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Laboratorio en carne propia

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POLÍTICAS. Pasan las elecciones y siguen faltando recetas sociales efectivas. | NA

A lo largo del último medio siglo, la Argentina se fue convirtiendo en un fructífero laboratorio social, donde las ideas y propuestas se ponen en marcha… pero generalmente con el mismo resultado a corto o a largo plazo: el fracaso. Eso ocurrió durante tanto tiempo que fue un modo efectivo de ir descartando por método del ensayo y error cuantas fórmulas alguien traía como solución innovadora pero muchas veces el equipo “salvador” se eyectaba antes que se estrellara su propia creación. Es que muchas de las propuestas gozaron de un buen arranque, incluso con popularidad, para ir generando desequilibrios que hacían implosionar la panacea anunciada.

El anuncio del Indec en esta semana sobre el IPC de enero no sorprendió por la cifra en sí misma (6% mensual y 98,5% interanual) sino que reafirmó la tendencia reiniciada en 2006: tasas de inflación de dos dígitos anuales. Durante los 15 años previos, solo en 1992 había habido más de 10% de inflación, salvo el año del desguace de la convertibilidad (2002) en que fue del 40%. Pero en los últimos 75 años, solo en la quinta parte hubo inflación de un dígito. La “normalidad” para la economía argentina fue, justamente, la de haber convivido con una altísima tasa de alza de precios que no tiene antecedentes, por su persistencia en el tiempo.

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Durante alguna época se debatía si “un poco” de inflación hacía bien a la economía. Es decir, servía como válvula de escape de las presiones en la distribución del ingreso y en el cambio de precios relativos y así se iban acomodando los tantos sin forzar decisiones drásticas. Las mediciones a corto plazo quizás pudieron mostrar que en algún momento pudo haber sido una diagonal para evitar un ajuste doloroso o políticamente inviable. 

Pero el último medio siglo parece haber destruido este argumento: además de la inflación dura de bajar, la otra característica (o quizás derivada de esta) es la del estancamiento económico. Tanto en PBI por habitante, en poder adquisitivo o en comparación con los demás países de la región, la Argentina tuvo un retroceso notable. Y hablamos de una región que no fue la que más creció en el mundo, pero que comparte con nuestro país muchas características en común. Esta tendencia también afectó otros dos indicadores que las últimas mediciones advierten como preocupantes: la incapacidad de generar empleos de calidad (entendidos como trabajos formales en el sector privado que los crea libremente) y la formación de una pobreza estructural muy sensible a los vaivenes de la actividad económica pero que va dejando un saldo cada vez más resistente a las políticas públicas para amortiguar los efectos sociales. Muchas de dichas iniciativas fueron eficaces en contener la indigencia (planes alimentarios, AUH, programas de empleo de emergencia) pero no contuvieron la creciente estratificación de la pobreza.

Monitor electoral: el plan es llegar

Nuevamente, 2023 será año electoral (el noveno turno en que se elige presidente desde 1983) y seguramente la recurrente crisis estará en boca de todos los candidatos. Con los resultados de la inutilidad de las propuestas aplicadas a la vista, si existe un consenso entre los diferentes grupos que pugnan por encabezar la próxima administración, es que la reforma económica es algo urgente, no puede ser parcial y que precisa de un condimento como condición necesaria para asegurar su continuidad en el tiempo: el consenso mayoritario. Ni las políticas que usufructuaron de la grieta para acumular poder ni las que reducen los acuerdos a la repartija de cargos y presupuestos pueden dar una solución real. Tampoco parece realista pensar que exista un sinceramiento tal que dicho acuerde llegue antes y no después del resultado electoral. Pero es claro que el tiempo puede correr en forma acelerada a medida que la crisis va devorando colchones de expectativas en formas de reservas, paciencia y buen clima.

El único inconveniente de haber convivido tantos años en este laboratorio social es, precisamente, la condición de habitantes, es decir, de principales afectados por las improvisaciones, las medias verdades y las teorías sin aterrizar que se fueron descartando con tanta frecuencia. La experiencia es, y más en este caso, insustituible.