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Matar a la democracia

Milei Temes
Javier Milei rompió el consenso democrático que se inició en 1983. | Pablo Temes

En Cómo mueren las democracias, un ensayo que va camino a convertirse en un verdadero clásico de la ciencia política moderna, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt advierten que los regímenes constitucionales ya no finalizan con un golpe de Estado clásico. Ahora no hay tanques en las calles, ni ejércitos acuartelados en un motín, ni militares sublevados que ingresan a punta de pistola para derrocar a un gobierno electo. La agonía de la democracia en el siglo veintiuno es mucho más lenta, casi imperceptible, aclaran estos politólogos y docentes de la Universidad de Harvard.

Levitsky y Ziblatt alertan que el problema reside en la posibilidad cada vez más cierta de que sean los propios presidentes que triunfaron en una elección, pero que descreen del ejercicio electoral, los que anulen el Estado de derecho, quebrando las leyes republicanas gracias a un fuerte apoyo popular que les otorgue legitimidad e impunidad. La tesis de estos autores da cuenta de la importancia que asumen los antídotos antidemocráticos para evitar la irrupción de líderes populistas y outsiders, a los que se puede reconocer fácilmente porque ponen en duda las reglas del juego cívico cuando sostienen que el sistema democrático está secuestrado por una élite política y económica que articula sus intereses y negocios con el poder que les ofrece la protección de los medios de comunicación. La síntesis es clara y a la vez perversa: esta democracia es corrupta y putrefacta, por lo tanto, no hay que defender esta democracia.

El preocupante fenómeno viene siendo confirmado en los últimos años, tras la aparición de candidatos antisistema que emergen con la propuesta de echar a todos los políticos para ponerle fin a sus privilegios. Son referentes de la antipolítica que cuestionan el status quo de la dirigencia tradicional, acusándola de ser la única y principal responsable de la debacle social y económica. Se trata de un peligro llamado Donald Trump en los Estados Unidos. Un peligro llamado Jair Bolsonaro en Brasil. En definitiva, un peligro llamado Javier Milei en la Argentina.

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Esta democracia es corrupta, no hay que defender a esta democracia.

Son dirigentes que buscan romper con lo establecido, proponiéndose como los salvadores de un modelo en crisis. Ponen en duda las bases mismas de la democracia porque, advierten, se trata de un mecanismo electoral que posibilitó el descalabro: mientras la clase política se enriquece, los ciudadanos se empobrecen. Ese argumento, simplista pero eficiente, les permite correr el límite de lo aceptado hasta terminar con el consenso básico de la convivencia pacífica. En ese contexto, no reconocen a sus pares y patean el tablero hacia lo desconocido. Los políticos están en un lado. Y ellos están en la vereda opuesta. Algo de eso acaba de verificarse por estas horas en nuestro país.

Desde hace dos semanas, por caso, estuve en contacto con los equipos de comunicación de las cinco coaliciones políticas que compiten en las elecciones presidenciales de octubre. Los contacté para pedirles un mensaje de los candidatos para el acto que realizó Perfil el miércoles pasado en el relanzamiento del Diario del Juicio, que recuerda el Diario del Juicio a las Juntas que esta editorial publicó en 1985. El acto representaba una clara condena a la última dictadura y, a la vez, una celebración de los cuarenta años de nuestra democracia. La fecha elegida para realizar este evento, el 20 de septiembre, no fue casual: el 20 de septiembre de 1984 se había presentado el informe de la Comisión Nacional de Personas Desaparecidas (Conadep), que fue fundamental para instruir esta emblemática causa contra los genocidas.

En la misma sala donde fueron condenadas las Juntas Militares, el histórico Salón Derechos Humanos de Tribunales, Perfil reunió a representantes de organismos de derechos humanos para presentar el nuevo Diario del Juicio, que se constituye en un documento histórico porque en sus 96 páginas contiene los testimonios de más de trescientas víctimas de la dictadura, los alegatos de los fiscales y las sentencias de los jueces. Se trata de un material de lectura obligada, sobre todo para que las nuevas generaciones puedan comprender en su real dimensión la gravedad del terrorismo de Estado sufrido en la Argentina entre 1976 y 1983. El nuevo Diario del Juicio estará disponible en todos los kioscos del país desde la próxima semana.

Todos los candidatos, menos Milei, condenaron a la dictadura.

Fue difícil, hay que decirlo, coordinar los mensajes de los candidatos, en momentos en los que buscan llegar a los votantes en medio de una afiebrada campaña electoral que les requiere su presencia en varios puntos del país. Pero los que anhelan con ingresar a la Casa Rosada en diciembre entendieron que el objeto que los convocaba era valioso: evocar el espíritu con el que el inmenso fiscal Julio César Strassera inmortalizó su memorable “Nunca Más”.

Por esa razón, Sergio Massa, Patricia Bullrich, Juan Schiaretti y Myriam Bregman enviaron sus palabras para compartir en tan importante acontecimiento. Todos se sumaron a la celebración. Pero hubo una excepción: Javier Milei. “No creo que JM sea de la partida”, fue el WhatssApp que me envió el vocero del libertario cuando lo convoqué para este acto. Nunca hubo dudas. Desde el primer día, los que juran defender la libertad sabían que no iban participar de esta fiesta de la democracia. Y no se molestaron en ocultar semejante desaire. 

Hubo representantes de todo el arco político en el acto organizado por Perfil para homenajear a la justicia argentina por haber logrado un hito a nivel mundial: un tribunal civil que condenó a militares de su propio país por haber violado sistemáticamente derechos humanos. Hubo en el recinto dirigentes de Unión por la Patria, de Juntos por el Cambio, de Hacemos por Nuestra Argentina y del Frente de Izquierda y los Trabajadores. Pero no hubo ni un solo representante de La Libertad Avanza. De un lado, estuvo la política democrática argentina. Del otro lado, en términos de Levitsky y Ziblatt, quedaron los que pueden matar a esa democracia.