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Rehenes del statu quo

El futuro del Gobierno dependerá de los resultados que pueda mostrar pero, aun con ellos, le será difícil volver a cautivar a una sociedad que perdió la esperanza.

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Volver al futuro polarizado entre Macri y Cristina. | Cedoc Perfil

Habría que inventar una palabra que signifique “nostalgia de futuro”. Así como en portugués existe una nostalgia placentera de algo pasado, saudade, una ausencia que en el recuerdo se disfruta, falta una palabra que exprese extrañar algo del porvenir, lo que nunca existió pero vivió en nuestra ilusión, y en ella ya murió.

Esa palabra explicaría el estado de ánimo de muchos de los votantes de Macri que se ilusionaron con el futuro que el Presidente prometió y ya no pueden creerle más, y de muchos votantes peronistas que se ilusionaron con dejar atrás al kirchnerismo para volver renovados y ven que el único dirigente de la oposición que subió en las encuestas, mientras Macri y Vidal bajaban, fue Cristina Kirchner. Descorazonado, un alto dirigente peronista expresaba así su dilema: “Con Cristina no se gana y sin Cristina tampoco”.

Rehenes de un statu quo antagonista entre Cristina Kirchner y Macri, las tres cuartas partes del país que no son kirchneristas sufren la depresión del síndrome de Sísifo, aquel personaje de la mitología griega que por abusar de su astucia fue condenado por los dioses a levantar una piedra hasta el pico de una montaña para que luego rodase hacia abajo y volviera a tener que subirla repetidamente por el resto de su vida.
Muchos se imaginan teniendo que votar en 2019 por Macri a disgusto y perdieron la esperanza de que surja un candidato que trascienda la grieta porque, si la economía mejorara, a Macri le iría electoralmente mejor, y si empeorara, le iría mejor a Cristina.

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No todos en el peronismo piensan que, sin Cristina o con Cristina, Macri gana. No descartan la posibilidad de que Cristina, viendo que perdería en un ballottage, participara sin ser ella misma candidata, si eso fuera lo mejor para vencer a Cambiemos. Y que un candidato suyo compitiera en la interna del peronismo, dentro o fuera de las PASO, pero al no ser la propia Cristina Kirchner la representante de su espacio, pudiera sacar menos votos que un peronista no kirchnerista y ese candidato tuviera más posibilidades de ganarle a Macri en un ballottage.

Desde el Gobierno están convencidos de que Cristina Kirchner será candidata a presidenta. Calculan que entre la presentación de candidaturas a las PASO, en junio, y la elección, en octubre, hay casi medio año en el que siempre la economía puede cambiar para mal o para bien. Que cada candidato, más aún quien toda la vida compitió políticamente, tenderá a pensar que puede ganar y no se permitirá perderse esa oportunidad. En junio de 2017 las encuestas indicaban que Cristina Kirchner ganaría las elecciones legislativas en la provincia de Buenos Aires y en octubre, mejoras económicas mediante, las perdió.

También el Gobierno ve al kirchnerismo electoralmente más activo que el peronismo. Sostiene que las críticas a Vidal por los aportantes truchos a las campañas electorales tienen como principal propiciador al kirchnerismo, e identificó que la enorme mayoría de los trolls que critican a la gobernadora bonaerense tiene IP en la provincia de Santa Cruz. Debilitar a Vidal es debilitar electoralmente a Macri, porque la provincia de Buenos Aires es fundamental para el triunfo nacional. Paralelamente, en el kirchnerismo se menciona la eventual candidatura de Kicillof para competir con Vidal por la gobernación bonaerense.

Pero a nivel nacional, el solo déjà vu de Cristina como ordenadora del mapa político y Macri como su antagonista produce hastío y desazón. Los decepcionados, con ironía triste, se preguntan si la única salida que les queda es esperanzarse con un triunfo de Margarita Stolbizer.

Macri es hoy una herida abierta cargada de emociones entre sus votantes. Están los enojados con él, pero como el enojo es por haberle creído, también están enojados consigo mismos. Y están los que, en su proceso de duelo, ya pasaron a la fase siguiente asumiendo su desencanto en forma de resignación pero retirando el deseo de la política, para no correr el riesgo de volver a desilusionarse.

En el Gobierno confían en que la economía esté mejor dentro de un año, pero aun así les faltaría atravesar la etapa de empeoramiento de los próximos meses, cuando se sufrirán las consecuencias de la megadevaluación del último semestre. Se consuelan con que siempre ganaron arrancando de perdedores: en 2015 Massa y Scioli fueron los primeros, y en 2017 ganaba Cristina. “Si estando en el peor momento de Macri aún Cambiemos pelea por ser la primera minoría, tenemos más para ganar que para perder”, sostienen, optimistas.

Competir con Cristina en 2019 alegra al Gobierno porque el rechazo que produce la ex presidenta la hace el mejor rival en un ballottage, pero juega con fuego porque Trump puede tomar alguna medida heterodoxa el año próximo y en cinco meses cambiar totalmente nuestra economía y humor social, como entre diciembre y mayo último (no solo por Trump). Pero la amenaza de que Cristina Kirchner pueda ganar le sirve al Gobierno para lograr más apoyos de la política y del sector privado, aunque a un costo alto: lo que podría ser funcional en la etapa preelectoral 2018-2019 podría ser una pesada hipoteca en 2020-2021 si el kirchnerismo tuviera más votos que el peronismo y en el Congreso creciera la cantidad de legisladores K, dificultándole la aprobación de leyes de un segundo mandato.

Este es el gran dilema de Macri y de Cristina Kirchner. Para ser reelecto, Macri apuesta a que Cristina Kirchner le gane al peronismo, haciendo imposible después la aprobación de leyes, como la reforma laboral y tributaria, sin las cuales su segundo mandato no generaría cambios. También Cristina Kirchner sufre su propia paradoja, porque si llegara a ganar no podría, en 2020, hacer distribucionismo ni otra forma de economía popular porque no estarían más los recursos con los que contaron ella y su marido hace una década. Nuevamente, lo que es bueno para ganar la elección no es bueno luego para gobernar. Y el “para qué” ganar afecta al “cómo”.

Vienen meses de melancolía y escepticismo. El futuro del Gobierno dependerá de los resultados que pueda mostrar pero, aun con ellos, le será difícil volver a cautivar a una sociedad que perdió la esperanza.

Otra palabra que existe solo en una lengua que expresa la emocionalidad actual argentina es mottainai. En japonés, mottai es “valor”, y nai, “ausencia”, y es usada para reflejar el pesar frente al malgasto de algo valioso como el tiempo. El mito de Sísifo si los argentinos volviéramos en 2019 a 2015.