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Prontuario político

El siglo infame

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Olivos. A un lado, lobbies de empresarios y, del otro, muchachos de jean y campera. | Presidencia

Una foto, un siglo. La foto, en Olivos. El presidente Alberto Fernández, hombre de palabra que no resiste archivo, a la altura de un Sergio Massa, sonríe al frente de un grupo de empresarios y sindicalistas. Todos sin tapabocas, con la falta que les hace. A primera vista, resalta la ausencia de mujeres. La liturgia peronista no admite más de una virgen en el altar. Eva, Isabel, Cristina. “Las mujeres no necesitamos pensar, el general piensa por nosotras”, ordena la capitana Evita.

Derecho y humano, explicame esta. En la segunda fila, a la derecha, aparece Gerardo Martínez. Secretario general de la Unión Obrera de la Construcción desde 1990. Entró al sindicato por su relación con los militares. Le saltó la ficha, con foto y DNI, en el Batallón de Inteligencia durante la dictadura. En los dos años que colaboró como delator desaparecieron más de cien obreros. ¿Cuánto silencio cómplice resiste una conciencia decente?

La imagen revela mucho más de lo que se ve. A un lado, los representantes de los lobbies de empresarios –Unión Industrial, Asociación de Bancos, Cámara de la Construcción, Sociedad Rural, Bolsa de Comercio–, que pagan coimas y peajes sin protestar ni denunciar. Lubricados, aplauden, lloran y maman, a cambio de protección y negocios que no arriesguen la propia.

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Del otro lado, los muchachos de jean, campera y discursos “en defensa de los trabajadores”. Propietarios de campos, pisos, casas, autos de alta gama, empresas. ¿El impuesto a las grandes fortunas los incluye? Además de Gerardo Martínez, Andrés Rodríguez (30 años en el cargo), José Luis Lingieri (35 años), Rodolfo Daer (35 años), Antonio Caló (20 años). Más los que faltan, Moyano, Cavalieri, Genta, Viviani, Roberto Fernández, Víctor Santa María, Pablo Biró y otros. Juntos suman 600 años en sus cargos y millones de patrimonio. ¿Cuánta mentira soporta un relato?

La multitud de fotitos prontuario de políticos, empresarios y sindicalistas, con pocas excepciones, encaja como ficha de rompecabezas en la colosal cara de la desgracia argentina. Un retrato del tamaño de un siglo. La primera década, golpe de Estado de 1930 hasta el golpe de 1943, se recuerda como “infame”. Fraudes electorales, grupos fascistas armados para reprimir a la oposición, crímenes políticos, corrupción a mansalva. En ese principio, el final estaba cantado.

¡Qué vachaché!, escribe Discépolo en 1926: “¿Pero no ves, gilito embanderado/ que la razón la tiene el de más guita?/¿que la honradez la venden al contado/y a la moral la dan por moneditas...”. En 1934, Cambalache: “(...) No pienses más/sentate a un lado/que a nadie importa si naciste honrado...”. Iniciada ya la última década, 2020-2030, al pie del tobogán del siglo infame se acumula la mitad de la población del país en estado de pobreza.

Si fuera posible hacer un registro del tendal de víctimas –asesinados, torturados, perseguidos, desaparecidos, exiliados, fusilados por la Triple A, por los grupos guerrilleros, muertos en atentados terroristas, a causa de la corrupción, de hambre, de abandono– más los emigrados y la cantidad de excluidos del sistema hacinados en villas y barrios miserables, el recuento nos daría una dimensión solo aproximada del saqueo de vidas.  

El rastro de sangre que dejó cada década revela la huella genética del fascismo original, naturalizado como cultura. La dádiva, la limosna, el subsidio, la coima, la apretada, el fanatismo, la sujeción al Duce, al general, al capo gremial rodeado de matones, al barra, a la mafia, al patrón, al caudillo, al puntero, al señor feudal, al jefe político que reparte los cargos.  

De seguir como vamos, la Iglesia cómplice oficiará su misa por la unión nacional. Obispos y padrinos besarán en las mejillas a Moyano hijo, Recalde hijo, Lavagna hijo, Kirchner hijo, Alfonsín hijo, “Ricardito”, que tendrá ya 78 años. Parientes y testaferros heredarán los bienes, los males, el verso, la marcha, las banderas de la causa nacional y popular. ¡Qué cantidad de divina hipocresía compra un diezmo!

¿Cuánto tiempo más llevará?

*Periodista.