COLUMNISTAS
Apuntes en viaje

La vida en juego

Recibo Diario Perfil en la puerta de mi domicilio. Como todos los domingos, luego de escudriñar la tapa, descompongo el mamotreto para exfoliar y detenerme en el suplemento de Cultura.

2023_10_22_vida_juego_martatoledo_g
La vida en juego. | marta toledo

El día abre espléndido. Ha disminuido unos grados la temperatura, es cierto; la brisa que acompaña los impulsos extáticos de la atmósfera no propagan la suficiente energía como para disipar las nubes gordas que por la noche comenzaron a pegotearse para permanecer ahí, indecisas ante la descarga.

Como todos los domingos, recibo Diario Perfil en la puerta de mi domicilio. Como todos los domingos, luego de escudriñar la tapa, descompongo el mamotreto para exfoliar y detenerme en el suplemento de Cultura; leo el luminoso artículo que Esteban Ierardo enhebra para recuperar el legado del instituto de teoría social y filosofía crítica fabricado en 1923, con intención manifiesta de socavar los síntomas de la sociedad durante la República de Weimar, período clausurado con la irrupción totalitaria de Hitler. En eso me encuentro, cuando recibo otro mensaje de Michele, amigo italiano que arribará mañana a la ciudad por primera vez. Lógico: sus consultas exudan inquietud, incertidumbre por lo que pueda ocurrir luego de las elecciones.

Como no entiendo de mercado pero sí de mercaderes me esforcé por arrimarle a Michele una explicación zoquete: este país fue montado sobre una argamasa hecha con los huesos de patriotas, pero también –y sobre todo–, de pinches traidores –dilatada trenza carmesí que contiene a patanes como Carlos María de Alvear y José Manuel García, ministro de Rivadavia; de ahí para adelante, sume usted lector su vendepatria favorito–; hoy, ayer, mañana, agazapados en el feetlot del ostracismo rancio se encuentran aquellos que harían lo que fuera para imponer sus atracones a las necesidades de la mayoría, pese a que ello implique poner en juego la vida de sus coetáneos. La identidad argentina, me extendí, luce así tironeada en sus extremos por dos eslabones de una trampa psicopática: la sostiene que en este país no se puede vivir ligada a la que expresa que somos los mejores del mundo; esas dos visiones al parecer antagónicas anidan en porciones idénticas en la psique del especímen que puede sostener en una misma conversación La única salida es Ezeiza/No hay nada mejor que Argentina. Comportamientos extraídos al parecer de yacimientos distantes, pasajes simultáneos que a simple vista no parecen asociados, pero sin dudas, forman la materia elástica que llamamos Nuestro País. Todos juntos, más en grosor que en sucesión, forman parte de la identidad. Entre el paisaje y la cultura que constituye su componente anfibio, hay un pacto susurrante de intercambios que se amontonan sin una orden específica. Allí se despliega el catálogo por el que flotan el deseo de entendimiento. No por la fuerza, sino por la composición atómica de la realidad, un hecho fatal que arrastra a la imperfección o al ridículo cualquier intento de describirla con los gestos cancheros del realismo testimonial. Sin embargo, esa imperfección, introducimos reveladora, alcanza a rozar la verdad funcional del mundo, al menos del nuestro. Se trata de un universo cuyos elementos, todos ellos asociados en una relación que podemos llamar de misterio físico, van de las partículas elementales a las profundidades apenas imaginadas del cosmos, y del que el hombre es, a un mismo tiempo, universo y partícula. 

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

De súbito comprendí que carecía de sentido semejante transmisión de datos tartamudos, de manera que activé el borrado en conjunto del whatsapp y eliminé el mensaje para escribir: Mirá, Michele, pase lo que pase, serás feliz en Buenos Aires; solo que para que eso ocurra, escuchame bien lo que te digo... Para sobrevivir aquí solo tenés que tener en cuenta dos elementos, y repetir el ejercicio como un mantra: el fútbol es cosa seria y los vehículos siempre tienen prioridad por sobre el peatón. En ambos casos, la vida se pone en juego.