En las elecciones presidenciales peruanas Pedro Castillo obtuvo el 19% de los votos, pasó a la segunda vuelta con Keiko Fujimori que consiguió el 13%. Puede ser el nuevo presidente de Perú. Su triunfo sorprendió al país: ni siquiera aparecía en las encuestas.
Los voceros de su partido, Perú Posible, dicen ser marxistas-leninistas-mariateguistas, su discurso es confusamente maoísta y tiene apoyo de algunos dirigentes del Movadef, brazo político de Sendero Luminoso. Carlos Marx fue un intelectual sofisticado, hijo de la Ilustración, debe dar saltos en su tumba con tanto primitivo que le invoca. Solo falta que asome Maduro con su pajarito de plástico a asesorar la campaña.
Castillo es maestro de primaria, fue a votar en Tacabamba, un pueblo del norte del Perú, a caballo, con un sombrero de paja y un lápiz que él y sus seguidores exhiben como símbolo de la educación. Es sintomático que mientras en el mundo los candidatos entregan computadoras, él prometa volver a los lápices. Su lema es “¡Nunca más un pobre en un país rico!”.
En 1993 Fujimori promulgó una constitución que garantizó el funcionamiento del sector privado y permitió el crecimiento de la economía. Castillo quiere derogarla, reemplazarla por una estatista, nacionalizar el sector minero y el petrolero, reformular los tratados internacionales para que Perú no siga “sometido” a los Estados Unidos. Seguramente buscará formar un bloque con la Unión Soviética y los países socialistas que desaparecieron hace treinta años. Terminará bailando vals con Maduro y algún otro despistado de su mismo nivel intelectual.
Castillo representa el rechazo a la política tradicional y al establecimiento, en un país en el que uno de cada 200 peruanos ha muerto por Covid, y la educación a distancia ha sido una tortura por la pésima conectividad.
Los dos finalistas, Cstillo y Keiko Fujimori, son arcaicos desde la política contemporánea: están en contra del aborto en toda circunstancia, del matrimonio igualitario, de los derechos de las mujeres, quieren solucionar la inseguridad con represión.
La primera vuelta. Durante la primera vuelta tuvimos contacto con varios candidatos. Ninguno era como Castillo. El Perú de Cesar Vallejo, Mario Vargas Llosa, Bryce Echenique, tenía candidatos interesantes de todos los colores políticos como Hernando de Soto, Veronika Mendoza, o Georg Forsyth por mencionar distintas vertientes.
Nos llamó la atención el retraso técnico de casi todos ellos. No tenían equipos profesionales de calidad que los apoyaran, ni siquiera usaban sistemáticamente encuestas, como lo hacen todos los líderes modernos.
Algunos decían que las encuestas fallan prediciendo resultados, sin saber que esa no es su función. Cuando millones de personas mueren en hospitales, deducirán que la medicina no sirve para nada y recibirán tratamientos mágicos con brujos que les escupen alcohol en la cara. Imprudente en tiempos de Covid.
Su política era la tradicional, centrada en atacarse mutuamente, en demostrar que el otro es peor, con poca o ninguna preocupación por los problemas de la gente común. En todos nuestros países la gente está enojada porque sufre una de las crisis más dramáticas de la historia, sanitaria, económica y sicológica, mientras muchos dirigentes tratan de manipularla para hacer política, imponer posiciones.
El solipsismo de muchos políticos va a llevar al continente a un estallido que se expresa en las elecciones peruanas.
Avanzados lo comicios pareció que crecían Yhony Lucano de Acción Popular, el reconocido sociólogo Hernando de Soto y la candidata Veronika Mendoza que tuvo una importante votación hace cuatro años. Aparecían en un empate técnico que les podía poner en la segunda vuelta con Keiko. Pocos pensaron que el triunfador que calificaría s sería Pedro Castillo y Keiko Fujimori. Los votos sumados de los dos finalistas apenas rondan el 30%.
Los sondeos de segunda vuelta dan una ventaja de cerca de diez puntos a Castillo y reflejan una polarización: cerca del 80% de los que votan por cualquiera de los candidatos no piensa cambiar de posición.
La campaña debe dirigirse a quienes votaron por los otros candidatos, a la gente, no a los dirigentes. El voto de Castillo encarna al antisistema, y mientras más políticos apoyen a Keiko menos votos tendrá. Puede repetir de manera inversa lo que ocurrió con su padre en 1990, cuando el apoyo explícito de la mayoría de los dirigentes peruanos ayudó a la derrota de Mario Vargas Llosa.
Lo mismo pasa con elementos que tienen que ver con la comunicación de la campaña. En Perú muchos políticos usan y abusan de la bandera, otros símbolos y de la solemnidad. Les gusta ser estatuas más que candidatos. Algún político importante me decía “así somos los peruanos, distintos de los electores de otros países”. La verdad es que son seres humanos parecidos a otros que nunca se tomaban el Capitolio y obedecían a líderes verticales como Perón, Velasco Ibarra, Haya de la Torre o Belaúnde. Cambiaron.
La sociedad se volvió horizontal, los niños tratan a sus padres como compañeros de la escuela, los alumnos creen que pueden rebatir a sus maestros porque consultan con Google, los electores quieren votar gente que parece sencilla.
El 53% de los que votaron por Castillo dicen que lo hicieron porque se identifica con las personas humildes y porque es distinto a los políticos de siempre. Únicamente un 4% lo votó porque es de izquierda. Sus atributos personales son ser una persona sencilla (16%), ser docente (10%), sus propuestas (5%).
Hay mucho que pensar acerca de cómo se construye la imagen de los candidatos
Keiko tiene una imagen menos definida a pesar de que lleva muchos años en la política. De quienes le votaron en la primera vuelta, un 30% dice que lo mejor que tiene es el legado de su padre, solo un 4% que lo hicieron porque es mujer. Los atributos que le asignan son difusos: solo 8% aprecia su experiencia, 4% sus propuestas, 3% que es hija de Alberto.
¿Cómo se explica que un candidato que recién aparece tenga una imagen más profunda que una líder que ha estado tantos años en la palestra? Hay mucho que pensar acerca de cómo se constituye la imagen de los candidatos, de cuán efímera es en la edad de la Internet. Ha sido uno de los temas que hemos analizado en los libros que publicamos con Santiago Nieto, especialmente en “El Arte de Ganar y la Política del siglo XXI”.
Se discutió mucho durante la pandemia y a propósito de las elecciones en Estados Unidos. Recogemos la polémica en nuestro próximo libro acerca de la política en la tercera revolución industrial. Más allá de que en Perú hay una baja instalación de la red, ocurre algo semejante a lo que detectó Sartori hace años cuando dijo que nos habíamos convertido en Homo Videns por la implantación de la televisión. Nos situamos en una cultura de la imagen que cambió las relaciones de las personas entre sí y las que mantienen con los objetos. Hoy nos convertimos en homo cyber, todo debe entenderse dentro de los nuevos valores de la Red.
Pepe Mujica decía hace poco que no entiende por qué los argentinos odian tanto, un rasgo típico de nuestra política. Pasa lo mismo en Perú y en ambos casos la raíz es la misma. Son países que vivieron las experiencias guerrilleras más sangrientas al terminar la Guerra Fría. En Perú hubo más de sesenta mil muertos, los líderes finales de esa historia, Alberto Fujimori y Abimael Guzmán, están presos todavía a pesar de su edad. Todo eso provoca una herencia trágica difícil de superar. Hay pueblos que han logrado superar sus horrorosos recuerdos como Vietnam, pero tienen una tradición cultural de otro tipo.
Hay también un factor que ayudó a preparar este estallido. La economía peruana avanzó mucho. Hay bastantes empresarios que se pusieron al día con las técnicas más avanzadas. Su error fue no percatarse de que la política puede destruir cualquier experiencia positiva. Durante años vivieron en un país esquizofrénico en el que la economía iba muy bien y la política era un desastre. No se dieron cuenta de que era necesario hacer una inversión para mejorar los liderazgos y lograr que el conjunto del país funcione.
La tercera revolución industrial se produce con la íntima colaboración de científicos, universidades, empresarios y líderes de todo tipo. Si el conjunto del país no progresa, en algún momento la mayoría siente que tanto los empresarios como los antiguos dirigentes políticos están lejos, no los atienden y puede apoyar un desastre como el que se daría si gana Castillo.
Salven a Keiko. Muchos políticos y empresarios peruanos, impresionados con nuestro aporte al triunfo de Guillermo Lasso en Ecuador se pusieron en contacto con nosotros para que vayamos a ayudar a Keiko. Nunca tuvimos ofertas tan generosas para colaborar con un candidato. No nos movemos por metas económicas. No somos irresponsables.
Napolitan, nuestro maestro, decía que no se debe aceptar la propuesta de ayudar a un candidato si no se cuenta con al menos un año para investigar, elaborar la estrategia, hacer equipo con el postulante e integrarse a su equipo o ayudar a formarlo.
En el caso ecuatoriano conocíamos a Guillermo desde hace décadas, sabíamos cuáles eran sus virtudes y confiábamos en él. Hemos hecho en el país investigaciones cualitativas y encuestas a lo largo de 40 años, podíamos improvisar exitosamente una estrategia para la segunda vuelta. Tal vez podríamos hacer algo semejante en Argentina y México, países que hemos estudiado sistemáticamente por más de una década.
Improvisar un asesoramiento en Perú era difícil. No contamos con una base de investigaciones necesaria y para derrotar a Castillo se necesita un candidato capaz de comprender planteamientos que están fuera del paradigma de la política tradicional. Romper un paradigma es muy difícil.
*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.