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Exclusiva inclusión

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| Cedoc

Caminaba por Blanes y entré en un lugar donde había, de un lado, abanicos de colores y, del otro, penes de madera abridores de botellas. Me hizo acordar a los actos de Alberto: un día recibe a los empresarios, otro día las empresarias; foto con funcionarios, otro día foto con funcionarias. Tiene la política inclusiva de una sinagoga. 

El aborto legal se sustituye por protocolos para hablar con la e. Las aguerridas feministas de antes ahora pegaron trabajo en el Estado así que ronronean cariñosas cuando el Gobierno cajonea el tema; como potus en la tele, sirven para dar un touch verde a los tediosos partes de cuarentena. Como una maestrita ágrafa, la señora Pichot dice que no existe el feminismo liberal; que el feminismo es lo que su partido diga, el feminismo es peronista o nada. La ignorancia es perdonable (desde Alicia Moreau de Justo a Victoria Ocampo, Martha Nussbaum o Judith Butler) pero contradictoria: el provincianismo faccioso no puede militar algo universal. El oficialismo habla de inclusión para poder excluir mejor: quien ose pensar distinto será vapuleado, acusado de troll, gorila, de no ser “de verdad”.

El gato y la araña

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“Yo pertenezco al sistema científico, y vos?”, desafía un científico militante, fraile del Conicet, a quien ose discutir la eficacia del método medieval que Argentina adoptó, sin testeos y contact tracing, con el plus de destrozar la economía y la salud mental de la población. Pero ni la ciencia ni el feminismo les exige que se vuelvan canes degradades, designados para cuidar la quinta del amo. Es siempre una elección individual.