del timbero global de que como “hay más riesgo, vamos a lo seguro (cualquier lado menos Argentina)”.
Pero resulta que durante enero, en varias apariciones y documentos, en la Reserva Federal empezaron a ver otra cosa. Signos de un crecimiento más moderado, ergo, con menos chances de salto en la inflación. Por ende, dijo en un texto oficial que será “paciente” en una posible suba de tasas. Paciente. Lo dijo. Sí. En inglés, “patient”. ¿Escucharon? En las pantallas de la agencia Bloomberg esta semana, de hecho, un cuadro lo resumía: el grueso de los inversores ve cero chances de que haya una suba de tasas de interés de la Fed en todo 2019. Macri-Powell 2019, leen en la Casa Rosada, que encima compra todo tipo de informes que le añaden de todo, como el efecto Bolsonaro, que estaría seduciendo a fuerza de ortodoxia a más capitales extranjeros a Brasil y nosotros vamos al rebote.
Hay viento de cola, pero por el FMI no se puede aprovechar comprando dólares
El tema es que cuando sos la pelusa del ombligo del mundo una tos te puede otra vez recordar que vas en un auto viejo por un empedrado. Esta semana apenas hubo unas lucecitas del aceite titilando en el tablero. Subió el riesgo país y bajaron algo los bonos. Pero aun así el dólar siguió reptando con las tasas para abajo. Pero nadie sabe si es el comienzo de un nuevo cambio de clima. En la licuadora de riesgos y excusas de mercados delirantes pueden asomar desde palabras como Brexit hasta Huawei.
Patito feo. Lo cierto es que hasta ahora hay ayuda de afuera. “¿Y si este año el cisne es blanco?”, se preguntó Claudio Zuchovicky la semana pasada en Clarín, jugando con el opuesto de la idea de la sorpresa negativa inesperada llamada cisne negro.
Pero hay otra pregunta. Este rato de viento de cola, ¿lo estamos aprovechando? ¿Hay algún cambio regulatorio para que en caso de que salgan los capitales que entraron no haya un revival de 2018? En el Banco Central son los reyes de la cautela y dicen que monitorean la calidad de las inversiones que están llegando y que están listos para no comerse el garrón de la era Sturzenegger con las Lebacs y el “no pasa nada”. Pero los plazos fijos en pesos saltaron casi 70% en enero contra un año atrás. Más de dos tercios de las colocaciones están a 30 y 60 días. “Hay que ver cuando empiecen a vencer si renuevan o van a dólares”, dice Miguel Kiguel. “Ojo con el cisne blanco, porque el Fondo no te lo deja aprovechar porque no podés comprar más dólares”, avisa Alvaredo, que agrega: “Cuanto más tranquilo está el tipo de cambio, o sea cuanto más blanco sea el cisne, menos se licúan los déficits”, agrega. Bueh, cerremos todo.
Estos temas estarán en la mesa que arranca mañana con la delegación del FMI que encabeza el tano Roberto Cardarelli, que además de la carta de vinos de Aldo’s viene a seguir las planillas del cumplimiento del ajuste fiscal mientras la recaudación flaquea por la recesión. ¿Habrá pedidos extra de tijera para llegar a la meta? ¿O bancarán unos puntos de déficit por apoyo a la reelección de Cambiemos? Todas preguntas que pueden hacerse antes de que la discusión electoral pueda hacer ruido en las finanzas y se vea quiénes pican en punta para asumir a fin de año. “¿Viento de cola mata incertidumbre electoral?”, duda Marina Dal Poggetto. En enero, sí. Más adelante, veremos.