La acumulación de otro malestar a la crisis de la UCR y el PRO es el aporte que Cambiemos le reconoce a Martín Lousteau. La sorna de algunos dirigentes para aludir a su incorporación intenta disimular el hecho de que los lleva a preguntarse si después de las elecciones la alianza mantendrá su composición original. Sin ese conflicto, tal vez el pedido de resolver la candidatura presidencial con una PASO no hubiese desatado un cataclismo en las cúpulas de ambas fuerzas. Ni convertido ese pronunciamiento en el episodio saliente de la gira presidencial por Asia.
Es preciso retroceder a diciembre de 2017 para dar con los antecedentes de las tensiones. Y descubrir el deseo radical de que el fortalecimiento transferido a Mauricio Macri por el resultado de las elecciones en octubre no le durase hasta marzo de 2019, el momento de discutir candidaturas. Sería injusto atribuir a la UCR responsabilidad en el descalabro económico del año pasado. Tampoco en el peso de ese episodio en la imagen negativa que arrastra desde entonces el Presidente.
Pero es probable que haya colaborado con la crítica pública al reajuste tarifario. El radicalismo aduce que no tuvo otra opción para expresar discrepancias con Macri por adoptar medidas sin consultarlo. Es decir, sin reconocerlo como socio principal de la coalición: una cuestión pendiente. El simulacro de cambio de gabinete del 2 de septiembre terminó de tensar las relaciones. Más que el ingreso de peronistas, al radicalismo le interesaba mejorar posiciones en el Gobierno.
Con el argumento de proveer volumen político y caudal electoral al intento de Macri para ser reelecto, Alfredo Cornejo venía negociando con el PRO las condiciones para una primaria. Juan Carlos Marino fue la primera víctima de la turbulencia provocada por Lousteau. El PRO promovió desplazarlo de la vicepresidencia del Senado sin objeción del radicalismo. El legislador pampeano y el economista tienen por mentor a Enrique Nosiglia, en conflicto con el comité nacional.
Sospecha. Más que la denuncia por supuesto abuso sexual en esa Cámara, a Marino lo perjudicó la cercanía con Nosiglia, que resiste en la UCR la autoridad de Cornejo, Gerardo Morales y Gustavo Valdés.
Quizás porque es inédito que la conducción la ejerzan dirigentes con peso territorial. Es lo que ocurre con los gobernadores de Mendoza, Jujuy y Corrientes.
Cornejo mantiene alguna afinidad con Lousteau por necesidad. La UCR carece de figuras que atraigan a la opinión pública. Coincide en librar PASO pero no en las formas de un recién llegado, ajeno a la conducción y de pasado kirchnerista.
Esta semana anunció que en abril o mayo se resolverá si las solicitan formalmente. Tal vez no disponga de tanto tiempo. El 17 de marzo deberían realizarse las de Córdoba para definir candidato a gobernador.
Macri volcó a su favor el ballottage en esa provincia con el 71,5% de los votos. Ni siquiera la victoria de Mario Negri sobre Ramón Mestre podría favorecerlo.
Igual que Cornejo, Macri respalda al jefe del interbloque Cambiemos, que lleva de vice a Héctor Baldassi y a Luis Juez de candidato a suceder a Mestre. El intendente de la ciudad de Córdoba insinuó esta semana que podría abandonar Cambiemos si no es elegido para competir contra el gobernador Juan Schiaretti.
Aunque forzó las primarias, Mestre quiere ser consagrado candidato y que Negri sea vicepresidente de Macri en acuerdo con la UCR. Es una presión a Cornejo, que le aconsejó declinar su postulación. El titular del radicalismo negocia también incluir un correligionario en la fórmula presidencial. A Negri no le interesa condicionar a Macri: tiene su apoyo y el del resto del PRO, además de la mesa nacional de Cambiemos.
Ni la asistencia financiera que hizo de Córdoba la ciudad más beneficiada por transferencias del gobierno central ayudó a Mestre a modificar la impresión de los vecinos sobre la gestión municipal. Sin reelección, debió apelar a Rodrigo De Loredo para sucederlo. Ninguno de sus funcionarios supera los 8 puntos de la intención de voto.
De Loredo es yerno de Oscar Aguad y a su candidatura se atribuyen las desgracias en el Ministerio de Defensa. Entre ellas, la renuncia de Horacio Chiguizola a la Subsecretaría de Asuntos Globales. Fueron reiteradas las de la comunidad diplomática por sus modos. Otra es la controversia con los militares por la conducción de su obra social. Lo reemplaza Alejandra Di Chiaro, ligada a Marcos Peña y segura sustituto de Aguad si Macri es reelecto.
Incertidumbre. El Presidente ordenó a Rogelio Frigerio y Nicolás Massot abstenerse de colaborar con Mestre. El ministro del Interior y el jefe del bloque de los Diputados del PRO responden a Emilio Monzó. El titular de la Cámara baja se mostró con Lousteau el día posterior a las declaraciones que efectuó en la gira. Massot no tendrá reelección.
El argumento de los 30 millones cotizados por las firmas de correos que podrían cubrir la logística y los 35 días necesarios para organizarla, cuando quedan poco más de 15 por delante, no parece excusa para anular las PASO. Podría hacerlo la mesa nacional de Cambiemos. Al PRO le atrae la alternativa que Cornejo ya aplicó. La intervención del radicalismo en Córdoba.
Es una disyuntiva para Cornejo. Macri habilitó en Mendoza a Omar de Marchi para competir por la gobernación contra Rodolfo Suárez. Marchi es el intendente de Luján de Cuyo y tiene buena intención de voto. Suárez es delfín del gobernador.
Esas primarias deberían realizarse en junio. El PRO cree que la conducta de Mestre proporciona antecedentes que justifican la intervención. En 2015 eliminó las PASO para garantizarse la reelección. Con eso privó al PRO de disputarle la intendencia con su candidato: Rodrigo De Loredo.
¿Aceptará Cornejo adoptarla con la situación pendiente en Mendoza?
¿Reúne Lousteau los requisitos para contener el electorado que simpatiza con Cambiemos pero está desencantado con el programa económico? Lo que parece seguro es que para evitar nuevos malos entendidos, la coalición estará obligada a buscar una solución de consenso y universal a todos los casos.
Tal vez le convenga refrescar una de las recomendaciones más lúcidas de Cristina Fernández de Kirchner a sus seguidores sobre el final de su mandato: no se hagan los rulos.