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RECLAMOS

Hambre y emergencia

La situación de los más carenciados requiere, más que de una ley, de una visión humanitaria.

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Paradojas Morfológicas | Pablo Temes

La emergencia alimentaria llegó al Congreso. No es la primera emergencia que trata el parlamento: la antecedieron la laboral en mayo y la social en noviembre, ambas en 2016.

La crisis social, las tensiones en los territorios o la protesta social tampoco son una novedad. De hecho desde principios de 2018, debido a la agudización de la situación económica, la pregunta que recorría parte del debate público era porque la situación política no explotaba. Una posibilidad es que las organizaciones sociales -que vienen haciendo un gran trabajo en términos de contención- tenían claro que las salidas a las crisis de modo intempestivo, como la de 2001, solo agudizan la situación de fragilidad de los sectores populares. Otra posibilidad es que frente a la cercanía del proceso electoral se haya priorizado el cambio por vía institucional. Probablemente no haya una sola explicación, pero lo cierto es que las protestas durante 2019 tenían características sectoriales y donde las organizaciones priorizaban el resguardo de sus militantes y bases ante la posibilidad de represión, la primera respuesta del gobierno frente a la protesta.

Durante este tiempo, las organizaciones habían instalado entre sus demandas a la emergencia alimentaria.

El escenario que se abrió luego de las PASO agudizó la crisis económica, como consecuencia de una nueva devaluación y su correlato sobre el precio de los alimentos. Pero en realidad fue la profundización de una situación que viene empeorando desde diciembre de 2015 por la política económica del gobierno nacional. Los argentinos pagamos alimentos cada vez más caros mientras los ingresos han disminuido significativamente, llevando a que más argentinos asistieran a comedores comunitarios y escolares, donde las raciones dejaron de alcanzar. Hoy en Argentina hay 15 millones de pobres y 3 millones de indigentes; sólo en Buenos Aires hay 35 mil comedores y en los últimos 12 meses la inflación alcanzó el 54,5%.

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Estas dos últimas semanas vimos acampes frente al Ministerio de Desarrollo Social, incluida la represión policial a los manifestantes, concentraciones en los shopping de la Ciudad de Buenos Aires, marchas al Congreso de la Nación. Hubo reuniones entre dirigentes de las organizaciones y funcionarios nacionales, sin que estos ofrecieran alguna respuesta. También la declaración de la Iglesia Católica, CTEP, CNCT, Somos Barrios de Pie, CGT, UIA, las CTA, entre otros, en el documento “Desde el Encuentro hacia un acuerdo multisectorial”. En todos estos acontecimientos, la demanda por la declaración de la emergencia estuvo presente. Ya no se puede esperar más. “El hambre no espera” indica la consigna de la CTA de los Trabajadores.

En este contexto, se produjo el jueves pasado el tratamiento legislativo en la Cámara de Diputados. El proyecto reasigna partidas presupuestarias para destinarlas a programas alimentarios y de nutrición; permite la asistencia directa a los comedores y agiliza la compra de alimentos por parte del Estado. El costo total del proyecto es de alrededor de 8 mil millones de pesos, una cifra baja si se la compara con otras erogaciones estatales.

Una de las discusiones del debate legislativo fue la negativa del gobierno nacional de establecer la emergencia alimentaria vía decreto. ¿Podría ser un problema de voluntad política? Sí, pero eso no explicaría por qué el bloque oficialista participó de la sesión legislativa y votó a favor. ¿Tendría que ver con la idea de emergencia? Esta es la clave explicativa si seguimos dos intervenciones de diputados oficialistas. Toty Flores (CC) manifestó que la crisis no era de la magnitud que se le atribuía, sobre todo porque el gobierno nacional había ido incrementando los planes sociales. Mario Negri (UCR) mencionó que el proyecto de ley extiende la emergencia hasta 2022, y consideraron oportuno involucrar a otros bloques legislativos. Ambos insistieron en que la emergencia existe desde 2002 y no desde 2015.

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Recapitulando. El 29 de septiembre de 2016, en una conferencia de prensa el presidente Mauricio Macri junto con la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, presentaron los números de la pobreza. En su discurso, Macri manifestó que “el punto de partida era peor de lo que pensábamos” y que “a partir de aquí quiero y acepto ser evaluado como presidente”. Si lo evaluamos por esos números -aunque omitían los críticos meses de diciembre de 2015 hasta agosto de 2016- los resultados no son positivos para el desempeño del gobierno. Las PASO ratificaron esta percepción ciudadana, aunque el gobierno y dirigentes insistan en desconocer.

Sin chances de reelección, el gobierno podría haber optado por finalizar su mandato sin tensionar el conflicto social y sin profundizar la crisis económica. Un traspaso de mando en relativa normalidad, consagrándose como el primer gobierno no peronista en concluir su mandato.

Sin embargo, sus acciones fueron en sentido contrario: agudizaron la crisis económica y tensionaron la situación social al denegar asistencia básica a los ciudadanos.

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Dicho claramente: la idea de emergencia alimentaria, social y laboral ya está instalada, no es posible disputarla. La opción que el gobierno tiene hoy es cómo quiere ser recordado respecto de qué hizo frente a esa situación de emergencia.

De todas las emergencias, la alimentaria es la más grave. Es un problema profundamente ético, abandonar a millones de argentinos al hambre entra en la categoría de los intolerables sociales. No hay justificación pública frente a ese abandono, nadie podría proclamarlo y contar al mismo tiempo con el beneplácito social. Comer es una necesidad básica de todo ser humano para vivir; pero también es una práctica social: dónde, qué y con quién comer es una instancia fundamental de socialización.

Supone un reconocimiento a su persona, ponerlo en una escena social. Si comer es un derecho humano, entonces garantizar que todos los argentinos tengan un plato de comida es un problema humanitario. El 5 de septiembre, luego del Documento “Encuentro...”, Juan Carr tuiteó “Que se ponga de moda ser buena persona”. Ese es el imaginario que se juega hoy. Que cada uno puede elegir como quiere ser recordado.

* Doctora. Investigadora CONICET/CITRA. Profesora FCS/UBA.