Lo que se viene haciendo en Europa para resolver los problemas de los países que entraron en crisis en 2008 está mal. Por eso se derrumba el sistema de los partidos tradicionales, como en Grecia. Es preciso dar más espacio fiscal, reducir el peso de los intereses de la deuda, inyectar demanda interna, aplicar una política monetaria expansiva y mejorar la paridad cambiaria del euro. De esto último, por fin, empezó a ocuparse el Banco Central Europeo. También es legítimo aspirar a que se frenen los desalojos de familias que no pueden afrontar las hipotecas, y que toda la población tenga acceso a los servicios de salud. Sin embargo, es difícil apoyar en su totalidad la posición del gobierno heleno. Repartir culpas a los acreedores, sin hacerse cargo de los excesos (fiscales, monetarios, externos) y del engaño estadístico reiterado, por más que los dirigentes del nuevo gobierno sean ajenos a éstos, no es la mejor estrategia ni responde a la verdad. Los problemas de Grecia se remontan lejos.
¿Pero cuál es la historia económica de Grecia?
1. Las décadas casi perdidas (1980-2000). Durante los 80 y los 90 los gobiernos griegos ensayaron sucesivos fallidos planes de estabilización, muchos de los cuales eran de convergencia hacia la Unión Económica (1986-1987, 1991-1993, 1993-1998) y a cambio de recibir préstamos europeos (fines 1985, principio de 1991).
La economía muestra, en promedio, un crecimiento bajo (1,6% anual), alta inflación (14,4 % anual) y alto desempleo (8,5% de la PEA). Su participación en el PBI mundial (en PPP [paridad de poder adquisitivo, por su sigla en inglés]) se redujo 35%, en tanto que en el resto de la UE 18 fue de 23% y menor en los países mediterráneos: España 13%, Portugal 5%, con la excepción de Italia 28%.
Es el país de Europa que más devaluó su moneda, casi 600%, pero también el que más alta inflación registró: 1.300%. Cada tanto atrasaban el tipo de cambio para usar el “dracma fuerte” como ancla antiinflacionaria y tenían que devaluar (1983, 1985, 1998) cuando aparecía una crisis de balance de pagos. No hay un solo año en que la cuenta corriente sea positiva, el promedio anual de ahorro externo al que recurrió fue de 5% del PBI. Desde 1981, cuando ingresa a la Unión Europea, empieza a recibir fondos europeos que, como país de menor desarrollo relativo, le permitieran financiar su transición hacia la integración. Estos recursos pasaron de menos de 1% del PBI anual a 5% del PIB en 1992 y financiaron el gasto público y, también, el abultado déficit externo.
El déficit fiscal global de 9% anual promedio fue explicado por el peso de los intereses de la deuda pública que se eleva de 20,5% (1980) a 103,4% (2000) del PBI. Una parte importante de este déficit fue financiado por la emisión monetaria, y alcanzó dos tercios del financiamiento total durante la primera mitad de los 80.
2. Años de Euroboom (2001-2007). A partir de 1997 empiezan a ultimar los detalles para entrar al Club del Euro, lo que ocurre en 2001. La ilusión del gobierno griego y de los europeos fue similar a la de los argentinos que instauraron la convertibilidad y sus resultados, lamentablemente, también. Creyeron que anulando la devaluación de la moneda se obtenía mágicamente la disciplina fiscal y la mejora de la productividad de la economía que generara superávits externos ,y terminaron en la peor crisis de su historia.
La introducción del euro generó en el mercado la fantasía de que el riesgo de los bonos europeos, fueran alemanes, griegos o portugueses, era el mismo. La desaparición de las monedas locales eliminó el riesgo de devaluación, principal temor de los inversionistas en los años previos, pero también, mágicamente, el riesgo de default. El mercado financiero actuó irresponsablemente y el resto del mundo le prestó a Grecia anualmente un monto promedio cercano a 9% del PBI, que determinó que se multiplicaran por cuatro los pasivos externos netos de la economía griega. Culpas compartidas entre deudores y acreedores.
El euro se apreció de manera considerable respecto del resto de las divisas, 40% aproximadamente respecto del yen y el dólar. A la pérdida de competitividad respecto del resto del mundo se suma la registrada en el interior de la Zona Euro, ya que sus tasas de inflación fueron sistemáticamente superiores al promedio (3,4% vs. 2,3% anual).
Durante el boom, el PBI registra las tasas de crecimiento promedio más altas de la historia (4,2%) con baja inflación (3,3%) y alta desocupación (9,8% de la PEA). El crecimiento es empujado por el gasto público primario que se expande del 34% del PBI promedio (1980-2000) a 40%, mientras el esfuerzo fiscal permanece estancado en 34% del PBI durante los 2000. En estos años, Grecia incumple siempre los límites del déficit fiscal. La diferencia con otras burbujas europeas (España, Irlanda) es que la griega no se produjo por el dinero barato financiando el mercado de real estate sino por la expansión del sector público.
3. Crisis y ajuste (2008-2014). Desde 2008 empezó la crisis y también el ajuste impuesto por la Troika (FMI-BCE y Comisión Europea) bajo la dirección alemana. El PBI cayó en promedio 2,8% anual y el desempleo, que era del 7,7%, trepó a 25,7%. La tasa de inflación se desplomó por la depresión económica a 1,6% anual promedio, registrando deflación el último año. Por igual motivo, la tasa de crecimiento de las importaciones, en volumen cayeron un promedio de 7,6% anual, pero las exportaciones no reaccionaron (-0,8% promedio anual). El ahorro nacional, que debería servir para desapalancar la economía, también mostró un comportamiento negativo, ubicándose en 10% del PBI como promedio desde 16% en el cuarto de siglo anterior y la tasa de inversión en 17% desde 23% promedio anual. En medio de la depresión económica, los intereses de la deuda pública treparon a 4,2 puntos porcentuales del PBI en 2014 y el superávit primario a 1,5 punto.
Las tasas a las que el mercado les presta a los distintos Estados nacionales vuelven a diferenciar las distintas realidades nacionales, en un abanico parecido al que existía antes del euro.
Está claro que el problema no fueron los últimos seis años, ni el euro. Pero la adopción de la moneda única llevó los desequilibrios a niveles insostenibles y las reformas propuestas agudizaron los problemas.
La historia de Grecia es la de una frustración, como la de Argentina. Y las fases históricas de su derrotero económico y los problemas que afrontó son, también, con algunas diferencias temporales, muy parecidos a los de nuestro país.
La Argentina en 2002 encontró otro enfoque que resultó en una salida sostenible y virtuosa, destruida después por malas políticas que nos retrotrajeron a los problemas y las discusiones del pasado. El nuevo gobierno griego está intentando negociar con sus socios europeos una salida propia, adecuada a sus características. Esperemos que la encuentren, no sólo por su bien sino por el de Europa, que hasta la crisis había sido un ejemplo de espacio de integración, paz, libertad y democracia.
// Economista