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Hechos frente a mentiras

Cubierto por el obsceno uso de la muerte de Diego Maradona, el Gobierno impulsó sus turbias iniciativas en el Congreso.

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Friedrich Nietzsche y las pelotas. | Pablo Temes

Peronismo y el uso político del deporte y de sus ídolos. El jueves 8 de noviembre de 1952, Juan Manuel Fangio retornó al país después de haber ganado por primera vez el Campeonato del Mundo de Fórmula 1 tras haber triunfado en el Gran Premio de Barcelona. No bien aterrizó en Ezeiza, se dirigió al policlínico donde Eva Perón se recuperaba de la operación a la que debió someterse el martes 6 por el cáncer de cuello uterino que padecía. Luego de dejarle su saludo, Fangio se dirigió a la Casa Rosada, desde cuyos balcones les habló a los miles reunidos en la Plaza de Mayo que lo vitoreaban. Dijo entonces el astro del automovilismo: “Para mí, no hay nada más grande que Perón y Evita”.

El peronismo ha hecho, desde siempre, un uso político abierto y obsceno del deporte y de sus ídolos. Diego Armando Maradona fue, tanto en vida como muerto, parte de esa metodología, como lo demostró su velatorio.

Fue imprudente la decisión del Dr. Alberto Fernández de disponer su realización en medio de la pandemia y del Dispo (distanciamiento social preventivo y obligatorio) de una ceremonia que se sabía convocaría a una multitud incontrolable. Su aparición al lado del féretro con la camiseta de Argentinos Juniors y compartiendo selfies con quienes allí estaban fue impúdica.

Fue riesgoso el descontrol que se vivió en la Casa Rosada cuando ante la exigencia de Cristina Ferández de Kirchner, se cerraron las puertas al público para que ella pudiera tener su momento de exclusividad para posar junto al féretro, algo bien propio de su narcisismo y egocentrismo.

El velatorio y las internas del oficialismo. En el Gobierno las aguas están divididas. Hay quienes, aun con el diario del lunes, sostienen la teoría del “mal menor” esgrimida por el Presidente de manera pública cuando declaró: “Si no organizábamos el velorio, todo hubiese sido peor”. Sin embargo, hay funcionarios de primera y segunda línea con despacho en la Casa Rosada que reconocen, en absoluta reserva, que “se compraron un problema al meterse de lleno en la logística y la organización del velatorio de Maradona”. Uno de ellos señaló: “En los últimos meses fallamos sistemáticamente en nuestras iniciativas. En la época de Macri se hablaba de ‘errores no forzados’; aquí más bien, se trata de errores forzados por la propia heterogeneidad del Frente de Todos”. El funcionario, con voz de preocupación, cerró con una advertencia a manera de ruego: “Hay que cuidar al Presidente”.

Otro miembro del Gobierno con llegada directa a Alberto Fernández opinó en el mismo sentido: “No fue una idea acertada hacer un velorio de esas características. Afortunadamente no hubo un millón de personas como se preveía porque si no, todo habría terminado en tragedia”.

El otro punto de inflexión quedó delimitado por la presencia de Cristina Fernández de Kirchner y el tuit que el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, lanzó contra la Ciudad de Buenos Aires a las 16 horas y 21 minutos del jueves.

La vicepresidenta se hizo presente en el salón poco antes del desmadre y las puertas se cerraron. Luego de saludar a la familia Maradona permaneció unos minutos en la capilla ardiente junto a AF. La frialdad entre la ex presidenta en funciones y el Presidente fue el dato relevante de ese momento. No hubo hostilidad; tampoco afecto. Prueba de ello es que CFK subió al despacho de De Pedro –y no del Presidente–, con quien compartió un ligero refrigerio y desde donde, media hora después, se lanzó el dardo con destino a Horacio Rodríguez Larreta y Diego Santilli culpándolos por la represión policial a causa de los disturbios ocurridos en la avenida 9 de Julio.  

¿Fue ese mensaje una jugada consensuada con CFK?

Una fuente calificada del Gobierno lo puso en estos términos: “No sé si Cristina tuvo algo que ver con el mensaje de De Pedro, pero si hubo una decisión conjunta hubiera sido mejor funcionar como un equipo de manera seria y coordinada y no mediante un tuit por redes sociales”.

No hubo el más mínimo gesto de acercamiento entre los integrantes del Ejecutivo y eso no pasó desapercibido para nadie. “No creo que el ingreso de CFK a puertas cerradas haya despertado rechazo en la gente. Sí creo que, una vez más, marca una diferencia que hace daño puertas adentro. AF se manejó sin restricciones; ella sin embargo hizo su juego”, señalaron cerca del primer mandatario.

Desde el Instituto Patria fueron más viscerales y simplificaron de manera burda pero realista la situación: “Maradona es el pueblo y Cristina tenía que estar junto al pueblo”. Muestra más clara y bochornosa del intento de uso político de la muerte de Maradona, imposible.

Movimientos en las sombras. Mientras la atención de la opinión pública se posaba sobre el caso Maradona, el Gobierno se movió rápidamente para concretar algunas de sus maniobras de insondable turbiedad que exhiben su permanente accionar de avasallamiento institucional. Hubo dos entre el jueves y el viernes.

El jueves, el Poder Ejecutivo envió al Senado el pliego del juez federal de Dolores, Alejo Ramos Padilla, para ocupar el Juzgado Federal 1 de La Plata, con competencia electoral en toda la provincia de Buenos Aires, surgido de una terna aprobada por el Consejo de la Magistratura en abril del año pasado. Ramos Padilla ha sido un adalid del kirchnerismo en su intento por derribar la causa de los cuadernos de Centeno.

El viernes, fue la media sanción en el Senado del proyecto de ley para flexibilizar las normas de designación del procurador general de la Nación a los fines de nombrar alguien útil a la necesidad de impunidad que persigue CFK.    

Estos son los hechos. Todo lo demás son mentiras. Y, entre los que mienten, lamentablemente está el Dr. Alberto Fernández, cuya palabra se desvaloriza día tras día.

“Lo que me preocupa no es que hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti”. (Friedrich Nietzsche)