Algunos imaginan que es Macri o Cristina, y desde esa mirada la respuesta es muy complicada, para mi gusto nos lleva a un callejón sin salida. Otros damos por culminado el ciclo kirchnerista y vemos las limitaciones que encuentra Macri en su gestión. Un año sin logros económicos no es poca cosa, algunos lo comparan con su inicio en Boca o en la Capital, lo malo de las comparaciones es que sólo sirven para lucimiento de la propia imaginación. Un año sin otra cosa que volver a las instituciones. En rigor es mucho, sólo recuperar el Parlamento, devolverles la libertad y en consecuencia la dignidad a los diputados y senadores tiene un enorme valor para la democracia. Y el diálogo, el respeto al que piensa distinto, las leyes discutidas y logradas sin un “Rasputín” imperial que obligue a votar sin pensar, todo eso es mucho aun cuanto la urgencia económica lo convierta en poco.
El problema de fondo es que los kirchneristas nunca cuestionaron el modelo que heredaron de Menem, salvo en temas secundarios. Ni la energía ni la pobreza, ni la inflación ni la concentración económica fueron enfrentadas en los tiempos pasados. La matriz parecía revolucionaria, la práctica era tan concentradora como en los peores momentos de los “vendepatria”, sólo que todo iba a manos de conocidos que decían estar comprometidos con la política y la justicia social. Un saqueo con sueños revolucionarios.
Salir del kirchnerismo implicaba recuperar la democracia, al menos no apostar a la confrontación como manera de forjar la propia identidad. Soy de los que piensan que el kirchnerismo nada tuvo que ver ni heredar del peronismo, al menos del último Perón. Fue un intento de sectores conservadores provinciales de utilizar viejas consignas progresistas derrotadas como mero disfraz de la ambición del grupo.
Ahora bien, la sociedad que heredamos del menemismo, ésa que estalló en su peor momento, ésa que pareció salir fortalecida en lo económico después de la peor crisis, esa sociedad está pensada para dejar afuera a la mayoría de los ciudadanos. Cuando se refieren al gran país que pudimos ser y el populismo frustró, están hablando de los ricos que no pudieron competir entre los más ricos del mundo. Y eso era porque los pobres, o los trabajadores, ganaban demasiado. Vinieron ellos, los supuestos liberales, casi nos llevan a una guerra con los hermanos chilenos cuyas consecuencias serían hoy inimaginables. Nos salvó en el poste la Iglesia, esa que a veces tanto critican. Y no perder la memoria, después de Martínez de Hoz los bienes pasaron a valer la mitad y ser invendibles. La deuda estaba indexada, los valores retrocedían. Ahí fue que el matrimonio Kirchner logró sus primeros frutos como abogados exitosos. Tardamos y mucho en salir de esa crisis, que sin duda no fue la única.
Seguimos debatiendo cuanta protección o no debemos darle a nuestra industria, eso sí, sin relacionar estos costos con la cantidad de mano de obra que generan, con la cantidad de ciudadanos que dejamos sin trabajo. La economía es importante, siempre que la política se haga cargo de pensar la sociedad. Y la concentración económica es un riesgo demasiado grande para seguir hablando de un capitalismo exitoso, al menos viable.
El primer año de Macri se cierra con un gran interrogante: ¿es viable este sistema de concentración económica? La democracia es esencial, estábamos al borde de perderla. Un año de Macri, más democrático que los derrotados, es importante, tanto como la necesidad de encontrar el futuro. Un año esperando los brotes verdes, la reactivación, las inversiones, el blanqueo, un año cambiando de motivaciones sin que nada se modifique. La sociedad necesita una esperanza, ese deseo suelen medir las encuestas cuando hablan de apoyo al oficialismo. No es cierto que las elecciones que se acercan puedan cambiar nada. El oficialismo demostró que podía imponer leyes sin la necesaria mayoría. Al Gobierno no le faltan votos ni legisladores, al Gobierno y a buena parte de la dirigencia política, por el momento, les faltan ideas.
*Analista político.