COLUMNISTAS
esperanzas

Enero con fantasmas

Enero es fantasmal. Todo aquello que diciembre iba a parir en enero desaparece. Las noticias, igual de graves, se tornan provisorias, como si en su enunciación quedara implícito el “ya alguien se hará cargo”.

default
default | CEDOC

Enero es fantasmal. Todo aquello que diciembre iba a parir en enero desaparece. Las noticias, igual de graves, se tornan provisorias, como si en su enunciación quedara implícito el “ya alguien se hará cargo”. El tráfico cambia; no mejora ni empeora, solo cambia de direcciones y de horarios. Sigue siendo imposible estacionar en ningún lado pero la ciudad está vacía entre comillas. Los clásicos obstáculos de la vida siguen allí pero invisibles, abandonados, a la espera. La gente que llama por cuestiones urgentes, digamos por trabajo audiovisual, no espera respuesta a su urgencia; saben que si alguien no contesta es que no está o que no puede o que no le importa. Porque todos estamos y todos podemos y a todos nos importa, pero en enero nadie le pide nada a nadie.

No obstante, en la mutación climática que nosotros mismos hemos provocado, el paisaje de enero es más salvaje año a año. La neotropicalización del país acompaña su abananamiento. Lo que eran lluvias en el campo ahora son tornados y huracanes. Algunos árboles son arrancados de cuajo porque sí, porque es enero: las torres de electricidad y telefonía se derrumban y nadie espera que el servicio vuelva pronto.

La ciudad ruge de murgas que ensayan sus protestas, unos ritmos que no parecen tener ni buscar espectadores: todos son participantes y se murguean entre sí y para sí.

Enero todo lo saca de foco. Algunos viven esta dislocación como esperanza: será que los deseos de Año Nuevo quizás se hagan realidad.

Yo ya sé por otros años que esa esperanza dura hasta febrero, o hasta la semana que viene.

Hasta entonces.