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OPINION

Hoy, más que nunca, celebrar la democracia

Quizá por nuestra historia, en Perfil sentimos una responsabilidad especial que nos hace celebrar la democracia y rechazar todo tipo de violencia, provenga de donde provenga.

Evento. Fue en el Congreso para hacer lo que el Congreso no hizo este año: que oficialistas y opositores homenajearan la democracia.
Evento. Fue en el Congreso para hacer lo que el Congreso no hizo este año: que oficialistas y opositores homenajearan la democracia. | Cedoc

Esta semana, la revista Noticias celebró en el Congreso lo que el Congreso tuvo todo el año para celebrar y no pudo, no supo o no quiso hacer: el homenaje por los 40 años de la recuperación democrática. Fue a raíz del aniversario número 34 de la newsmagazine argentina que, como cada año, convocó a los principales protagonistas de la realidad política, económica y cultural. 

Se entregaron reconocimientos a los camaristas y fiscales del juicio a las juntas militares, a constituyentes de los distintos partidos que elaboraron el texto de la última reforma constitucional, a personalidades claves de estas cuatro décadas y a promotores de leyes que cambiaron –para bien– la vida de nuestra sociedad.

Primeros 40. Que no hayan sido los propios representantes políticos los que llevaran adelante el homenaje refleja cierto deterioro de la conciencia democrática colectiva. Un peligroso olvido de lo que era la Argentina cuando la normalidad era una sucesión de golpes de Estado durante los que se proscribían los debates ideológicos y se perseguía a los que pensaban distinto. Cuando el Congreso permanecía cerrado, la Justicia y los sindicatos intervenidos y los militares conducían desde el gobierno hasta los canales de televisión.

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La directora de Noticias, Alejandra Daiha, lo recordó: “Pese a las dificultades de estos años, desde alzamientos militares hasta crisis económicas y políticas, siempre encontramos una salida institucional en resguardo del sistema. Ese es un logro colectivo para celebrar. La madurez de esta democracia significa que quienes tienen hasta 40 años no conocen, por fortuna, otro tipo de gobierno. Pero tiene una contracara: no valorarla lo suficiente”.

Noticias es el medio de Editorial Perfil más caracterizado por su mirada crítica en general; y hacia los gobiernos que se sucedieron en estas décadas, en particular. Se peleó con todos ellos y denunció los hechos de corrupción más resonantes, casi siempre en contra de la corriente predominante en la mayoría de los medios que, según la época y el color político, podían ser más o menos tolerantes con la administración de turno.

Los periodistas de Noticias y los de todo Perfil sabemos bien que la democracia tiene problemas y que en estas décadas hubo avances y retrocesos. Pero no creemos que este sea un país de porquería. En principio, porque nos parece imposible comparar una democracia imperfecta con una dictadura sangrienta y porque no queremos regresar a una época en la que la violencia era el código de convivencia aceptado.

Quizá por nuestra historia, en Perfil sentimos una responsabilidad especial que nos hace celebrar la democracia y rechazar todo tipo de violencia, provenga de donde provenga

Como señaló Daiha, que ya pasaran cuatro décadas pudo llevar a que las nuevas generaciones hayan asumido que la violencia estatal no volverá o que ni siquiera sepan demasiado sobre lo que ocurrió. También puede haber personas que añoren aquel pasado o aquellas que no crean que siempre pueden estar peor de lo que están.

Se podría decir que fue una feliz coincidencia que este evento se celebrara a días de un balotaje en el que la sociedad elegirá su destino inmediato. Pero no fue una simple casualidad. Fue la necesidad de recordar desde Perfil de dónde venimos y nuestro rechazo a cualquier tipo de mensajes violentos, más allá del costado ideológico del cual provengan.

Puede que la preocupación se relacione con el origen de esta editorial, que sufrió la persecución de una dictadura que llegó a secuestrar a su fundador en un centro clandestino. Quizás es eso lo que nos haga más sensibles que al resto de los medios y periodistas. Ya sea porque recibieron un tratamiento más amigable durante aquellos años o porque no habían nacido. 

Edi. Esta semana, tras conocer el fallecimiento de nuestro querido Edi Zunino (tuve la suerte de que fuera mi sucesor en la dirección de Noticias), recordaba cuando comenzamos a hacer periodismo juntos en una revista marginal llamada Retruco. Era 1981, la dictadura ya llevaba cinco años en el poder y nosotros no habíamos cumplido los 20.

Lo primero que me vino a la memoria fue el miedo compartido y el clima de violencia que nos rodeaba. No solo el temor a la violencia física, al secuestro o la desaparición por hacer un periodismo crítico, sino a la violencia verbal y gestual que derramaban aquellos militares en sus discursos autoritarios y sus delirios místicos. 

La violencia que implicaba el no reconocimiento del otro, del que pensaba distinto, del que elegía una orientación sexual fuera de lo establecido o tenía el pelo más largo de lo que era aceptable. 

Por las dudas de que a los más jóvenes les parezca metafórico: caminar con el pelo largo significaba la posibilidad de ir preso para terminar con el cabello cortado a la fuerza “en un coiffeur de seccional”, como decía la canción. Los gays debían ocultar su identidad porque, al igual que los judíos, si eran detenidos corrían más riesgos que otros de ser asesinados. La política era mala palabra y los políticos, una casta que se había logrado erradicar. 

Y recuerdo lo que a Edi y a los demás en esa revista nos dolía cuando veíamos a los periodistas que celebraban ese triunfo sobre los políticos y justificaban la necesidad de aquel clima violento.

La democracia se recuperó para siempre, pero en estos cuarenta años también hubo señales de alarma a causa de la violencia. 

Hubo levantamientos militares y los atentados terroristas a la Embajada de Israel y a la AMIA, que provocaron tantas víctimas. En Perfil, además, sufrimos ataques con bombas, aprietes y golpizas a periodistas y fotógrafos que intentaban ejercer el derecho a informar. Y el asesinato de José Luis Cabezas. 

Junto a colegas de otros medios, en estos años también sufrimos presiones y escraches. En especial durante el kirchnerismo (acoso desde los medios oficialistas, juicios públicos, escupitajos a fotos de periodistas en Plaza de Mayo, etc.). 

Sí, puede que la suma de la violencia predemocrática y la que aun subsistió en estas cuatro décadas nos haga estar tan prevenidos.

Avances. Haber desarrollado esa sensibilidad frente a las distintas clases de violencia nos hace distinguir bien lo que es la tensión habitual entre el poder y los medios de lo que es la agresión directa y la falta de respeto por el pensamiento ajeno.

La sociedad ha evolucionado en ese sentido. No es verdad lo que durante los últimos años denunciaron desde un lado y del otro de la grieta sobre que todas las presiones son lo mismo. 

No. El gobierno de Macri avanzó en el respeto a la libertad de expresión. Y el actual no retrocedió en ese avance, no fuimos hacia Venezuela como algunos afirmaban. Algo que las organizaciones de prensa reconocen. Pese a que los agrietados de ambos bandos siguen acusándose mutuamente.

Pero, así como las experiencias vividas nos hacen reconocer cuando la violencia desde el poder cede, también nos hace advertir cuando se escuchan discursos violentos. Peligrosamente similares a los conocidos en el pasado.
Celebrar estos 40 años de democracia es celebrar que hoy los argentinos elegirán libremente a quien refleje mejor sus angustias, frustraciones y esperanzas. 

Desde Perfil, como hicimos en estos 40 años, respetaremos a los nuevos gobernantes de la forma en que entendemos se debe respetar a quienes controlan el poder de turno: criticándolos, investigándolos, no mintiendo.

Reconociendo lo que puede estar bien y tratando de equivocarnos lo menos posible. 

Y, como siempre, haremos todo lo que esté a nuestro alcance para que la violencia y el autoritarismo que tanto sufrimos no regresen nunca más. 

No retroceder en lo que se avanzó es imprescindible para avanzar en lo que falta por conseguir.