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Defensora de Género

Los trabajos formales y el 'trabajo invisible'

mujeres nos ocupamos de las tareas domésticas, y cuando no lo hacemos somos reemplazadas por otras mujeres que a su vez no se libran de hacer esas tareas en sus propias casas.

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Brecha. En carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemática) solo hay un 33% de mujeres. | Gza. Chicas en tecnología

Los trabajos formales de las mujeres. El domingo leímos varias reflexiones que muestran las brechas que todavía existen entre varones y mujeres en el plano laboral. En la sección 50 y 50, Patricia Valli brinda cifras en las empresas de aviación, donde el lugar de las mujeres es fundamentalmente como azafatas. Hay un 29% de mujeres entre quienes trabajan en el transporte aéreo, contra el 71% de varones; pero solo el 3% de los pilotos de avión en el mundo son mujeres, el 97% son varones.

En Ciencia, Florencia Ballarino analiza especialmente la brecha de género en ciencia y tecnología. En las carreras llamadas STEM –por sus siglas en inglés: ciencia, tecnología, ingeniería y matemática– solo hay un 33% de mujeres, y se han identificado múltiples barreras denominadas con metáforas como “techo de cristal”, “piso pegajoso” o “tubería que gotea”, que explican estos sinuosos caminos.

En la misma sección, una nota de agencia adelanta la emocionante foto de un agujero negro nombrando a varios varones, sin mencionar nunca que el proyecto (del que participaron más de 200 científicos y 8 observatorios astronómicos) fue posible por el algoritmo creado por una joven científica mujer: Katie Bouman, de 29 años.

En Perfil Gourmet se reseña el documental The Heat: A Kitchen (R)evolution, que muestra a varias cocineras (algunas con estrellas Michelin) que para “reescribir la cultura de la cocina” antes debieron “decir basta a los malos tratos y el machismo de los chefs más famosos”. Ni en la cocina estamos seguras...

El “trabajo invisible”. la sección Economía del domingo informa una suba del 15% en el salario del personal doméstico. El “trabajo en casas particulares” es una alternativa de supervivencia especialmente para mujeres que no tienen otra calificación, y es la más baja en la escala salarial. Se supone que por ser mujeres sabremos hacerlo, porque es la asignación que la división patriarcal de roles nos ha asignado.

Las mujeres nos ocupamos de las tareas domésticas, y cuando no lo hacemos somos reemplazadas por otras mujeres que a su vez no se libran de hacer esas tareas en sus propias casas.

¿Dónde están las mujeres?

Hace cincuenta años, la argentina Isabel Larguía, marxista y feminista, acuñaba el concepto “trabajo invisible” para el quehacer doméstico. En un libro reciente, Mabel Bellucci y Emmanuel Theumer valoran esas notables reflexiones (Desde la Cuba revolucionaria. Feminismo y marxismo en la obra de Isabel de Larguía y John Dumoulin, publicado por Clacso y accesible gratuitamente en internet).

Aunque ya F. Engels en 1844 había planteado, en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, que el primer lugar de plusvalía es el hogar y allí las mujeres sufren una doble plusvalía, este privilegio de los varones en el capitalismo apenas mereció consideraciones hasta épocas muy recientes.

Hoy se calcula el aporte que las mujeres hacen al PBI con un trabajo que, aunque invisible, tiene un importante valor económico. El sábado, en la sección Economía se reseña el proyecto de ley del Gobierno para regularizar el empleo informal; sabemos que la CGT faltó a la cita y no fue posible discutir en las comisiones del Congreso el “blanqueo laboral”. Parecía una coincidencia del Gobierno, que así bajaría las cifras de desocupación, y de los dirigentes sindicales, que así tendrían más afiliados.

El “trabajo de casas particulares” es tal vez decepcionante en este último aspecto, ya que está tan profundamente vivido como una extensión de la propia asignación doméstica de las mujeres que las empleadas no se sindicalizan. Y así su trabajo es el peor pago, el más informal y el más desprovisto de protección y previsión social.