Un resultado está atado a otro. Y a otro. No hay chances de generar buenos resultados económicos con semejante nivel de déficit pero tampoco con alto nivel de ajuste, como el reciente aumento por el sinceramiento de las tarifas. El propio ministro Dujovne admite que ese hilo conductor entre déficit, alta tasa y costo de capital atenta contra los impulsos reactivadores.
No hay chances de un buen resultado electoral si antes la economía no da señales menos homeopáticas de recuperación y si esos datos no se trasladan del power point al bolsillo de la gente en forma masiva.
No escapa al Gobierno, obvio, que la forma en que se decida ( y concrete) la finísima ecualización para alcanzar esos resultados será definitoria para su futuro, y en ese sentido se trazó etapas a recorrer.
Como una puesta en escena por actos, en el arranque del año Macri se lanzó a homogeneizar el elenco de gobierno. Esto es, funcionarios más propios del paladar de Marcos Peña y bienvenida a las ideas plurales que se parezcan a las que le gustan al Presidente.
Hilvanado a eso, el segundo acto les da protagonismo a los duros. Octubre está demasiado cerca como para que los precios (con o sin cuotas) y Sturzenegger y Aranguren con sus tarifas se roben la atención de la gente en los meses por venir, cuando se entre en la temporada política alta. Así que las malas noticias, juntas y en verano.
El guión del tercer acto prevé mezclar gestión y campaña. Allí es donde entra más en escena Duran Barba y, como ya fue dicho, la atomización de obra pública exrprés. En los planes del asesor y del Gobierno está el reeditar uno de los grandes éxitos del publicista que tantas satisfacciones ha dado: propia tropa, caras nuevas, jóvenes, el bueno por conocer antes que el malo conocido. Allí sueñan con que replicar candidatos a imagen y semejanza de María Eugenia Vidal también dé en 2017 los mismos buenos frutos de la última elección bonaerense.
En paralelo, y con la misma especial dedicación a Buenos Aires, la búsqueda es sembrar de modificaciones visibles los barrios del Conurbano y transformar el timbreo en asfalto, cloaca, semáforo. Más acciones de cercanía que sumen votos y no grandilocuencia del viejo relato. La épica ahora es la de los minicambios austeros. Muchos pocos que parezcan mucho. Menos anuncios de megaobras por cadena nacional y más émulos del Metrobus, que en el corto plazo de la campaña puedan viralizarse y multiplicarse como los panes sagrados.
Sobre eso está encima el Presidente, y el propio círculo cercano a Macri nota que dedica una atención mayor al paso a paso de la que dedicaba el año pasado, y que la búsqueda es no ventear energías ni apartarse de la hoja de ruta con destino en las elecciones. Suena lógico. Sobran ejemplos de que, una vez lanzada en velocidad la campaña, cualquier volantazo que la sociedad perciba con intención electoral no sólo no garantiza corregir el rumbo sino que hasta puede ser riesgoso.