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La libertad de prensa no tiene precio

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Europa y luego el mundo se conmovieron el miércoles con el cruel atentado y matanza de periodistas ocurrida en París. Pocas horas antes de tomar mi vuelo de Londres a Madrid comenzó a difundirse la noticia y a despertar el espanto de la población.

Grandes marchas se organizaron en París y otras ciudades europeas. Las redes sociales explotaron con mensajes de solidaridad hacia las víctimas y el repudio a este acto fruto del fundamentalismo y la intolerancia.

Una de las consignas de los manifestantes parisinos es la que da título a esta nota: “La libertad de prensa no tiene precio”. Pero sólo cuando se producen violaciones tan ostensibles a los derechos humanos se toma conciencia de la necesidad de su defensa y del peligro que entraña toda insinuación de censura.

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Por eso, me parece que ante tan complejo conflicto internacional que hasta ha provocado que uno de los máximos exponentes de la literatura contemporánea, Michel Houellebecq, escribiera una novela que hoy se pone a la venta (Sumisión) y que aborda el tema del islamismo en Europa, los argentinos debemos reflexionar sobre el significado profundo de la libertad de expresión en todas sus manifestaciones y los peligros que entrañan los ataques a periodistas.

En la última década se ha desatado una permanente diatriba gubernamental contra medios y voces independientes que no coinciden con las políticas oficiales.

Se han realizado juicios populares en actos oficiales contra periodistas, se ha invitado a niños a escupir sus retratos, se ha impedido la presentación de libros que critican al Gobierno, se han organizado exposiciones en museos públicos donde se invitaba a los concurrentes a “eliminar al gorila” mediante un violento tiro de pelota contra una figura virtual.

En esta semana, leí que un alto parlamentario criticaba a un gobernador por asistir a un acto organizado por un medio que critica a la “presidenta de todos los argentinos”, como si esa conducta no pudiera ser admitida en una democracia republicana.

La ley de servicios audiovisuales que prometía mayor pluralidad ha provocado el efecto contrario y ha concentrado en el Estado y sus socios privados la mayor cantidad de medios existentes.
Frente a un hecho de la magnitud que tuvo el atentado en París, estos actos pueden parecer inocuos y, por supuesto, que no pretendo establecer ninguna comparación porque razonablemente no la hay. Pero sí creo que advierten sobre el peligro que entrañan estas conductas que se nutren  del deseo inconfesado de sojuzgar las opiniones de opositores.

La libertad de expresión no puede limitarse, como establece el art. 13 del Pacto de San José de Costa Rica, sólo pueden establecerse responsabilidades ulteriores cuando se dañe un tercero o se cometa un delito.

La creación de un clima adverso a la expresión espontánea de la opinión conduce a caminos de alta peligrosidad, que la Argentina ya vivió en gobiernos donde el partido oficial fue el conductor o colaborador indirecto.

Como expresó Voltaire: no pienso como usted, pero daría mi vida para que expresara su pensamiento.

*Profesor de Derecho Constitucional y Derechos Culturales. Reside en Montevideo.